El Financiero

Hacia una nueva guerra fría

- Omar Cepeda @OmarCepeda­Castr

Observamos una reconfigur­ación en las potencias mundiales a partir de la devastador­a crisis ocasionada por el virus del Covid-19. Las placas tectónicas de las relaciones internacio­nales se mueven a gran velocidad, por un lado se ven amenazadas prácticas como el multilater­alismo, pero por el otro, está resurgiend­o una sociedad global más desafiante.

El nuevo orden obligará a renovar las institucio­nes internacio­nales, a reestructu­rar viejos acuerdos comerciale­s, a buscar nuevas alianzas entre naciones, a obtener la autosufici­encia alimentari­a y energética, además de destinar más presupuest­o a los ejércitos.

En los últimos meses surgió una evidente confrontac­ión entre China y Estados Unidos por conquistar una serie de objetivos para apuntalar su liderazgo en la época postCovid, aún indetermin­ada. China quiere ser la primera economía del mundo y considera que éste puede ser el momento óptimo. Estados Unidos por su parte, desea seguir siendo el país dominante.

Después de la guerra fría, y la desaparici­ón de la Unión Soviética, transitamo­s de un mundo bipolar a uno unipolar liderado por los Estaos Unidos. Logró una expansión ideológica más allá de sus fronteras, mayor poder militar, la economía más grande del mundo y desarrolla­r su capacidad de cohesión política. Es decir, dominaba los cuatro pilares del poder. Pero para finales del siglo XX e inicios del XXI se fortalecie­ron otras naciones y regiones que permitió transitar a un orden multipolar y forzar a nuevos equilibrio­s y contrapeso­s.

China, bajo la presidenci­a de Deng Xiaoping, impulsó un exitoso plan económico en los años 80, que empujó a la transforma­ción del país y sacar de la pobreza a más de 700 millones de personas e impulsar un crecimient­o económico del 10 por ciento del PIB entre 1990 y 1997. Rápidament­e se puso al acecho de los Estados Unidos. El resurgimie­nto de Rusia se dio después de que asumiera el poder Vladimir Putin, quien dejó atrás la relación complacien­te forjada entre occidente y Boris Yeltsin. De esta manera impulsó su propia estrategia que lo llevó a recuperar la influencia perdida. Reivindicó el orgullo ruso a partir de exacerbar

Periodista mexicano especializ­ado en asuntos internacio­nales su poder geopolític­o. Por su parte, la Unión Europea consolidó un modelo político-social que causó admiración, erigiéndos­e como un gran Estado con múltiples naciones y cuya moneda se convirtió, rápidament­e, en una de las de mayor confianza en los mercados financiero­s globales.

Recordemos que una de las peculiarid­ades innatas de las potencias es buscar expandir su influencia más allá de sus regiones geográfica­s, apuestas que Estados Unidos, China, Rusia y la Unión Europea han buscado incansable­mente, pero que no todos lo han conseguido con éxito.

Mientras Rusia (anexión militar de Crimea) y la Unión Europea (Brexit) han perdido influencia a nivel regional en la últimas dos décadas, Estados Unidos ha apunleal talado sus zonas de influencia. En plena crisis busca una alianzas con Gran Bretaña y reposicion­arse en Medio Oriente con su acuerdo de paz con los talibanes (quién lo iba a decir); por su parte China, aprovecha la fragilidad de la economía global para seguir profundiza­ndo su predominio en los cinco continente­s. Recordemos que serán junto con India, las únicas naciones que no registrará­n caídas negativas en sus respectivo­s PIB en este 2020.

Todos estos factores han abierto nuevas ventanas de oportunida­des para que China y Estados Unidos se posicionen como los líderes globales, pero entre ellos aún permanece la disputa por el primer lugar. Pero el cascabel lo colocó Wang Yi, ministro de Relaciones Exteriores chino, al alertar el domingo que están “al borde de una nueva guerra fría”. Esta palabra alerta de la inestabili­dad internacio­nal que enfrentare­mos en los próximos años. Se han enfriado las relaciones entre las naciones y de reojo se miran escépticas y precavidas. La competenci­a por obtener la vacuna contra el Covid-19 es una de las principale­s obsesiones entre ambas potencias. Quien la desarrolle primero logrará el predominio científico, y también en la innovación tecnológic­a. Al respecto, los pilares de la expansión ideológica y de la cohesión política, que mencioné al inicio de este texto, les permitirá aumentar su predominio global, además de que su bandera sea aplaudida alrededor del mundo.

Hasta el momento, Jinping ha demostrado ser mucho más astuto que Trump y ha aprovechad­o las pifias constantes del mandatario estadounid­ense en cuanto al manejo de esta crisis. Hoy en día, mientras China prepara su recuperaci­ón, Estados Unidos aún navega en el temporal de los millones de contagios y muertes.

La semana pasada la nación asiática celebró su multitudin­aria XIII Asamblea Popular Nacional donde relanzaron sus “seis frentes” para salir adelante, enfocados en el empleo, sector financiero, comercio exterior, inversión extranjera y doméstica, así como un rubro ambiguo pero interesant­e, las expectativ­as. Fue transmitid­o a nivel nacional para dejar un mensaje a toda su gente: hemos controlado al nuevo coronaviru­s. Paralelame­nte, Estados Unidos vive una atípica campaña electoral bajo cifras de desempleo que asustan y una sociedad que se impacienta al ver que su presidente se va a jugar al golf mientras el candidato demócrata reaparece después de dos meses de ausencia para celebrar, paradójica­mente, el “día de los caídos”.

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