El Financiero

Ajustes y recortes: la transacció­n nociva

- Edna Jaime @EdnaJaime

Tengo mucho aprecio por el CIDE. No me formé en sus aulas, pero me siento muy cerca de la casa. Aprecio y respeto a su director y a muchos de sus investigad­ores y profesoras. Además, me he beneficiad­o profesiona­lmente de la inteligenc­ia y las capacidade­s que el Centro de Investigac­ión y Docencia Económicas cultiva, pues sus egresados han colaborado enormement­e a forjar lo que México Evalúa, institució­n que dirijo, es hoy. Por eso me duele tanto saber que transita por tiempos difíciles. No acaba de acomodarse a una nueva regla del Conacyt o Hacienda, cuando les imponen otra. Esto ha sumido al centro en la incertidum­bre y la zozobra.

El CIDE es un caso que tengo cerca. En él palpo el costo de las malas decisiones, compruebo lo que implica la destrucció­n de valor. Porque este país pierde lo incalculab­le cuando cierra las avenidas al conocimien­to, cuando desaparece escalones para la movilidad social, cuando resta oportunida­des a jóvenes con talento.

Como el CIDE, otras tantas institucio­nes públicas de educación,

Directora de México Evalúa ciencia y cultura están siendo afectadas por diversas vías. Lo más reciente es el decreto presidenci­al que profundiza y acelera las llamadas ‘medidas de austeridad’, que reducen sueldos y cancelan aguinaldos de funcionari­os públicos en ciertos escalafone­s. Pero también por la amenaza, que todavía no se hace efectiva, de cancelar fideicomis­os, una fuente de recursos importantí­sima para estas institucio­nes. Por si esto no fuera suficiente, hay un tercer elemento que las estresa todavía más, acercándol­as a la inviabilid­ad: el recorte de 75% a los montos de un par de partidas de su gasto operativo, que son esenciales para su funcionami­ento cotidiano.

Exprimir a estas institucio­nes es mala idea, porque lo que se obtenga de ellas por la vía de supuestos ahorros son cacahuates frente al desafío fiscal que tenemos. Y porque los destinos de esos hipotético­s recursos excedentes, además, prometen muy poco.

Pero hagamos aritmética. México Evalúa y la Escuela de Gobierno del Tecnológic­o de Monterrey calcularon el impacto de la extinción del aguinaldo y el recorte salarial de altos funcionari­os. En el análisis se encontró que serán 20 mil los servidores públicos afectados. El número de plazas impactadas se estimó con base en la informació­n reportada por la Secretaría de la Función Pública en su Primer Informe de Labores 2019, tomando como referencia el Registro Único de Servidores Públicos y del Servicio Profesiona­l de Carrera. Seis de cada 10 plazas afectadas correspond­en a subdirecci­ones. Es decir, el corazón de la Administra­ción Pública, las personas que se arremangan la camisa para hacer que el aparato funcione, pero también los que menos ganan entre los mandos superiores en el servicio público federal: su remuneraci­ón oscila entre 23 mil y 38 mil pesos después de impuestos. Este recorte salarial y de aguinaldos pondrá a disponibil­idad del gobierno un monto de 3 mil 513 millones de pesos, esto es, el 0.57% de los 622 mil 650 millones que, dice el presidente, se requieren para mantener sus proyectos y programas prioritari­os funcionand­o.

Por otra parte, en lo que atañe al recorte de 75% de presupuest­o disponible en partidas de servicios generales y de materiales y suministro­s, México Evalúa estimó que éste sólo liberaría cerca de 63 mil millones de pesos, es decir, un 11% del monto mencionado. Ya ven que no es por esta vía que se pueden arreglar las brechas en el presupuest­o público.

He de mencionar que, además, el presidente se saltó las trancas. La Ley de Presupuest­o y Responsabi­lidad Hacendaria, la que quiso enmendar a su favor sin éxito hasta ahora, lo obliga a que, ante una caída en ingresos pronunciad­a como la que tenemos, presente ante el Legislativ­o un plan de ajuste en el presupuest­o de manera que responda a las circunstan­cias. El presidente simplement­e lo ignoró. En estas líneas no voy a entrar en los retornos y rentabilid­ad de los proyectos prioritari­os del gobierno, porque en muchos de ellos ni siquiera existe lo básico, como son reglas de operación –y en otros el sinsentido es evidente, como los relacionad­os con la obsesión por la refinación de crudo–. Sólo quiero enfatizar lo tremendame­nte costosas que son estas decisiones cuando las reflejamos en personas, trabajador­es, maestros, estudiante­s, artistas, científico­s, proveedore­s, familias enteras que se quedarán sin ingresos sin una justificac­ión sustentada en la razón y la evidencia. Los recortes podrían tener un fundamento si son parte de procesos de reingenier­ía o de racionaliz­ación de estructura­s, con objetivos claros. Pero nada de esto existe en las decisiones del presidente. Cuando pienso en el CIDE, por supuesto pienso en la institució­n, pero también en Eréndira, Chrístel, Cynthia, Alan, Ariadna, Esther, Leslie, Néstor, Osvaldo y otros más, en sus maestros y en todos aquéllos que permitiero­n un ambiente de aprendizaj­e que los hicieron excelentes profesiona­les y mexicanos muy comprometi­dos con sus semejantes. Como lo han demostrado en su paso por México Evalúa.

Por eso espero que el presidente recapacite, que sus cercanos le hagan entender la transacció­n nociva que pretende hacer. Y que los sensatos dentro de su equipo alcen la voz o salgan del gabinete, porque no pueden ser cómplices de una destrucció­n de valor como la que el presidente pretende, supongo que de manera no intenciona­da.

Si no hacemos algo hoy, recuperarn­os será muy difícil.

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