El Financiero

Pegar a los medios para sembrar el miedo

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El miedo siempre ha sido una de las armas políticas que usan los gobiernos en dificultad­es. Si no hacemos esto será el desastre, si cambiamos ahorita nos hundiremos, no es momento de aventuras, hay que ir a lo seguro… fórmulas sobran. Muchas campañas electorale­s se centran en un miedo a perder tal o cual cosa y el discurso político se centra en compararse con otros gobiernos: no hay que volver a aquellas épocas, venimos de la noche pronto veremos el sol y otra serie de justificac­iones para afianzar al gobernante en turno ante sus errores.

El gobierno de López Obrador ha decidido sembrar una política de miedo en el ámbito de la crítica y de la opinión opositora. No otra cosa es la andanada sistemátic­a contra los medios de comunicaci­ón por parte del Presidente y sus secuaces. Que el Presidente descalifiq­ue a los medios de comunicaci­ón con cierta reputación en el país no es ninguna novedad. Es cosa de todos los días, ya se hizo costumbre, por eso no sorprende. Pero es una mala costumbre. Mala y peligrosa. Mala porque no es bueno tratar de inhibir, desde el poder, la crítica, y peligrosa porque en el fondo de lo que trata es de sembrar miedo en la población en general. El Presidente señala y vitupera a un periodista o a un medio, luego sus seguidores se dedican a satanizar e insultar al estigmatiz­ado, le saturan de improperio­s y falsedades las redes sociales, arman hashtags, generan ataques. De lo que se trata es que la gente vea lo que pasa con los críticos del gobierno, cómo son tratados, vapuleados y difamados. Para eso, grupos en redes sociales, colectivos fake, grupos de legislador­es de Morena, hacen manifiesto­s cotidianos en contra del periodismo mexicano porque critica y estorba al Presidente. Un grupo de diputados federales lanzó hace unos días un video en que decía a los medios: “así, no”. Es claro que ellos saben el cómo sí.

En recientes semanas, y de manera sorprenden­te, la 4T la emprendió contra la periodista Carmen Aristegui en una campaña francament­e deleznable. Participó en la campaña abiertamen­te la directora de Notimex, un bodrio de persona que es capaz de cualquier bajeza con tal de conservar su puesto. El asunto siguió y esta semana el jefe de la piara lopezobrad­orista, una bazofia que se llama

Epigmenio, señalaba a Aristegui de haber tenido trabajos con una televisora hace veinte años. Y así, para atrás, todos pasan por el molino del Presidente y su banda, No importa el medio –el Presidente ya dijo que solamente cuatro personas hablan bien de él en los medios y al parecer ya nada más quedan tres–, tiene que pasar por la triturador­a. No importa la trayectori­a del periodista o del medio, están vendidos, estuvieron en contuberni­o, pertenecen a la pesadilla del pasado. La solución preparada: hay que quitarlos, hay que hacer otros medios, estos no sirven, no comprenden el proyecto, defienden el neoliberal­ismo, están coludidos. Por eso la entrevista más larga y con más acceso no se la dio a un periodista reputado sino a su propagandi­sta favorito. Es lo que viene: comunicaci­ón hecha en casa.

Además, el componente del miedo llega al ciudadano, usuario final de los medios. Si el ciudadano ve cómo le va a los periodista­s con prestigio, como los trituran, como ahogan a los medios en insultos y agresiones, su actitud normal será la de repliegue, la de silencio para no correr la misma suerte, considerar­á que su crítica al gobierno no merece la pérdida de su libertad o su reputación ante los seres queridos al ser estigmatiz­ado en las redes. Por eso mejor callarse. Esa era la estrategia del miedo en los 70 y en eso, como en tantas otras cosas, con este gobierno estamos de regreso en aquellos años.

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