El Financiero

Atentado contra García Harfuch: audaz mensaje del CJNG

- Eduardo Guerrero Gutiérrez @laloguerre­ro

Con toda razón, la condena al atentado contra Omar García Harfuch fue unánime. Omar es, por su prestigio y honradez, un caso excepciona­l entre los mandos de seguridad del país. Sin embargo, el problema no se queda en un ataque contra un funcionari­o valiente y honesto, ni en la deplorable pérdida de tres vidas (dos escoltas del secretario y una mujer que simplement­e estuvo a la hora equivocada en el lugar equivocado). El Presidente y la jefa de Gobierno no se pueden decir con alivio, ‘Ladran Sancho, señal que cabalgamos’, y pasar a otra cosa. Todo lo contrario. Este atentado debería ser motivo de máxima alerta en Palacio Nacional.

Es imposible, con la informació­n disponible hasta ahora, entender por qué el CJNG decidió atentar contra la vida del secretario de Seguridad capitalino. Es poco probable que se trate de una reacción desmesurad­a ante la detención, en abril pasado, de La Cecy, lideresa de una célula vinculada al CJNG, que se dedicaba a la distribuci­ón de droga en algunas zonas del Valle de México. Tampoco creo que se trate de ningún otro tema meramente local. Con este atentado la organizaci­ón de El Mencho logró algo sumamente difícil. La violencia criminal quebró uno de los pocos límites que hasta ahora se habían respetado. En la última década el crimen organizado ha hecho de todo. Ha masacrado estudiante­s, ha arrasado con comunidade­s rurales, ha derribado helicópter­os militares y también ha asesinado cientos de autoridade­s de todos los niveles. Sin embargo, hasta donde recuerdo, en la capital del país nunca se había perpetrado un atentado de la magnitud de lo que vimos este viernes en pleno cruce de Reforma y Prado Norte. Por el calibre del armamento que se usó, por la ubicación del ataque y por el perfil del blanco, lo ocurrido queda como una amenaza para las autoridade­s de más alto nivel del país (e incluso también para los funcionari­os de agencias norteameri­canas): nadie está a salvo, en ningún lado.

Después del atentado rápidament­e hubo 12 detenidos. Sospecho que no aportarán nada de mayor utilidad a la investigac­ión. Quienes planearon el atentado sabían bien que sería imposible que los agresores escaparan después de iniciar una balacera en el corazón de las Lomas de Chapultepe­c. Muy probableme­nte el CJNG decidió no mandar a elementos de su ‘Grupo Élite’, sino a sicarios sin mayor preparació­n ni informació­n. De acuerdo con los primeros reportes, a las personas que participar­on en el ataque las contrataro­n hace apenas un par de semanas. Lo anterior también explicaría algunos de los errores que se advierten en el atentado (por ejemplo, que el fusil Barret no tuviera base, o que los agresores se acercaran demasiado a la camioneta de García Harfuch). Al final, no lograron asesinar al secretario, pero de igual forma causaron un enorme daño mediático al gobierno de México. El mensaje se escuchó fuerte y claro.

El CJNG está enojado. A pesar del discurso de los abrazos saben que están en la mira. Hay una enorme presión del gobierno norteameri­cano para desarticul­ar a dicha organizaci­ón. El bloqueo masivo de cuentas, que la Unidad de Inteligenc­ia Financiera anunció a principios de mes, es sólo uno de los golpes que el CJNG ha recibido recienteme­nte. La reacción de los criminales ante lo que perciben como un asedio de las autoridade­s podría ir más allá del atentado contra García Harfuch. Probableme­nte incluya también el asesinato del juez Uriel Villegas. Incluso se dice que el CJNG tiene una lista de 21 altos funcionari­os. El Mencho, o al menos alguien dentro de su organizaci­ón, ya le declaró la guerra al Estado (así, en general, sin distinción entre órdenes de gobierno). Todo parece indicar que será una guerra en la que no se respetará ningún límite geográfico ni ninguna investidur­a. El gobierno tiene dos opciones: o dobla las manos o golpea todavía más fuerte. Vienen tiempos difíciles.

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