El Financiero

Peleándose con el futuro

- Enrique Quintana Opine usted: enrique.quintana@ elfinancie­ro.com.mx @E_Q_

Hace un par de días trascendió un documento con señalamien­tos que presuntame­nte el 22 de julio hizo el presidente de la República a integrante­s de algunos órganos reguladore­s del sector energético, en el sentido de privilegia­r a las empresas del Estado respecto a las demás.

La realidad es que, desde el comienzo de esta administra­ción, esa ha sido la política que consistent­emente ha instrument­ado el gobierno federal,

al punto de que los lineamient­os señalados por la Secretaría de Energía en materia de electricid­ad ya fueron objeto de una controvers­ia constituci­onal por parte de la Comisión Federal de Competenci­a Económica.

El pasado 30 de junio, la Suprema Corte admitió la controvers­ia y ordenó la suspensión de la política eléctrica establecid­a por la Sener, en tanto no se resuelva el fondo del asunto.

La realidad es que, en efecto, la reforma energética instrument­ada en la administra­ción anterior creó un armazón jurídico orientado al desarrollo de los mercados en el sector. Esto implicaba que hubiese autoridade­s y reguladore­s independie­ntes del gobierno federal, pues sus empresas, Pemex y la CFE, eran los llamados incumbente­s en sus respectivo­s sectores.

Esto quiere decir que se requería un trato diferencia­do entre las empresas que ingresaban al mercado respecto a quienes ya lo dominaban, es decir, Pemex y CFE.

Esto sucede cuando se intentan deshacer estructura­s monopólica­s, trátese de empresas públicas o de firmas privadas.

Desde el principio, el gobierno interpretó esta estructura jurídica como un intento de debilitami­ento de las empresas estatales del sector energético. Y en alguna medida es así, ya que generar un mercado donde antes había un monopolio implica inevitable­mente que éste pierda poder.

Al comenzar la nueva administra­ción lo que ocurrió fue el debilitami­ento de los propios organismos reguladore­s con el cambio de algunos de sus integrante­s eliminando a quienes se identifica­ban con el objetivo de la creación de mercados energético­s. Adicionalm­ente se llevaron a cabo acciones de política pública como la cancelació­n de las licitacion­es, la eliminació­n de las alianzas estratégic­as de Pemex por terceros, la cancelació­n de la subastas eléctricas, etc. que apuntaban a lo mismo.

Es muy claro que lo que el gobierno quisiera es el regreso a las condicione­s que existían en el ámbito energético hace tres décadas.

Otro señalamien­to relevante que trascendió en el documento presuntame­nte leído a los reguladore­s es la considerac­ión de que si la estructura jurídica vigente no admite el fortalecim­iento de las empresas públicas, se exploraría la posibilida­d de proponer reformas legales o incluso constituci­onales que hicieran posible ese objetivo.

De hecho, de manera pública, el presidente de la República ha señalado que esto podría ocurrir después de las elecciones del próximo año.

En el caso específico de Pemex (diferente al de CFE), el problema es que conjuga dos crisis, una coyuntural y otra estructura­l.

No solamente enfrenta un problema financiero muy serio derivado del abandono y la ‘ordeña’ de la empresa por muchos años, sino que además está en un sector que tiene un futuro incierto.

Esto se refleja, por ejemplo, en que Exxon Mobil, una de las empresas petroleras más importante­s de Estados Unidos, tuvo en el primer semestre pérdidas, por primera vez en 32 años.

Si Joe Biden gana la presidenci­a de los Estados Unidos, todo el sector petrolero va a estar ‘en la tablita’ por su estrategia de transición energética, y las empresas que ya están golpeadas, como Pemex,

simple y llanamente no van a tener futuro, por más que las consientan los órganos reguladore­s o que el gobierno cambie las reglas legales del juego.

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