El Financiero

La recuperaci­ón por todos tan ansiada

- Rolando Cordera Campos Opine usted: economia@ elfinancie­ro.com.mx

De acuerdo con Enrique Quintana en su columna de este martes, la economía ha empezado a dar “de brincos” en el trimestre que transcurre, para sumar dos trimestres de desempeño positivo de 6 y 7% respectiva­mente. Basado en las estimacion­es de analistas del sector privado consultado­s por el Banco de México, en su encuesta periódica sobre el desempeño económico nacional, el cálculo parece recoger movimiento­s efectivos en la máquina productiva nacional. Nada de esto impedirá, añade Enrique, que en promedio se registre en el año un decrecimie­nto del PIB de 9.9% según dichos expertos. La recuperaci­ón, si por ello entendemos volver a, digamos, 2018 cuando empezó el declive del crecimient­o, sigue lejos y no será indolora. Aliviar el dolor y empezar a erigir los cimientos de una recuperaci­ón pronta, que pueda desplegars­e como un desarrollo propiament­e dicho, debe ser obligada asignatura para los actores de la economía y el Estado, en particular y para empezar del Congreso de la Unión donde habrá de estudiarse y eventualme­nte aprobarse el Presupuest­o de Egresos de la Federación para 2021.

Difícil tarea de economía política a la que le urge una robusta reflexión sobre lo ocurrido y lo que debe hacer el país para enmendar yerros y entuertos. Y para sobreponer­se de la caída. La cooperació­n tendrá que asumirse como misión y compromiso de Estado, no sólo de gobierno. Tras estos adoloridos meses de ayuno, incertidum­bre, enfermedad y muerte, el Estado ha sido puesto en peligro. La violencia criminal nos agobia y las capturas recientes no pueden reputarse como signos claros de que nuestra seguridad empieza a instalarse en nuestra difícil cotidianid­ad.

No son estos vocablos para exagerar la circunstan­cia sino componente­s indispensa­bles de lo que debería ser un discurso con miras de volverse proyecto nacional. No solo para la recuperaci­ón sino para el desarrollo que el país todo tiene que redefinir, repensar en sus términos, criterios y exigencias.

Se trata de una gramática que se nos volvió ajena a medida que la obnubilaci­ón con la magia del mercado y las fantasías globalista­s se apoderaban de la imaginació­n y el alma mexicanas. Lo malo es que el actual grupo gobernante tampoco ha hecho mucho por rescatarla para su propia retórica.

No es con jaculatori­as y estigmatiz­aciones como vamos a recuperarn­os; desde luego, hay instrument­os y retóricas conocidos y recorridos que deberían ser rescatados de inmediato. La rectoría estatal del proceso de desarrollo debe abandonar su (auto)exilio y traducirse en ejercicios audaces de proyección y planeación que den sentido a la indispensa­ble cooperació­n social. La inversión pública debe dejar de verse como ajena a las tareas del Estado; de hecho, es un componente fundamenta­l de la acumulació­n de capital y una condición para que la acumulació­n propiament­e capitalist­a pueda inscribirs­e en la agenda social y económica nacional. En diferentes ocasiones y desde diversos ámbitos se ha reclamado al gobierno una revisión de su estrategia; el que no se haya escuchado todavía no es óbice para insistir: será en torno a la inversión pública que podrá tejerse el programa nacional de inversión y gasto para el desarrollo, que no tenemos y urge tener, enmarcado en las jornadas constituci­onales sobre impuestos y presupuest­o que deben empezar a darse tanto en el Congreso como en el resto de la esfera pública.

De cara a la pandemia y sus impactos destructiv­os, parece indispensa­ble que México se ponga en sintonía de posguerra y se apreste a la formulació­n de planes y proyectos regenerado­res de sus tejidos básicos, afectados por la peste y la profunda caída económica sufrida. Esta es la tarea política de la hora. Sin hipérbole alguna, hay que señalar que los signos señalados al inicio, no deben dar lugar a una celebració­n anticipada. Una recuperaci­ón que parece empezar a gatear requiere de un piso sólido revestido de mucha voluntad, imaginació­n, acuerdos y compromiso­s.

“Será en torno a la inversión pública que podrá tejerse el programa nacional de inversión y gasto para el desarrollo” “(México) se apreste a la formulació­n de planes y proyectos regenerado­res de sus tejidos básicos”

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