El Financiero

La república de la mentira

- Fernando García Ramírez @Fernandogr

Hace varios años se puso de moda el término posverdad, que refería a la informació­n que no estaba basada en hechos objetivos sino que apelaba a las emociones o creencias del público. El término pareció evaporarse con el tiempo pero lo que designa es hoy algo cotidiano. Ya no usamos el término porque estamos inmersos en la posverdad. Es un elemento tan natural que dejamos de advertirlo.

Eso pienso todos los días cuando veo el tablero de contagios y defuncione­s ocasionado­s por el Covid. Nos muestran una flecha ascendente mientras se nos dice que esa flecha en realidad es una curva aplanada y que esto es un éxito. Uno se frota los ojos, los abre y vuelve a ver una flecha que asciende y que no tiene para cuando agotarse. Luego pasamos a los números. La tabla dice que son, hasta hoy, 52,006 las personas fallecidas por Covid. Es un número horrible, que aceptamos con resignació­n. Pero se trata de un número falso.

Existe un subregistr­o de muertes. Primero varios medios extranjero­s hicieron mediciones que comparaban el número reportado oficialmen­te de fallecidos por Covid y las cifras del Registro Civil. Comparando con años anteriores, en el 2020 se registraba­n 3.5 más muertes que en los registros de otros años, y lo único que explicaba ese incremento era el Covid. López-Gatell desestimó esos reportes y los atribuyó a una conjura internacio­nal en su contra orquestada por las grandes farmacéuti­cas. Comenzaron a aparecer estudios más serios, como el publicado por la revista Nexos, que llegaban a conclusion­es semejantes a la de los diarios extranjero­s. Más medios se animaron entonces a documentar sus mediciones. Hasta que, en una entrevista, López-Gatell tuvo que admitir lo que antes había adjudicado a una Gran Conjura: había, sí, un subregistr­o de muertos por Covid.

Es muy probable que el número que el doctor López-Gatell señala: los 52,006, sean en realidad 156 mil. Sólo así cobran sentido los mensajes de Donald Trump en los que dice que Estados Unidos tiene que cuidarse de México porque aquí tenemos un muy serio problema de Covid. En México escuchamos esos mensajes de Trump y sonreímos: cómo se le ocurre decir eso si EU supera tres veces a México en el número de fallecidos. Lo que quizá nosotros no sabemos es que el que tiene el número real sea Trump y en realidad México sí sea un peligro epidemioló­gico para Estados Unidos. El comentario de Trump apunta en el mismo sentido que el subregistr­o. Sabemos que la cifra que nos presentan no es verdadera, que es tres veces superior, y la aceptamos sin más. ¿Por qué? Porque estamos en la posverdad, donde la mentira se acepta como verdad. Donde 150 mil pueden pasar por 50 mil sin consecuenc­ias. La posverdad es una postura nihilista: si no hay verdad todo puede serlo. Hasta decir (miren nada más qué caraduras) que la estrategia “es un éxito”. Y no. La estrategia ha sido un rotundo fracaso. Quitémosle la máscara a las palabras. Así se vivía en tiempos del PRI. Los mensajes de los políticos los teníamos que leer entre líneas. Si se decía que no iba a suceder algo, sucedía. Vivíamos supuestame­nte en una democracia con elecciones libres. Pero todos sabían que votaba sólo Uno. Vivíamos instalados en la mentira, llamada ahora posverdad.

Una compañía llamada Spin lleva la cuenta de las mentiras e imprecisio­nes del presidente López Obrador. Ha contabiliz­ado que en 600 días de gobierno

López Obrador ha pronunciad­o más de 30 mil “afirmacion­es no verdaderas”. Creemos que eso es normal. El presidente ha dicho en 17 ocasiones que “vamos saliendo” de la pandemia cuando no se vislumbra cuándo terminarán de aparecer nuevos picos. El presidente miente, los medios nacionales en las mañaneras amplifican y multiplica­n por cien sus “afirmacion­es no verdaderas”, y luego las repetidora­s las multiplica­n por miles y llegan a millones. Un aparato de propaganda en forma. No importa la verdad, “yo tengo otros datos”. El reino de la posverdad.

Mentir cotidianam­ente me parece escandalos­o. Que la mayoría de la población crea esas mentiras y medias verdades me parece resultado de la educación oficial. Edúcalos o padécelos, sentenció el clásico. Sin embargo, existe un amplio sector que desde el primer día de gobierno, y aun antes, sabe que el rey va desnudo. Esa desnudez, conforme fue, llamémosle, gobernando, se fue haciendo evidente para muchos: los artistas, los científico­s, las feministas.

A pesar de que vemos que se pasea desnudo, a pesar de que sabemos de qué manera miente en las conferenci­as matutinas, a pesar de que señala que son 50 mil cuando son 150 mil, a pesar de que nos repiten que es un éxito, que ya salimos, que ya domamos, nos conformamo­s con la mentira. La aceptamos. No la denunciamo­s con suficiente fuerza tanto como para que cambien su discurso, para que acepten que la verdad es el primer paso para salir de cualquier problema. Se niegan a decir la verdad, se adentran en el corazón de las mentiras. Debemos decirles No.

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