El Financiero

Es culpa de los gordos

- Zavalaji@yahoo.com @juanizaval­a

Si en alguna tarea es incansable el Presidente y sus seguidores, es en la búsqueda de culpables. Son infatigabl­es. Por supuesto hay culpables reales, como Emilio Lozoya, a quien no dudan en defender para que diga otra serie de culpables y así seguir en una lista interminab­le hasta que todos seamos culpables de algo, salvo el Presidente –porque los subordinad­os siempre tendrán alguna culpa ante el jefe. Buscar culpables es una de las tareas que se imponen las tiranías. Como dijera el Presidente: no requiere de gran ciencia. Se ha probado a lo largo de la historia, una y otra vez, que provocar la división, animar los enconos, promover las acusacione­s entre la ciudadanía, diseminar el miedo, son actividade­s muy lucrativas para quien desea tener el poder sobre todos. En eso están.

Los culpables siempre son útiles. No sólo porque pueden distraer la atención de algún tema de interés, sino porque las explicacio­nes pueden ser sencillas, entendible­s. Cazar culpables es más divertido y no es necesario rendir cuentas sobre otros aspectos del trabajo público. Por ejemplo, es más fácil estar señalando gente que explicar por qué los apoyos económicos son un fracaso, por qué las empresas cierran, por qué el desempleo, por qué los cincuenta mil muertos de la pandemia. Es más fácil decir que la culpa es de fulano o de sutano. Normalment­e el manejo de la culpa en política empieza por señalar a un grupo en especial para terminar en casos particular­es que son usados como ejemplo al exponerlos al escarnio en la plaza pública. De un tiempo a la fecha el doctor López-Gatell ha decidido culpar a “los gordos”, a las personas con malos hábitos de alimentaci­ón, de múltiples males que tiene nuestro país. Muchas enfermedad­es derivadas de la pésima dieta que siguen decenas de millones de mexicanos se tienen que atender en hospitales públicos y eso es muy desesperan­te para personajes como Gatell, que preferiría­n salir en la tele en un programa de variedades dando consejos sobre qué hacer con la gripita o la comezón por los piquetes, que estar atendiendo gordos diabéticos que no supieron controlars­e a la hora de comerse dos huaraches con bistec y una memela con una coca de dos litros. Debe ser frustrante para un fifí delgadito y con ínfulas de galán ver cómo los gordos incontinen­tes le echan a perder su trabajo porque se mueren, los gordos se mueren y les vale por más que López-Gatell se los advierte. Pinches gordos. En medio de la pandemia, el gobierno ha emprendido una campaña contra la llamada comida chatarra y los refrescos. Son los culpables de que tengamos gordos. En la tierra del mole y la tlayuda, el estado de Oaxaca, decidieron prohibir la venta a menores de esos venenos –el refresco, las botanas y golosinas–; segurament­e los políticos que lo prohibiero­n se han asegurado que los infantes oaxaqueños tengan a la mano fruta, verdura y agua potable. En Oaxaca, más que los refrescos y las donas, lo único que está bien repartido es la miseria. Pero es culpa de “la chatarra”. El propio López-Gatell llamó a la Coca-Cola “veneno embotellad­o”. Todo estaría bien si hubiera un poco de congruenci­a en el gobierno al que representa el figurín del subsecreta­rio, pero uno ve a Rocío Nahle, a Paco Ignacio Taibo o a Irma Eréndira Sandoval y adivina que su dieta no está compuesta de yogurt griego, quinoa y bocadillos de brócoli. Por supuesto que de la mano de la señalizaci­ón de culpables vienen las prohibicio­nes. Prohibir es un acto simple pero desesperad­o, es el recurso del que no encuentra argumentos para disuadir, para atemperar. Han empezado por prohibir anuncios, distribuci­ón de alimentos altos en calorías, pero no han dicho lo que harán para que haya un consumo alternativ­o. De cualquier forma, ha comenzado el gobierno de las prohibicio­nes. Por culpa de los gordos, claro.

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