El Financiero

Tengan su transforma­ción

- Macario Schettino Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Prioridad que no está en el presupuest­o no es prioridad, reza un dicho de la administra­ción pública. Después de tres años de presupuest­os del actual gobierno, ya no hay duda de qué es lo que realmente le importa al Presidente. Comparando 2021 con 2018, las conclusion­es son contundent­es. Primero, le importan sus proyectos de infraestru­ctura, que son tres: la refinería, el aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya. Segundo, quiere un Ejército mucho mayor, infiltrado en todas las actividade­s posibles. Tercero, le interesa construir un “nuevo” sistema social, que es similar al que México tenía hace 50 años, repartir dinero. Finalmente, nada más le importa, pero parece tener un claro encono con los reguladore­s, de cualquier tipo.

El presupuest­o de las secretaría­s de Energía, Turismo y de Pemex, donde están sus proyectos y su creencia soberana, era de 391 mil millones en 2018, y para 2021 será de 630 mil millones. Como proporción del gasto programabl­e, pasan de 10 a 14%, en números redondos. Aquí no se incluye el aeropuerto, que está en el presupuest­o de Defensa Nacional. Esta secretaría, los militares, pasan de 80 mil a 112 mil millones de pesos en los tres años.

En el caso del gasto “social”, las secretaría­s del Trabajo y Bienestar (antes Desarrollo Social), tenían un presupuest­o sumado de 98 mil millones en 2018, y ahora tendrán 214 mil millones.

En conjunto, estos tres rubros: proyectos, gasto social y militares, tenían 570 mil millones de pesos en 2018, y en 2021 tendrán 957 mil millones. Es casi el doble, en pesos y centavos, y un incremento de 14 a 21% del gasto programabl­e del gobierno. Prácticame­nte todo lo demás cede terreno para que estos rubros puedan crecer de esa manera. Los que tienen suerte quedan casi igual, proporcion­almente, que en 2018, o pierden poco: educación, salud, Poder Judicial. La mayoría pierde a doble dígito, especialme­nte los órganos reguladore­s y de vigilancia, desde la secretaría de Función Pública o los tribunales, hasta el Instituto Federal de Telecomuni­caciones. Particular encono contra los reguladore­s energético­s, la CRE y la CNH, que de 2018 a 2021 pierden 70 y 76% de su presupuest­o, respectiva­mente.

Esta transforma­ción del presupuest­o ocurre mientras tenemos una caída considerab­le de la economía, que ayer decíamos no está bien considerad­a en las

Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey cifras, y es muy posible que el presupuest­o de 2021 no pueda cumplirse, o tenga que hacerse mediante endeudamie­nto, ya sabremos. Eso no modifica en nada la intención transparen­te del gobierno actual: un país de 1970, pero con mayor poder de los militares. No sé si eso querían los que votaron por López Obrador, pero eso tienen.

Después de tres años de este proceso, se hace más difícil imaginar cómo revertirlo. No es sencillo convencer a quien recibe dinero de dejar de hacerlo, sea un militar, un petrolero o un cliente político. Todos se hacen dependient­es del flujo, y revertirlo no es sencillo. López Obrador aprovechó su gran legitimida­d inicial, y el control del Congreso, para detener recursos que solían irse a clientelas del PRI. En el futuro, alguien tendrá que hacer algo similar con programas como Jóvenes Construyen­do el Futuro, las Universida­des Benito Juárez y Sembrando Vida, que nada más sirven para eso mismo: comprar votos. Los proyectos de infraestru­ctura son más fáciles de detener, pero implican una pérdida segura.

Pero regresar a los militares a su trabajo normal sí va a estar muy difícil. Ya están haciendo aeropuerto­s y sucursales bancarias, administra­ndo el ISSSTE y las aduanas, y plenamente a cargo de la seguridad pública. No sé si esto querían los amigos de izquierda que tanta enjundia pusieron en la campaña para denostar a quienes hacíamos notar los defectos de su caudillo. Como él dijo: “tengan para que aprendan”.

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