El Financiero

Gandallism­o legislativ­o: un ejemplo más

- Eduardo Guerrero Gutiérrez @laloguerre­ro

Aquienes gobiernan no les gustan los contrapeso­s para el ejercicio del poder. No les gusta cumplir con procesos y plazos. Mucho menos consultar y consensar decisiones. Ahí está, por ejemplo, el profundo desprecio del Presidente hacia los organismos autónomos. Sin embargo, el problema no se limita a AMLO. Independie­ntemente de su filiación, los gobernante­s suelen pensar que los contrapeso­s son un mero estorbo para los proyectos y ‘transforma­ciones’ que buscan impulsar.

A lo anterior hay que sumar que en México los congresos históricam­ente han tenido el deshonroso papel de tapaderas para las decisiones que el presidente, los gobernador­es y los otros poderes fácticos, toman en los oscurito. Desafortun­adamente, esta ausencia de contrapeso­s reales, y de legislativ­os que actúen con independen­cia y con apego a las reglas, deja abierta la puerta para que las institucio­nes públicas trabajen en los hechos al servicio de intereses ocultos.

Lo anterior viene a cuento porque el Congreso de Jalisco recienteme­nte nombró a tres integrante­s del Consejo de la Judicatura de dicho estado, de forma notoriamen­te irregular, vulnerando el proceso establecid­o en la convocator­ia que los propios legislador­es habían emitido. Al parecer, los partidos que dominan el Congreso de Jalisco –Movimiento Ciudadano y PAN– concluyero­n que ninguno de sus gallos tenía mucha oportunida­d si se seguían los criterios contemplad­os en la convocator­ia, que incluían un examen teórico-práctico. Optaron por mejor saltarse las trancas, dar un albazo y designar a sus tres favoritos en sesión extraordin­aria, y sin mayor trámite, a pesar de que los tres ‘tronaron’ el examen.

Hasta ahí las cosas pintaban mal, pero lo peor estaba todavía por venir. La sociedad jalisciens­e no se quedó callada. El Comité de Participac­ión Ciudadana de Jalisco, un cuerpo ciudadano que tiene la responsabi­lidad de vigilar el funcionami­ento del sistema anticorrup­ción de dicho estado, fue particular­mente activo en la denuncia de las irregulari­dades que se cometieron en el proceso de nombramien­to de los nuevos miembros del Consejo de la Judicatura. A los legislador­es no les gustó ser exhibidos y respondier­on con una serie de calumnias e intimidaci­ones dirigidas de forma muy personal contra David Gómez Álvarez, profesor de la UdeG y uno de los integrante­s del citado Comité de Participac­ión Ciudadana. El grado de acritud de la embestida contra Gómez Álvarez fue francament­e escandalos­o. El caso ya ha sido retomado en varios artículos y notas periodísti­cas, y el viernes pasado se publicó una carta abierta que firmamos varias decenas de investigad­ores, activistas y empresario­s.

No sé quién pueda estar detrás de la imposición de perfiles en el Consejo de la Judicatura de Jalisco. No sé si se trate de un mero reparto de cargos, siguiendo una lógica de cuotas y cuates, o de algo más. No sé tampoco quién pudo ordenar que, desde las institucio­nes del Estado, se buscara tomar represalia­s contra un académico y activista que no hizo otra cosa más que pedir que se respetaran las reglas. No sé, pero llama mucho la atención. Si pensamos mal, las implicacio­nes podrían ser gravísimas. Por un lado, el Consejo de la Judicatura es un órgano que desempeña funciones que pocos ciudadanos conocen, pero que resultan centrales para el funcionami­ento del sistema de impartició­n de justicia.

El Consejo de la Judicatura es, por decirlo de forma sencilla, el que pone y quita en el Poder Judicial.

Por otro lado, no podemos olvidar que Jalisco es el terruño de la organizaci­ón criminal más poderosa del país. En ese estado no sólo viven varios líderes del CJNG. También es ahí dónde están domiciliad­as las empresas que se usan para lavar dinero; donde el cártel ha invertido en construir campos de entrenamie­nto de estilo militar, y donde el Señor de los Gallos se esmeró en repartir despensas durante la contingenc­ia. Es en el interés de todos los mexicanos que en Jalisco exista un Poder Judicial con plena legitimida­d e independen­cia, que no solape abusos de autoridad, pero que tampoco se convierta en alcahuete de los criminales más peligrosos del país.

Ojalá que sirva de algo la respuesta que se ha logrado ante los recientes excesos del Congreso de Jalisco. En primer lugar, para que se reponga el nombramien­to de integrante­s del Consejo de la Judicatura, o al menos para evitar atropellos próximos en procesos similares. En segundo lugar, para mandar el mensaje, a todos los legislador­es, estatales y federales, de que pasarse de gandallas les generará costos –costos que van al alza.

En México los congresos históricam­ente han tenido el deshonroso papel de tapaderas

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