El Financiero

Cuando más se necesita

- David Calderón @DavidResor­tera

Es una convicción arraigada en Mexicanos Primero: defender el derecho a aprender de niñas y niños pasa por defender el derecho a aprender de sus maestras y maestros. Los profesiona­les a quien la sociedad entera recurre para que apoyen el aprendizaj­e de la joven generación no pueden quedarse sin aprender.

Si para todos –contadores y mecánicos, médicas y pilotos, abogados e ingenieras– aprender a lo largo de la vida ya no es un deseo curioso y una elegante rareza de aristócrat­a victoriano, sino una auténtica necesidad para mantenerse vigente en su labor y efectivas, efectivos en lo que aportan a la sociedad, imaginemos a los maestros.

“No cualquiera puede ser maestro” es lo más cierto del mundo: todas y todos debemos ser apoyo solidario, pero las largas jornadas de la sana distancia en esta pandemia han confirmado como nunca esta verdad. Apilar los materiales, o leer unas páginas de libro de texto y parafrasea­rlas como se nos ocurra no es garantía del aprendizaj­e. El mejor video juego, el más avanzado “curso en línea” palidece ante el saber sazonado de una gran maestra, de un verdadero educador profesiona­l;

Presidente Ejecutivo de Mexicanos Primero no es sólo informació­n o contenidos, es saber procedimie­ntos, es saber cómo aprenden distintas personas, es saber conducir y tener la capacidad de pedir el extra de esfuerzo e ingenio que da siempre dulces frutos.

Este prolongado cierre de aulas no sólo confirmó cuánto dependemos del trabajo de los maestros, cómo son literalmen­te insustitui­bles, y cuánto hay que preparar –con extremo cuidado, y no sólo epidemioló­gico– que se produzca el reencuentr­o con sus alumnos que llevan medio año en un forzado régimen que llega a casi ayuno para las mayorías.

Por eso indigna, por ello es objeto de la mayor repulsa la decisión de la administra­ción actual de hacer tan desatinado­s y contraprod­ucentes recortes a aspectos clave del sector educativo. Del secretario general de las Naciones Unidas al supervisor más novato, cualquiera que le dedique unos minutos a pensar en la educación como derecho concluye que tras el cierre completo y ya tan extendido en el tiempo de los centros escolares, lo que se debe hacer es invertir más en educación. Pero el Proyecto de Presupuest­o de Egresos de la Federación para el año entrante (PPEF 2021) que mandó Hacienda a ser revisado por la Cámara de Diputados, que son quienes deben aprobarlo, es de lo más decepciona­nte que haya visto en años. No dudo en motejarlo, y lo reitero, de “atraco”. Es un asalto, es un despojo.

Las y los maestros en ciernes necesitan el máximo apoyo para preparse a ser los docentes de las niñas y los niños del bache, del día en que la escuela cerró apresurada­mente, de los “pandemials” como se les comienza a llamar. La Constituci­ón, la Ley General de la Carrera de Maestras y Maestros, el Programa Sectorial de Educación, el Segundo Informe de Gobierno… vamos, hasta el mismísimo texto del Proyecto de Presupuest­o dice que antes se desdeñó a los normalista­s, pero que ya no. Y en la realidad de los números se asesta el golpe artero: los programas S300 y U040, dice la exposición de motivos del desdichado Proyecto, van a concentrar las actividade­s para fortalecer la formación docente; pero como si fuese burla, en las tablas de asignacion­es se extinguen. Así, los fondos, como denunciaro­n los rectores del propio Consejo Nacional de Autoridade­s de Educación Normal, quedarían en el presupuest­o en un equivalent­e a 229 pesos por normalista.

Las y los maestros en servicio van a necesitar, en 2021, el máximo apoyo posible para su formación continua. Es ahora cuando más se necesita que estén a su disposició­n las herramient­as y el acompañami­ento para extender sus habilidade­s digitales. Lo que han debido hacer en forma apremiante se convertirá, como para sus colegas en todo el mundo, en un rasgo del ser docente.

Ser maestro en el mundo contemporá­neo va a implicar no poder ser sustituido­s por los videos y las plataforma­s informátic­as, pero sí dominarlos y ajustarlos. Los educadores han de consolidar­se como editores de material multimedia, como diseñadore­s de ambientes de aprendizaj­e digital y presencial, dos mundos que se van a conectar –es lo deseable– sin abismos ni discontinu­idades, del zoom al cuaderno, de la pizarra digital a la de acrílico, de pintar y recortar a elegir y rotar en la pantalla. Para que no sea angustia y sobrecarga, los maestros que ya hoy están en servicio necesitan una formación sólida en las estrategia­s de contención y desarrollo socioemoci­onal. Los efectos de la pandemia en estrés, cambio de rutinas y de horarios, falta de activación y trastornos de sueño van a tomar su cuota en los alumnos. El maestro que hoy se necesita no es el simple “enseñador” sino una figura de confianza y serenidad, que pone disciplina inteligent­e y produce motivación verdadera, sin amenazar con castigos ni animar, pavloviana­mente, con premios de dulces o puntos. Pero para la formación de sus maestros, la administra­ción actual está proponiend­o gastar 71 pesos al año por maestro.

El PPEF 2021 para educación es una burla, un agravio, una incongruen­cia mayúscula. Pone a los funcionari­os educativos en calidad de rehenes de una visión de austeridad que es contraprod­ucente, y al discurso oficial a favor de los maestros como una engañifa procaz. Esto todavía puede cambiar. ¿Cómo? Si los diputados (muchos de los cuales vienen del magisterio) muestran un mínimo de dignidad y sensatez, e impiden que se dañe la vida de sus colegas, y con ellos, la de millones de niñas y niños. Exijamos a nuestros representa­ntes que no se haga esta mutilación al cuerpo de nuestra nación. Invertir en nuestros maestros ahora es cuando más se necesita.

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