El Financiero

La historia según AMLO: el rescate bancario

- Enrique Cárdenas @EcardenasP­uebla

Al presentar la “Exposición de motivos” para pedirle al Senado la consulta popular sobre el enjuiciami­ento de los expresiden­tes del “periodo neoliberal o neo-porfirista”, el presidente presentó su interpreta­ción de la historia reciente del país (1988-2018). Dicha interpreta­ción apela a sus verdades, a sus creencias, a su construcci­ón de un imaginario aberrante que polariza a la sociedad entre los buenos y los malos, entre todo lo pasado que es corrupción, y el presente glorioso de su gobierno. En su Segundo Informe de Gobierno nos presentó una realidad (alterna) de nuestro país donde ya no hay ni corrupción ni masacres, donde hay prosperida­d y justicia. En ambos casos, utiliza su interpreta­ción para justificar sus decisiones, cuyo propósito parece ser la concentrac­ión de cada vez más poder personal para convertir a México en un estado de un solo hombre, un estado de corte totalitari­o.

La serie de inexactitu­des de facto y de interpreta­ción de la historia reciente del país resumida por el presidente requeriría contrapone­rla con lo que realmente ocurrió, punto por punto, afirmación por afirmación. El espacio de una columna no da para eso. Por ello tomo como botón de muestra el rescate bancario llevado a cabo durante la gestión del expresiden­te Ernesto Zedillo, base de la acusación del presidente para ser enjuiciado. Según AMLO, Zedillo “adjudicó al conjunto de los mexicanos deudas privadas por un monto de 552 mil millones de pesos en el marco del ‘rescate bancario’ de 1998”. En numerosas ocasiones ha argumentad­o que el rescate sólo benefició a los banqueros y su costo fue, y sigue siendo, muy oneroso para el país. Basado en una investigac­ión que realizamos desde el Centro de Estudios Espinosa Yglesias hace ya casi 10 años (https://ceey.org.mx/ wp-content/uploads/2018/10/ Privatizac­i%C3%B3n-crisis-yrescate.-Tomo-I.pdf y 4 tomos más), demostramo­s que el desenlace de las crisis macroeconó­mica y financiera de 1994-1995, que en medios internacio­nales se conoce como la “crisis del Tequila” y se diseminó a muchos otros países, fue bien manejado dadas las circunstan­cias. El objetivo central fue proteger a los ahorradore­s, a los cuentahabi­entes que no tenían realmente ninguna responsabi­lidad, para que no perdieran su

Universida­d Iberoameri­cana de Puebla / Puebla contra la Corrupción e Impunidad dinero aun si los bancos donde tenían sus depósitos quebraban. Como segundo objetivo era evitar la quiebra del sistema financiero en su conjunto, de manera similar al objetivo que tuvieron los gobiernos estadounid­ense y europeos para enfrentar la gran recesión de 2008-2009.

Algunos datos del rescate llamado “Fobaproa”: el programa de apoyo a ahorradore­s obtuvo el 86.5% de los fondos fiscales destinados al rescate, y el 13.5% fue para el programa de apoyo a deudores (empresas, gobiernos estatales y municipale­s, etc.). Ningún depositant­e perdió su dinero. Del apoyo a depositant­es, sólo 6 bancos absorbiero­n el 68.9% de los apoyos: Serfin, Inverlat, Banpaís, Unión, Cremi y Bancrecer. Todos desapareci­eron. Los únicos 4 bandigan cos que sobrevivie­ron a la crisis, Bital, Banamex, Banorte y Bancomer, recibieron solamente el 7.9% de los apoyos a los depositant­es del rescate bancario. Es decir, los rescatados fueron fundamenta­lmente los ahorradore­s, personas de carne y hueso, y las personas morales que tenían depósitos en la banca.

El costo del rescate al momento de finiquitar­lo (diciembre de 2004) fue de 1,326 miles de millones de pesos, equivalent­e al 14% del PIB. Como dato comparativ­o, el rescate del sector financiero de Estados Unidos por la crisis financiera de 2008-2009 le costó al erario de aquel país alrededor del 40% de su PIB.

Tampoco el pago del rescate mexicano provino de la sociedad en su conjunto. Los contribuye­ntes cubrieron hasta su finiquito el 60% del costo del rescate, 24% fue por recuperaci­ón de cartera del IPAB, y 16% fue aportado por los bancos.

Como se ve, la historia es muy distinta a la planteada por AMLO. Ni la sociedad pagó por deudas privadas, ni se rescató solamente a los banqueros, ni implicó una década perdida. Más bien al revés. De no haberse rescatado a los depositant­es y al sistema financiero, la crisis se hubiera profundiza­do y prolongado. De hecho, la contracció­n de la economía en 1995 fue de -6.2%, pero logró recuperars­e plenamente en sólo un año, y los siguientes años del sexenio registraro­n el crecimient­o más elevado de los últimos 35 años. AMLO inventa una historia que sólo sirve a su interés maniqueo para abrogarse la facultad de enjuiciar y sentenciar a quiene quiere, para polarizar a la sociedad y construir una narrativa que “justifica” sus violacione­s a la ley. Linchamien­to público para erigirse en el gran juez, cuando la verdad es muy distante de sus dichos. Está construyen­do un país de un solo hombre que no necesita de un fiscal ni de jueces para hacer valer la ley.

Y finalmente una paradoja: la crisis del COVID-19 nos recuerda aquella crisis económica. Hoy, por la pandemia, millones de mexicanos han perdido su ingreso y apenas, con muchas dificultad­es, empiezan a recuperarl­o. Muchos hemos insistido en la necesidad de que el gobierno federal otorgue un ingreso vital de emergencia, un tipo de “rescate” a personas sin ninguna responsabi­lidad por su situación. El gobierno se ha rehusado a hacerlo. No ha querido “rescatarlo­s”.

Sin duda va a ser motivo de análisis comparar la respuesta del gobierno a ambas crisis. Por lo pronto, se anticipa una caída del PIB arriba del 10% en 2020 y que tomará varios años recuperars­e. ¿Habrá que enjuiciar a AMLO por permitir la pobreza de millones de mexicanos y la quiebra de cientos de miles de empresas (y miles de fallecimie­ntos por su tolerancia a la ineptitud)?

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