“¡Viva la grandeza cultural!”
Lo gritó fuerte y claro: “¡Viva la grandeza cultural de México!”. El significado y la construcción de cultura es amplísimo, la bibliografía para definir todo lo que cabe en esta palabra abarca varios doctorados; sin embargo, cuando el Presidente pronunció esa línea seguramente pensó en Monte Albán, Palenque y Papantla, pensó en Calakmul y en las calles de Guanajuato, en los mercados de Oaxaca, en el Paseo Santa Lucía, en Tamayo, en Siqueiros, en los textos de Rosario Castellanos, en el Jarabe Tapatío, en la Bamba, en la Danza del Venado, en Elisa Carrillo, en el Mariachi, en las fiestas patronales, en el Día de Muertos y, por último, en el Zócalo que tenía frente a él –seguro un par de cosas más, porque la frase se pronuncia en menos de dos segundos– y sí, no hubo alguien que se opusiera a esta arenga: “¡Viva la grandeza cultural de México!”. Ahora, habría que pensar en quién sostiene esta cultura; sí, en parte millones de personas que viven y preservan las tradiciones, pero también gran parte de esta “grandeza cultural” es rescatada, estudiada, cuidada y abrazada por miles de mexicanos que forman parte de institutos, academias y proyectos de investigación. Hablar de cultura también es incluir a todo un aparato que necesita recursos y un presupuesto digno para realizar su trabajo y mantener viva esta “grandeza”.
Contrario al Grito tan efusivo, está el presupuesto destinado al andamiaje cultural para el próximo año, el cual privilegia el proyecto del Bosque de Chapultepec y olvida las numerosas protestas y pronunciamientos públicos de trabajadores de la cultura en lo que va del último año. Hace algunos días el periodista Francisco Morales publicó en Reforma un detallado recuento sobre la austeridad propuesta en el Paquete Económico 2021 para la cultura. La nota está sustentada con el análisis del especialista en políticas culturales Carlos Villaseñor y lo que podría parecer un aumento del 3.45 por ciento en el total del dinero a este ramo, en realidad es una disminución en el gasto operativo. Así lo explica: “De los 13 mil 985 millones de pesos planteados para el ramo en el 2021, 3 mil 508 millones serán destinados exclusivamente para el megaproyecto del Bosque de Chapultepec, lo que implica que todas las demás dependencias tendrán que operar con apenas 10 mil 477 millones de pesos en todo el país. ‘Una disminución que coloca a éste como el presupuesto más bajo de la historia respecto del gasto total, considerando, insisto, que el gasto de 3 mil 500 millones es solamente para el Bosque de Chapultepec’, expone Villaseñor”. Así de claro, los miles de trabajadores e instituciones de cultura tienen para el próximo año el presupuesto más bajo de la historia. Así es como el presupuesto para el Bosque de Chapultepec, de 3 mil 508 millones de pesos, supera por 300 millones de pesos el del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura –que incluye escuelas, museos, galerías, centros culturales, patrimonio artístico, asuntos internacionales, sólo por mencionar algunas de las áreas–, y rivaliza con el presupuesto del Instituto Nacional de Antropología e Historia, que asciende a 3 mil 800 millones, este último responsable de todas las zonas arqueológicas, escuelas, red de bibliotecas y decenas de museos a nivel nacional.
Ojalá el grito estuviera acompañado de la promesa de campaña de dotar de más herramientas y dinero a la cultura, ojalá supiera el trabajo que hay detrás de esa “grandeza cultural” que le valió un “Viva”. Todos entendemos la situación económica tan compleja que viene después de la pandemia, pero la espalda al sector cultural no fue resultado de esta crisis, el reclamo tiene 18 meses y la mala es que tendrán que esperar.