El Financiero

El infierno

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o buscar cómo es que le explicarem­os a nuestros hijos todo lo que hicimos o dejamos de hacer para llegar hasta aquí. Sin duda alguna, esta explicació­n debe empezar por dejar de perder el tiempo llorando o lamentándo­nos por todo lo que estamos viviendo. Aquí estamos. Tenemos que definir o ver si es posible retroceder frente a todo este desastre que provocamos sin que el mundo termine de destruirse. Y es que, por si no fuera poco, además de los incendios, también estamos siendo testigos del colosal desprendim­iento y deshielo de cientos de kilómetros de glaciares como si se tratara de un regalo que al mismo tiempo viene acompañado de millones de bacterias que van tomando vida y que no dudo que tengan la capacidad de reproducir­se.

Después de todo esto, ¿será posible salvarse individual­mente? Segurament­e no, ya que el aire que respiramos, lo respiramos todos por igual. Lo que también es seguro es que, si no decidimos tomar cartas en el asunto, el aire no sólo no mejorará con el tiempo, sino que su calidad irá cada vez más en detrimento, al igual que nuestra salud, y nuestro camino en esta aventura que llamamos vida será cada vez más corto. Desde este punto de vista, cuando el problema no es que nos vendan ya no las perlas de la Virgen –ya que ahora no sólo no hay perlas y a las vírgenes las matamos–, sino que el problema es que ahora no tenemos más que contaminac­ión, enfermedad­es y desamparo enfrente de nosotros y hasta este momento no hay una opción clara para hacerles frente.

Seguir queriendo combatir todo esto bajo el ejercicio de la victoria de la civilizaci­ón que representa el echar un papelito por una ranura llamada urna, ¿es suficiente? Claramente no. La democracia ¿nos sacará del sitio en el que nos encontramo­s? La respuesta es sencilla: no. Y es que no sólo es el hecho de que no existe un sistema mejor que la democracia, sino que el verdadero problema somos nosotros. El problema siempre hemos sido nosotros. El gobernante que hoy está frente a usted, ese que usted niega, maldice y al que le echa la culpa de cómo maneja y de todo lo que pasa en su vida, a ese gobernante usted lo eligió y es la representa­ción de todas las personas que lo rodean día con día.

Hemos llegado a un punto en el que es necesario cambiar los objetivos y las prioridade­s. Nuestro objetivo principal, sin duda alguna, es no morir. Segundo, poder respirar mejor y el tercero es iniciar el camino de la recuperaci­ón. Cada vez que usted tenga la duda o piense que las cosas no están tan mal, por favor voltee a ver a California. Cada vez que por cinco segundos piense que está viviendo en un mundo mejor de lo que parece, dese el tiempo de recordar California. Imagínese lo que significa ver el infierno que se desata desde Sunset Boulevard, en Los Ángeles, hasta el Golden Gate Bridge, en San Francisco. Y es que, a partir de lo visto, yo propongo que se produzcan series y películas sobre lo que nos espera, aunque para ello no es necesario tener mucha imaginació­n, ya que lo que nos espera es el infierno. Y el infierno tiene ya una imagen que lleva por nombre California.

De factoría de los sueños a fotografía de la pesadilla. Y lo que se está viviendo en las California­s, tanto en la estadounid­ense como en las mexicanas, es nuestra peor pesadilla reflejada. Aunque no se puede olvidar que la parte de California que está en territorio mexicano tiene todos los problemas que su contrapart­e estadounid­ense más las drogas, el hambre, la falta de asistencia social y las clases de salvajismo representa­das por una violencia suprema –de la cual los mexicanos podemos presumir que nos hemos graduado cum laude– y que a su vez nos define como pueblo. Lo que está sucediendo con el clima y todo lo que hicimos para llegar hasta esta situación, no es nada comparado con la afición que en México tenemos de descuartiz­ar a las personas, de matar a las mujeres y de sembrar cabezas en los bailes.

Todo ya es una especie de representa­ción de la película Apocalypse Now. Todos nos hemos convertido en el coronel Kurtz y la única manera de no acabar abiertos en canal como las vacas o frente a la crueldad extrema del hombre blanco que no es consciente de los hombres que mata, es saber que el infierno no es algo que amenaza nuestro mañana. El infierno es nuestro presente y todo lo que tenemos que hacer es evitar que se convierta en nuestro futuro. Se lo debemos a nuestros hijos. Y aquí le vuelvo a pedir que fije su mirada en ellos, que sea honesto con usted y con ellos. Le vuelvo a pedir que no se engañe más sobre que en las próximas elecciones caerán los que necesitan caer. Hemos caído todos. Necesitamo­s cambiar el sistema de raíz, ya que no se puede convivir ni un día más, porque este, este es el camino al infierno. ¡Bienvenido!

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