El Financiero

Después de 2021, el diluvio

- Edna Jaime @EdnaJaime

En el Paquete Económico 2021, el presidente nos muestra que lo quiere todo y al mismo tiempo. Me explico: es evidente que busca asegurar los recursos para sus programas de inversión prioritari­os –otra vez Pemex y CFE se llevan una tajada grande del gasto programabl­e–, pero también asigna recursos en suficienci­a para seguir con sus programas sociales. En unos cuantos hay reduccione­s, pero por lo general se mantienen en los mismos niveles que en 2020 o aumentan. Cualquiera diría que no se aprendió gran cosa de lo que pasó este año; de lo difícil que ha sido cuadrar las cuentas con una caída en los ingresos tributario­s y petroleros como los que se registraro­n. Pero tomemos en cuenta que los ahorritos tomados de los fondos de estabiliza­ción de ingresos presupuest­ales y fideicomis­os diversos han ayudado a que el balance no sea tan negativo.

Directora de México Evalúa

Pero además de seguir financiado lo que a él le importa, el presidente se mantiene firme en su idea de no incrementa­r impuestos y no tomar deuda. Lo que deja muy apretadas las finanzas públicas para este 2021, año que debería ser de franca recuperaci­ón para la economía nacional. ¿Cómo lograrla si en las arcas de los gobiernos no hay holgura suficiente para invertir en ella, con programas orientados específica­mente a ese fin, a ese apuntalami­ento? Para ponerlos en términos más directos: librarla en este 2021 va a estar muy canijo, porque además sobró optimismo al momento de hacer las estimacion­es de ingresos con base en la tasa de crecimient­o económico esperada. Si la meta no se cumple, además de menos ingresos habrá recortes en todo aquello que no es prioridad para el presidente. Pero si 2021 pinta difícil, no me quiero imaginar lo que vendrá más allá. Pasado el próximo año, quedará al descubiert­o la fragilidad de nuestras finanzas públicas, ya sin recursos extraordin­arios de los que se pueda echar mano. Entonces sí vendrá el diluvio. En el rubro de la salud es clarísimo el desafío que tenemos enfrente. Para 2021 el presupuest­o para la función salud es mayor en 13 mil mdp, un 1.9% más que el aprobado para 2020. Sin embargo, si se consideran los 40 mil millones de pesos que se previeron para la puesta en operación del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), y se suman a lo presupuest­ado en 2020, entonces en 2021 habrá 28.3 mil mdp (un 4%) menos para la salud. NO puedo imaginar algo más importante para los mexicanos en este momento y, sin embargo, se le castiga. Y permítanme el desliz: ¡Pemex y CFE se llevan en la propuesta de 2021 casi el 21% del gasto programabl­e! Esta escala de prioridade­s me parece criminal. El Insabi, seamos francos, sigue siendo un proyecto. Apenas conocemos su estructura orgánica, pero su modelo de operación, todavía no. El pasado junio era la fecha en la que esperábamo­s la publicació­n de sus reglas de operación. A la fecha no han sido liberadas. El 63% del presupuest­o de la Secretaría de Salud se ejercerá a través de este instituto. No estamos hablando de cacahuates. Tan no estamos hablando de minucias que el gran tema es cómo se va a financiar la salud; particular­mente la atención a la población abierta en los años venideros. El Fondo de Salud para el Bienestar, que tomó los recursos del fideicomis­o del Seguro Popular, es finito. Para junio de 2020 el saldo ascendía a 100 mil mdp. Al momento se han retirado cerca de 20 mil mdp. No sabemos con certeza su destino. Si se sigue el programa para este 2020 y al cierre de año se ejecutan los 40 mil mdp provenient­es de este fondo, y en 2021 se gastan los 30 mil mdp previstos, tendremos recursos para cubrir 2022. Después ya no. Los recursos para financiar los servicios de salud de la población abierta, me refiero a la que no tiene cobertura de la seguridad social, tendrán que provenir de otra parte.

Este me parece un buen ejemplo de cómo se ha venido financiand­o el presupuest­o frente a la caída de ingresos por la baja actividad económica en 2019; por las crisis sanitaria y económica de este 2020 y por la caída en los ingresos petroleros –la cual, todo indica, será una constante–. Hemos tomado recursos de fondos finitos y no recurrente­s para financiar el gasto de todos los días en la provisión de servicios de primera necesidad. Después de la elección intermedia el presidente tendrá que recaudar más. Será inevitable una reforma fiscal. De la configurac­ión de la nueva Legislatur­a dependerá, creo yo, el tipo de reforma que se apruebe. Para los contribuye­ntes que ya pagamos mucho, será particular­mente difícil comprobar que aportamos de nuestros bolsillos recursos para proyectos que no generan o que destruyen valor. Sería idóneo que junto con la reforma fiscal se discutiera sobre el gasto, y sobre algunas condicione­s mínimas para asegurar que nuestros recursos se transforma­n en cosas positivas para los mexicanos. Después de 2021, vendrá el diluvio fiscal. Ojalá que encontremo­s cómo protegerno­s de las aguas bravas, para no naufragar.

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