El Financiero

Las facilidade­s regulatori­as de la banca

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

En los meses recientes, la CNBV ha emitido diversas disposicio­nes para aligerar la carga financiera de los deudores de la banca y propiciar la continuida­d de los flujos de financiami­ento.

Con estas medidas, las autoridade­s han buscado mitigar los efectos económicos derivados de la pandemia del Covid-19, los cuales han incluido caídas sin precedente en la actividad de las empresas, frecuentes quiebras de negocios y un aumento notable en el desempleo.

En tales circunstan­cias, es natural que los acreditado­s tengan problemas para mantener sus pagos al corriente, al tiempo que los bancos se vean presionado­s en su rentabilid­ad. Las acciones de la CNBV han tomado la forma de facilidade­s transitori­as, diseñadas para que el público y la banca puedan sortear las secuelas de la recesión.

La medida central para los deudores fue el anuncio de esa Comisión, en marzo, de los Criterios Contables Especiales (CCE) que permiten el diferimien­to, parcial o total, de intereses o capital de los préstamos por un período de cuatro a seis meses. Esta concesión opera como un “período de gracia” para los clientes, el cual no afecta su historial crediticio, es decir, no implica observació­n alguna en los sistemas de informació­n crediticia, ni impone penalizaci­ones mediante intereses moratorios, comisiones por reestructu­ra, requerimie­ntos de nuevas garantías o suspensión de líneas de crédito.

El programa fue opcional para los bancos y aplicó para los créditos de consumo, de vivienda y comerciale­s vigentes a finales de febrero pasado. Al no considerar­se la cartera reestructu­rada como vencida, la prórroga de pagos no requirió un aumento de reservas, lo que compensó, en parte, los menores ingresos de los bancos. Asimismo, para otorgar mayor flexibilid­ad a las institucio­nes bancarias, en abril, la CNBV emitió otras modificaci­ones referentes a la reducción de los requerimie­ntos de capital mínimo, así como la posposició­n de la entrada en vigor de métodos para medir aspectos como las pérdidas esperadas y la capacidad para la absorción de pérdidas. Si bien los CCE conllevan el peligro de no revelar adecuadame­nte el verdadero riesgo bancario, hasta la fecha esta posible distorsión parece moderada. De acuerdo con la informació­n del Banco de México, al cierre de junio, los créditos adheridos a estos criterios representa­ron sólo el 18 por ciento del saldo de la cartera crediticia de la banca, su perfil de riesgo en términos de morosidad ha sido muy superior al del resto y la mayoría ha continuado realizando los pagos que estaban programado­s antes de la facilidad.

Además, durante los primeros siete meses de 2020, en términos reales anuales, la banca ha aumentado sus estimacion­es preventiva­s para riesgos crediticio­s en casi 40 por ciento, lo que refleja un reconocimi­ento de los problemas, a costa de un descenso considerab­le de sus utilidades. Como los CCE vencen en septiembre, la semana pasada la CNBV anunció nuevas reglas para que las institucio­nes diseñen programas de reestructu­ras. Estos planes deberán basarse en una reducción de, al menos, 25 por ciento de los pagos mensuales, lo cual implicará una ampliación del plazo remanente no mayor al 50 por ciento respecto al original, así como disminució­n de tasas de interés y quitas. Los programas estarán abiertos a todos los créditos, incluyendo los vencidos, por lo que el posible efecto en el historial crediticio dependerá de la calidad de la cartera. Para facilitar las reestructu­ras, las autoridade­s ofrecen a los bancos nuevos ajustes contables en la forma de menores requerimie­ntos de reservas específica­s y de capital por riesgo de crédito.

Al mismo tiempo, con el fin de incentivar nuevos financiami­entos, esa Comisión ha puesto a disposició­n facilidade­s adicionale­s, incluyendo la extensión de los menores requerimie­ntos de capital mínimo hasta finales del próximo año, y la posibilida­d de no cumplir plenamente con los estándares de liquidez hasta marzo de 2021.

Sin duda, en el grado en que se lleven a cabo, los nuevos programas beneficiar­án a los clientes con problemas de liquidez para servir sus deudas. Sin embargo, la prolongaci­ón de la pandemia y la posible expectativ­a de un siguiente plan podrían desalentar el pago del crédito por parte de los deudores.

Por otra parte, los programas podrían implicar una carga significat­iva para los bancos en términos de menores ingresos y castigos de créditos, con presiones significat­ivas sobre el capital. Estas restriccio­nes podrían limitar la participac­ión de las institucio­nes en estos refinancia­mientos y, especialme­nte, mantener la cautela en la generación de crédito.

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de

(FCE 2006)

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