El Financiero

La encuesta de Morena

- Alejandro Moreno Opine usted: amoreno@elfinancie­ro.com.mx @almorenoal

Luego de concluir la primera de sus dos etapas, la encuesta de Morena para definir a su nueva dirigencia amerita algunas reflexione­s. Hace unos días expuse aquí la idea de que, aunque las encuestas son magníficos instrument­os para conocernos como sociedad, para reflejar a la opinión pública, y para asistir la toma de decisiones, emplear encuestas para ejercer la función partidista de selección de líderes puede ser muy problemáti­co. Lo que hemos visto hasta ahora lo confirma.

Piense usted en lo siguiente: Las diversas encuestas que se hacen y publican durante periodos de elecciones buscan (1) medir el mismo fenómeno (la intención de voto); (2) suelen plantear en esencia la misma pregunta (“Si hoy fueran las elecciones, ¿por quién votaría usted?”); (3) emplean el mismo criterio de selección de muestras (adultos con credencial para votar vigente), y (4) suelen reportar lo mismo (por lo general, los porcentaje­s, ya sea en bruto o en efectivo, que obtiene cada candidatur­a o partido político). Adicionalm­ente, (5) podemos –y solemos– comparar los resultados de las encuestas contra el resultado oficial de la elección, para ver qué tan cercanas o desviadas fueron las estimacion­es.

Las encuestas emplean múltiples recursos metodológi­cos y una variedad de prácticas para llevar a cabo su labor de medición. A eso le llamamos pluralidad metodológi­ca: las encuestas electorale­s buscan medir el mismo fenómeno, pero pueden variar en sus técnicas, recursos y tiempos, así como en las experienci­as, capacidade­s y gustos de sus responsabl­es. Debido a la pluralidad metodológi­ca, los resultados pueden legítima y auténticam­ente discrepar entre sí, aun y cuando el objeto de medición sea el mismo. Ahora piense en lo siguiente: En una encuesta enfocada a renovar la dirigencia de un partido, como la de Morena, la tarea no es medir, sino definir, y el objeto a definir ha sufrido de ambigüedad, de inconsiste­ncia e incluso de improvisac­ión. En su primera etapa, la encuesta de Morena privilegió el reconocimi­ento (simplement­e a quién conocen y a quién no), pero la segunda etapa se enfocará a algún tipo de preferenci­a entre los cinco finalistas (de hecho, la pregunta es “a quién elige usted”). El criterio no solamente cambió, sino que pudo ser prácticame­nte cualquier otro: una valoración de capacidade­s y aptitudes de los aspirantes, su compatibil­idad ideológica con los seguidores, o algo que ayude a los propósitos del partido fuera del mero reconocimi­ento de alguien.

Además, los criterios de elegibilid­ad de los participan­tes en la encuesta de Morena (¿a quién se debe preguntar?) son poco confiables, se requiere pasar un filtro afirmando que se es simpatizan­te o militante del partido, sin ninguna validación. Ni siquiera hay una población específica con la cual anclar el proceso de muestreo, todo se hace por la vía de la eliminació­n por filtros. Si el objetivo de la encuesta fuera la estimación, el error probableme­nte sería enorme. Para “fortuna” del ejercicio del INE, no hay contra qué comparar para darse cuenta del grado de error. Los resultados de la encuesta oficial simplement­e dirán quién gana y punto. En todo esto no sólo ha habido improvisac­ión, sino elementos notables de arbitrarie­dad. Y cuando hay arbitrarie­dad, el principio de replicabil­idad científica se complica.

La encuesta de Morena que organiza el INE sufre de estas y otras limitacion­es. Casi podría decir que sienta precedente­s de malas prácticas. Por ahí alguien afirmaba que el problema no es la encuesta. Coincido, es su uso, o, mejor dicho, su mal uso. Al INE le cayó la papa caliente y ha tenido que lidiar con ella, en buena medida confiando el asunto a casas encuestado­ras privadas. Eso nos lleva a otro aspecto que se ha discutido poco y que quizás requiera una mayor deliberaci­ón. Al INE lo rigen principios democrátic­os como la equidad, la inclusión, la participac­ión, las libertades, los derechos, la imparciali­dad, entre otros. Escuché a un consejero electoral explicar que para contratar a las empresas encuestado­ras se convocó a dos asociacion­es gremiales únicamente. Vale la pena preguntars­e si con ello se siguió un proceso abierto, democrátic­o, incluyente, participat­ivo, equitativo, o si se excluyó a profesiona­les perfectame­nte competente­s que no forman parte de esas dos asociacion­es. La preocupaci­ón no tiene que ver con la encuesta de Morena en sí, sino con la aplicación de los principios democrátic­os del INE en todas y cada una de sus tareas, incluida esta.

Usar encuestas para la función partidista de selección de líderes puede ser problemáti­co

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