¿Comienza el fin del populismo?
El desenlace del estado de salud de Trump –que, como López Obrador, fue incapaz de mostrar respeto por la gente colocándose un cubrebocas– es incierto, como su continuidad en la presidencia de Estados Unidos. Peña Nieto y López Obrador apostaron todo a su favor, algo extraño por tratarse de un presidente racista y abiertamente antimexicano. Su lógica (mejor quedar bien con el abusador que enfrentarlo) fue cobarde pero los presidentes mexicanos la calificaron de “realista”.
Antes de ser presidente López Obrador era otro. No es cierto que siempre cumpla lo que dice, ni que tenga principios, ni que sea un terco incapaz de cambiar de opinión. Con Trump dio un giro total. Como candidato López Obrador se desgañitaba diciendo que él, a diferencia de Peña Nieto, contestaría cada insulto de Trump a México, cada tweet. Fue una afirmación falsa. En todos los tonos Trump ha insultado y amenazado a México: en discursos y con tweets, de palabra y con obra: el muro se está construyendo.
Peor aún: el gobierno desnaturalizó la Guardia Nacional recién creada para usarla como muro de contención de los migrantes centroamericanos. Trump ganó: se erigió en México un muro humano de 27 mil elementos de la Guardia Nacional y sí, México terminó pagándolo. Para López Obrador la mejor política exterior no es la interior (eso sólo es un eslogan), sino la sumisión ante el poderoso extranjero.
Dice el presidente que el diálogo con sus críticos debe ser “circular”. De acuerdo a su doctrina, si la prensa lo critica, él la critica. Si la prensa lo insulta, él le contesta. Qué gallardía la del presidente. Ojalá esa misma gallardía la hubiera aplicado en algún momento contra Trump. Si Trump critica, AMLO calla. Si Trump amenaza, AMLO cede. Si Trump insulta, AMLO dice que él respeta mucho a Trump. Con Trump el diálogo no es “circular” sino horizontal, “lo que usted diga, señor Trump”. ¿Quiere que vaya a Washington en plena campaña electoral a firmar el T-MEC? AMLO va. Justin Trudeau no acude, por dignidad. Promocionales con la imagen de AMLO se han utilizado en algunos estados para la campaña de Trump. ¿Qué ha dicho sobre esto el mandatario mexicano? Cuando se lo preguntaron su respuesta fue atacar a Proceso ya Reforma, es decir, lo habitual.
Si pierde Trump la reelección y llega a ir a la cárcel, tendremos dos discursos. Al interior, el discurso oficial será que resistimos heroicamente a Trump pero que el corazón de la 4T está y siempre ha estado con Biden. Es mentira, claro. Pero a la comunicación oficial no le tiembla la mano para soltar mentiras de ese calibre. Sus jilgueros darán unas cuantas maromas verbales y se adaptarán a la nueva verdad oficial. Nada nuevo. Al exterior va a ser más complicado el trabajo de Ebrard. Los demócratas acabarán aceptando sus razones y sus disculpas porque hay que trabajar con México. Pero la relación no será sencilla. López Obrador representa lo mismo que Trump. Un populista que no atiende a la ciencia. Un populista que amenaza a la prensa y a los valores democráticos. La relación amistosa entre Trump y López Obrador no ha sido retórica: se aprecian por sus semejanzas.
“Me anima el hecho –escribió López Obrador a Trump en julio de 2018– de que ambos sabemos cumplir lo que decimos y hemos enfrentado la adversidad con éxito. Conseguimos poner a nuestros votantes y ciudadanos al centro y desplazar al establishment o régimen predominante”. Esa familiaridad con su semejante se terminará con el arribo de Biden. López Obrador, como Trump, desestimó la peligrosidad del virus y animaba a salir a la calle y abrazarse en marzo. Como Trump, rechazó el cubrebocas a pesar de que al hacerlo enviaba a la sociedad el mensaje de que no era necesario usarlo. Una costosa
... apostar por Trump, como abiertamente lo hizo López Obrador, es apostar por 4 años más de infamia, de desprecio a la democracia y a la tolerancia
negligencia machista aquí y allá. En el fondo, la misma. Trump recomendó como remedio sustancias tóxicas, López Obrador esgrimió un amuleto. Los insultos y amenazas que ha proferido Trump a la prensa son perfectamente intercambiables con las que López Obrador ha proferido contra los medios y los periodistas. Como Trump, López Obrador apostó al pasado, a las energías fósiles y al rechazo de energías alternativas. Como López Obrador, Trump ha mostrado su desprecio por los grupos feministas y por el medio ambiente. Tuvimos la mala fortuna, dirán los creyentes en los astros, de que estas dos malas estrellas se encontraran en nuestro cielo político.
La campaña norteamericana por la presidencia, con el contagio de Covid de Trump, profundizó su tendencia a favor de Biden. Sin embargo, después de la sorpresa de hace cuatro años, es complejo arriesgar un pronóstico. Lo cierto es que apostar por Trump, como abiertamente lo hizo López Obrador en su viaje a Washington, es apostar por cuatro años más de infamia, de desprecio a la democracia y a la tolerancia. La presidencia de Trump le causó un profundo daño a Estados Unidos, ridiculizó la política, amenazó a la prensa, hizo girar todo en torno a su enorme ego. Polarizó a la sociedad. Como aquí.