El Financiero

Heredé el horror por el coyotaje: Emilio Lozoya

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Todo lo que voy a contar aquí ocu- rrió una tarde de los primeros meses del año 2013, en el piso 44 de la Torre de Pemex. Dos personas que presenciar­on esta conversaci­ón me dieron detalles y algo más que palabras para corroborar cada frase de Emilio Lozoya, entonces director de Pemex.

como le decían sus enemigos, afirmaba: “heredé de mi pa- dre (Emilio José Lozoya Thalmann) el horror por el coyotaje... Mucha gente que iba conmigo en las universida­des privadas se dedica a comer en Polanco y andar intermedia­ndo, en vez de que hayamos creado una generación de emprendedo­res y gente que esté pensando en traerse tecnología”.

Las personas que asistieron a esta charla fueron testigos de la estrategia que pensaba instrument­ar Lozoya Austin al frente de Pemex: “Te voy a decir lo que voy a hacer. Dentro de la ley estoy contemplan­do utilizar la figura de libro abierto... que es un costo fijo más un costo de porcentaje, entonces yo sé exactament­e en cuánto compro... No hay manera de ocultar, digamos, ganancias, pero por otro lado no tengo que licitar y me ahorro en cada proceso de 8 a 10 meses; entonces la única forma en la que posiblemen­te se inconforme­n algunos (proveedore­s) es porque no les tocó a ellos Como si fuera brujo, Emilio Lozoya hablaba sobre los empresario­s corruptos en México y el débil sistema de justicia que permite salvar de la cárcel a estos personajes. A 7 años de distancia, uno puede ver que en aquel tiempo se creía sus propias mentiras al precisar cínicament­e que: “En México no hay una ley que te permita, de una forma digamos más leal, combatir la corrupción… es evidente, escandalos­o”.

A inicio del sexenio pasado gozaba del afecto de todo el gabinete, en especial porque era cercanísim­o al presidente Enrique Peña Nieto y negociaba la Reforma Energética: “Créeme que lo que podemos ver para adelante es una chingonerí­a, y digo, hay que echarle dinero bueno al bueno, no bueno al malo”, sentenciab­a.

Otro tema interesant­e que se mencionó en esa conversaci­ón fue cómo llegaron y acompañaro­n al exdirec(contratos)”. tor de Pemex sus notables y decentes amigos Froylán Gracia García, Arturo Henríquez Autrey, Rodrigo Arteaga o Carlos Roa. Por si alguien tenía dudas, les dejo esta pequeñísim­a reflexión de Emilio Lozoya: “Yo me dediqué toda o una buena parte de mi vida a la reestructu­ración de empresas que implican muchos movimiento­s litigiosos (sic). Lamentable­mente, Pemex aquí tiene mala imagen, hay que mejorarla, trabajarla y puedes encontrar mejor talento”.

Antes de terminar la reunión y después de cuestionar la supuesta corrupción que se presentaba en Pemex, uno de los presentes le preguntó: ¿Qué dice tu padre (Lozoya Thalmann)? “No, pues más de lo que me dice me platica... si te crías en un lugar donde la honradez y los principios son una parte importante (sic)...”

El ego y la arrogancia de Lozoya Austin hacían de una anécdota con su padre un martirio para quienes atentos lo escuchaban: “Me gusta el box, yo boxeé con Ricardo López

(excampeón mundial de boxeo) durante 10 años. Me gusta mucho (el box) y a mi papá también. Fuimos a ver una pelea en Las Vegas, tenía como 14 (años)”.

El exdirector de Pemex culminaba su casi monólogo al afirmar que necesitaba mantenerse “con una mente propositiv­a porque hay tanta podredumbr­e. Cuando yo tenía mis fondos invertí en varias empresas de geología”.

Enrique Peña Nieto escuchó esta plática a finales del año 2013. Quienes lo acompañaba­n notaron algo más que molestia en el expresiden­te. Ya comenzaban a escucharse anécdotas negras del exdirector de Pemex y sus amigos.

Así terminó aquella reunión en una tarde gris, como las que enfrenta Pemex todos los días con una caída en la producción que no se veía en 40 años, al reportar 1 millón 604 mil barriles por día y un exfunciona­rio acusado de recibir millones de dólares de Odebrecht y a quien se le investiga por múltiples delitos.

Pero esta historia tendrá un final. Abogados cercanos a su grupo de asesores externos están seguros que no habrá forma de que Lozoya Austin

no pise la cárcel y se le imputen todos los delitos que le adjudican, ya que sus señalamien­tos no van acompañado­s de pruebas. Quizá las autoridade­s actuales deberían escuchar a este exdirectiv­o, quien hace siete años justificab­a que no existían leyes sólidas para castigar la corrupción. Por cierto ¿alguien lo ha visto en México?

El Principito,

Finito

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ESMERALDAO­RDAZ FOTOARTE:

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