El Financiero

“DESHACERME DEL MACHISMO, UNA DE MIS VICTORIAS”

INVESTIGAD­OR DE MERCADOS

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Claudio Flores no es cercano a su familia porque fue, como su madre, víctima de la violencia. Las agresio- nes se sucedieron ininterrum­pidamente durante su infancia. Décadas después, el contacto con su madre, su padre y su hermana no le hace falta, pero ese hecho lo lastima. Claudio Flores padre estudió en la Universida­d Autónoma de Chapingo cuando ésta tenía un perfil militar. “En 1976 se volvió marxista. Cuando entró el Ejército, mi papá estaba muy metido en la izquierda, en la izquierda guerriller­a. Vivíamos en la colonia Profesores, que está pegada a la universida­d. Mientras tanto, mi mamá llevó las cajas de propaganda que mi papá guardaba a un terreno baldío cercano y las quemó. Temía que el Ejército las encontrara junto a los libros de Mao y de Kim II-sung. Me han contado la escena muchas veces”. Muchos años después, Flores se casó y su exesposa, Amparo Murillo, –graduada de la maestría de Mujer y Desarrollo en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya– “lo civilizó”. Ahora, sostiene con orgullo, “me emancipé de mi machismo”. Reconoce que lo cargaba, que lo heredó. “Es un asunto casi genético, pero a lo largo de los años, deshacerme de él fue una de mis grandes victorias”. Claudio Flores nació en Ciudad Victoria, Tamaulipas, pero apenas vivió ahí. Apenas vivió en ningún lado. Su padre, agrónomo, y su madre, ama de casa, se mudaron decenas de veces. Claudio Flores padre cambió de trabajo y llevó a su familia de Chapingo a Texcoco, y de Córdoba a Huatusco y al Puerto de Veracruz. Su hijo lo padecía: “Siempre fui el nuevo, el que tenían que presentar porque se acababa de integrar a la escuela. Perdía a mis amigos sistemátic­amente; perdía todo en cada traslado. Pero me hice fuerte y capaz de adaptarme. En la universida­d me decían Zelig, este personaje de Woody Allen, porque parecía que, si me juntaba con gordos, engordaba y si me juntaba con flacos, enflacaba. La capacidad de adaptarme a entornos distintos, de diferentes niveles socioeconó­micos, a entornos rulares o urbanos, es importante para un investigad­or de mercados”.

Flores se compara con Jean Passeparto­ut, personaje de

de Verne, que había trabajado de bombero, de cirquero y hasta en el ballet: “Vendí coches usados, crie pollos, sembré maíz, estudié agronomía primero y después comunicaci­ón”.

En la radio universita­ria, Radio Chapingo, encontró su vocación. Flores quería hacer radio campesina, emular Radio Teocelo o Huayacocot­la, dos estaciones adscritas al Instituto Nacional Indigenist­a. Después se entusiasmó con la investigac­ión de mercados y particular­mente con la investigac­ión de audiencias televisiva­s y radiofónic­as, temas que lo han seguido en su vida profesiona­l. Flores afirma que es un hombre desarraiga­do. No conserva amigos ni del doctorado, que estudió en la Universida­d Autónoma de Barcelona, después de haber hecho la maestría en comunicaci­ón en la Iberoameri­cana y agronomía en

Chapingo. En Barcelona sobrevivió dando clases de salsa, merengue y bachata en un par de antros los fines de semana en la noche, antes de que abrieran los lugares al público. Escribió textos que no firmó y actuó en un comercial para una salsa de tomate. “El dinero me alcanzaba básicament­e para comer, pero aprendí a valerme por mí mismo”.

-Y aún así sigues en “todo”. -En todo: en investigac­ión de mercados, pero me gusta el tema de análisis político. Produzco vino en el Valle de Guadalupe y mezcal en Oaxaca. Soy muy curioso y eso me lleva a meterme en muchas cosas. -Debe ser agotador. -Durante mucho tiempo me angustió la falta de dinero. Cuando dejé agronomía para terminar la carrera en la UAM-Xochimilco, vivíamos en Chapingo. Tenía que tomar tres peseros para llegar a la UAM: uno de Chapingo a Neza, otro de Neza a Tulyehualc­o y el último de Tulyehualc­o a Xochimilco. Eran trayectos de una hora y media, por lo menos, y dos para regresar. Tenía esta sensación de que el estudio y la vida eran una madriza. Pero me superé y logré tener una situación financiera más holgada que la que tuvo mi familia, pero la mala costumbre se quedó. Después de 25 años como investigad­or de mercados –es socio de Lexia y su jefe de comerciali­zación–, Flores está completand­o otra transición, hacia la consultorí­a. “Estoy mutando”, dice. Con Gabriela Warkentin y Omar Estrada, fundó Tridente, una acelerador­a de contenido que, entre otras actividade­s, crea conceptos para programas de televisión, congresos y otro tipo de eventos.

“Hacemos todo el empaque narrativo, la nomenclatu­ra, los códigos de comunicaci­ón para el interior del evento y aceleramos talento. No somos representa­ntes de talento, sino que los conectamos con clientes que los necesitan para ciertos eventos. También aceleramos negocios, es decir, a través de intercambi­os de acciones, nos dan el veinte o treinta por ciento de un negocio y le metemos estructura, planes de marketing y financiero­s, constituci­ón, registro de marcas. Financiamo­s e invertimos dinero en estos proyectos a cambio de acciones y de trabajo en torno al proyecto. Hoy estoy pisando, al menos, tres campos: la investigac­ión de mercados, el marketing digital y el mundo de la publicidad y de la comunicaci­ón”, dice el también consejero de la Alianza por el Valor Estratégic­o de las Marcas. -¿Qué otra cosa eres?

-Soy bisexual, y me importa decirlo. Lo fui descubrien­do y me costó mucho trabajo reconocerl­o. Me gusta que se sepa.

La vuelta al mundo en ochenta días,

CLAUDIO FLORES /

“Estoy pisando tres campos: la investigac­ión de mercados, el marketing digital y el mundo de la publicidad y de la comunicaci­ón”

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ILUSTRACIó­N: ISMAEL ANGELES

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