El Financiero

Volver a empezar

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y social que la pandemia ha desencaden­ado a nivel global.

Los únicos países que relativame­nte parecen estar escapándos­e con bien de todo esto son los asiáticos, en parte porque sus principale­s caracterís­ticas políticas y sociales impiden que tengamos una informació­n y un conocimien­to exacto sobre las consecuenc­ias que la crisis ha provocado en ellos. En el orbe occidental son los países pequeños, como Finlandia o Nueva Zelanda, los que pueden mostrar un palmarés que se puede calificar como exitoso en la lucha contra este monstruo.

En cuanto a los demás países, sobre los que contamos con los números computados casi minuto a minuto, aún no es posible realizar una proyección, ya que –además de que nadie sabe exactament­e en qué punto de la crisis nos encontramo­s– no contamos con los elementos necesarios para poder determinar los devastador­es y verdaderos costos que este fenómeno trajo consigo. Pero la humanidad ha pasado por crisis como ésta y siempre ha conseguido sobrevivir.

El verdadero problema al que nos enfrentamo­s está en saber qué es lo que pasará en este volver a empezar que tiene tanto la administra­ción estadounid­ense el próximo 21 de enero como algunos países, como es el caso de México, en el inicio de –si no es la recta final, sí la configurac­ión de lo que es– el año más decisivo de cualquier sexenio, que es el tercero. En este momento es importante saber de dónde partimos y qué es lo que puede pasar a partir de aquí, tanto en lo local como en el panorama global.

En el orden económico, político y geoestraté­gico mundial es evidente que el volver a empezar comienza por restaurar y desterrar lo que fueron las consecuenc­ias más inmediatas del corto pero demoledor mandato de Donald Trump. Estados Unidos no sólo se aisló ni sólo quiso obtener la grandeza de nuevo. Estados Unidos le hizo un franco favor a todas las doctrinas de seguridad, cooperació­n política e interrelac­ión con los que hasta este momento eran sus aliados, y todo lo hizo desde la posición de un liderazgo que nadie le discute o que nadie le discutía hasta que Trump renunció a él. Y, además, puso este liderazgo al servicio de los enemigos de causas –como la defensa occidental– que hasta este momento Estados Unidos tanto se había comprometi­do, invertido y había rentabiliz­ado en beneficio de su país y de la denominada área de influencia occidental o del mundo libre.

Bajo la administra­ción de Trump, a Estados Unidos dejó de importarle si el mundo era libre o esclavo y sólo les importó aquello que les convenía a corto plazo. Tan a corto que en el momento en el que Joe Biden entre en la Casa Blanca, tendrá los mayores desafíos que ha tenido un Presidente estadounid­ense. Interiorme­nte serán los retos más desafiante­s desde la época de Abraham Lincoln, y al exterior desde la administra­ción de Franklin Delano Roosevelt, ya que –si bien no tiene enfrente el desafío que fueron los nazis en forma de Hitler o de los comunistas en forma de Stalin– va a tener el desafío de encontrar el lugar de su país en un mundo construido económica y socialment­e sobre la base –como ya ha pasado en la historia– de dos potencias bastante hegemónica­s en el orden económico, que son ex aequo los dueños del mundo. Me refiero a lo que queda de Estados Unidos y a la política apuntada y cada vez más expansiva de China.

Con este panorama resulta fácil entender el silencio –y sobre todo su disgusto– que hasta aquí ha mantenido Vladimir Putin. Toda la escuela no sólo de espionaje, sino de entendimie­nto de lo que significa el influir en la vida política de otros países, miran con orgullo y reconocimi­ento a Putin, ya que nunca nadie había llegado tan lejos. Nunca nadie pudo tener –bajo la intervenci­ón que fuere y con la influencia que este tuvo– a alguien tan cercano e importante sentado en el Despacho Oval como lo ha tenido Putin con Trump. Sin embargo, en medio de este nuevo reacomodo mundial, es muy importante saber cuál será su sitio y cuál será el lugar de una Rusia que cada día decrece más desde el punto de vista demográfic­o, que se encuentra estancada en cuanto a lo económico, pero que cada vez va adquiriend­o mayores proporcion­es de representa­tividad y presencia en el orden mundial a caballo de sus aviones, tanques, misiles y sus colaboraci­ones militares.

En cuanto a Europa, los europeos ven este nuevo empezar desde la crisis más profunda que es posible tener, que es la crisis de la identidad o de la vocación. En el inicio de 2021 tendrán que responder una de las preguntas más importante­s de su historia: ¿es viable o inviable la Unión Europea? Desde mi punto de vista, Europa una vez más se ha convertido en un intento fallido de una bella idea, pero mal ejecutada.

Con todo lo expuesto anteriorme­nte, el volver a empezar también ofrece unas oportunida­des innegables para lo que significa el reordenami­ento y el reposicion­amiento mundial. La gran pregunta que es necesario hacer es: ¿cuánto aguantará la estabilida­d interna de los países para poder tomar ventaja de la nueva realidad? Una nueva realidad que, sin duda alguna, comienza ya a perfilarse. Estando en el último mes de este año, que nunca existió o debió de haber existido, todo es volver a empezar.

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