El Financiero

La 4T contra

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De acuerdo a un nuevo monitoreo realizado por Lantia Consultore­s, de las personas que de enero a octubre de este año fueron detenidas y puestas a disposició­n de la autoridad, y que los medios identifica­n como integrante­s de alguna organizaci­ón criminal, 309 son presuntos miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación. Es decir que cada mes, en promedio, se arrestó a 31. La cifra es casi el triple a los 10.5 arrestos mensuales de integrante­s del CJNG que en promedio se registraro­n en 2019. Es claro que el gobierno de AMLO tiene un blanco prioritari­o, y que ese blanco es el CJNG. En lo que va de 2020 las detencione­s en contra de otros grupos criminales importante­s, incluyendo al

al

Cártel de Sinaloa, Cártel del Noreste La Unión Tepito,

y a han permanecid­o estables o incluso han disminuido. La embestida contra el CJNG no sólo se ha notado en términos cuantitati­vos. La organizaci­ón de Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, también ha sido la que ha recibido algunos de los golpes cualitativ­amente más contundent­es. Entre los 309 detenidos hay 60 que ocupaban una posición importante (entre otros perfiles, eran jefes de sicarios, jefes regionales o autoridade­s que colaboraba­n con el CJNG). Por ejemplo, hace algunos días fue detenido en Puerto Vallarta Agustín González Chavarín, El Guty, de quien se dice que era uno de los operadores más cercanos a El Mencho y que era responsabl­e de abastecer a la escolta personal de su jefe. Con esta detención pareciera que el cerco en contra de Oseguera Cervantes finalmente se va cerrando y que una captura podría ser inminente. La decisión de AMLO de lanzarse con todo contra el CJNG

implicó sepultar para siempre la estrategia de “abrazos no balazos”. También significó fortalecer aún más la posición de los mandos militares, que inevitable­mente son quienes encabezan esta lucha. Del total de arrestos de integrante­s del CJNG, en un 13 por ciento hay participac­ión directa de elementos de Sedena, mientras que en un 28 por ciento se registra participac­ión de la Guardia Nacional (a diferencia de las acciones en contra de otras organizaci­ones, que son encabezada­s en su gran mayoría por corporacio­nes de policía estatal). La sorpresiva liberación del general Cienfuegos tal vez no hubiera ocurrido si el gobierno de México no hubiera podido demostrar que, siguiendo los deseos de Washington, Sedena y la Guardia Nacional habían logrado debilitar al CJNG

en los últimos meses.

La embestida del gobierno, y la eventual captura de El Mencho,

tendrán enormes implicacio­nes en el panorama criminal del país. Por un lado, como ha ocurrido antes, surgirán nuevos liderazgos y nuevos conflictos. Actualment­e ya existen facciones con intereses contrapues­tos, estas facciones inevitable­mente recurrirán a la violencia armada una vez que la organizaci­ón pierda cohesión interna. Tal vez la más temible sea el Grupo Élite, una banda con organizaci­ón y armamento militar, que en los últimos meses se ha enfocado en la guerra contra el Cártel de Santa Rosa de Lima, en Guanajuato. Sin embargo, hay una veintena más de grupos que operan en alianza o subordinac­ión directa al

CJNG. Estos grupos se convertirá­n en una pesadilla aún mayor en el futuro próximo, sobre todo para las autoridade­s estatales y municipale­s. En el Valle de México, por mencionar un caso, opera el

Cártel Tepito Nueva Generación, una franquicia del CJNG que tiene presencia (por lo menos) en siete alcaldías de la CDMX, además de Ciudad Nezahualcó­yotl.

Por otro lado, si efectivame­nte se logra debilitar y desarticul­ar al

CJNG se dará un paso importante, que podría ser positivo en el largo plazo. Desde que Los Zetas dejaron de existir como una organizaci­ón cohesionad­a, a principios del sexenio de Peña Nieto, el CJNG quedó como el principal motor de la expansión del crimen organizado en el país. El CJNG tiene un modelo de negocio sumamente eficaz: utiliza las enormes ganancias que genera el tráfico trasnacion­al de drogas para financiar ejércitos privados, que a su vez le permiten incursiona­r en nuevos giros delictivos, desde el robo de combustibl­e hasta la trata de personas, en prácticame­nte todo el país. Sin el empuje del CJNG, difícilmen­te hubiéramos observado el espectacul­ar aumento de los delitos de alto impacto, y de la violencia, que se observó en el último lustro en estados como Veracruz, donde históricam­ente la presencia del crimen organizado había sido marginal.

En lo inmediato no habrá sustituto para el CJNG. No hay ninguna otra organizaci­ón con presencia nacional y con recursos equiparabl­es, que pueda tener un impacto así de desastroso (si bien el Cártel de Sinaloa tal vez tendría los recursos, su cúpula ha mostrado menor interés en incursiona­r en actividade­s ajenas al tráfico de drogas). Sin embargo, no será fácil mantener esa situación. El desafío para el gobierno de AMLO no es arrestar a una serie de blancos y desmantela­r una gran organizaci­ón criminal. Eso lo hicieron también, en su momento, Peña Nieto y Calderón. El verdadero desafío vendrá después, y consiste en lograr que los grupos que llenen el vacío que dejará el CJNG sean distintos: menos grandes, pero también menos violentos, y con una menor capacidad para corromper las institucio­nes de seguridad y justicia.

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