El regreso de los profesionales
Si algo caracterizó al gobierno de Donald Trump fue la ausencia de servidores públicos de carrera, funcionarios con probada experiencia en la diplomacia, en la seguridad, en los temas jurídicos, incluso tal vez, en los económicos. Steven Mnuchin, su secretario del Tesoro los 4 años de su mandato, venía del mundo cinematográfico como productor ejecutivo e inversionista de ese sector, con experiencia bursátil y financiera. La administración Trump fue un desastre en términos de política de gobierno, de manejo profesional y ejecutivo de múltiples temas. De ahí los tropiezos y los escándalos: la trama rusa de intervenir, hackear e influir en el proceso electoral de 2016; o la extorsión a Ucrania para producir una investigación en contra del hijo del hoy presidente electo, Joe Biden. Y como esa, sume usted, el desastre en la relación con China, la ruptura con Irán –gran logro de la administración Obama– el inexplicable acercamiento con Corea del Norte, o la desestabilización de
Oriente Medio. Y todo esto, sólo en el sector diplomático. El presidente de Estados Unidos es responsable de la designación directa –algunos con obligada aprobación del Senado– de cerca de 4,500 nombramientos. Embajadores, directores de agencias, representantes especiales ante organismos, enviados, jefes militares, y muchos más. Trump dejó a más de 1,500 sin designar porque no tenía equipo ni amigos suficientes para cada cargo.
Biden significa –más allá de simpatías o fobias– el regreso de un equipo profesional al gobierno federal de Estados Unidos. No amigos, no empresarios –Wilbur Ross, secretario de Comercio con Trump–, tampoco figuras de los medios conservadores –Fox News se convirtió en proveedor de por lo menos 9 funcionarios en materia de comunicación, relación con medios y redes sociales de la Casa Blanca.
Biden anunció puestos clave del gabinete, secretario de Estado, del Tesoro, del Trabajo y Educación, su equipo de Seguridad Nacional, y tan sólo ayer, el de Comunicación en la Casa Blanca. Todos tienen experiencia de trabajo en el gobierno, algunos más de dos administraciones, Obama y Clinton. Son probados servidores públicos, conocedores de la ley: no llegan al cargo a servir al presidente de Estados Unidos, sino al pueblo estadounidense. Esta premisa básica es algo que nunca pudo entender Trump, no se trataba de sus empleados, sino de funcionarios con responsabilidades constitucionales que, a pesar de la orden y la voluntariosa imposición del presidente, no podrían o no deberían violar.
Por ello hoy están en la operación de limpiar y eliminar todas las huellas. Michael Flynn, culpable y sentenciado por una Corte Federal, recibió el perdón presidencial la semana pasada. Roger Stone, propagandista y manipulador de redes, mensajes, medios e instituciones, recibió el mismo perdón a mediados del verano. William Barr, titular del departamento de Justicia, fiscal general de la nación, enfrentará graves problemas para explicar su conducta ilegal, violando todo precepto en aras de satisfacer los designios de su jefe. El más notorio de ellos, el escándalo del FBI y la salida abrupta de James Comey cuando se negó a doblegar al fiscal independiente Robert Mueller.
Barr y Michael Pompeo tendrán tarde o temprano alguna investigación abierta por conductas ilícitas y procedimientos antiéticos. Muy probablemente, es mi pronóstico, no enfrentarán procesos y acusaciones legales, pero se abrirán investigaciones por su cuestionable proceder.
Hoy están literalmente, como película de Hollywood, rompiendo expedientes, destruyendo papeles, borrando memorias y servidores. ¿Imagine usted los comunicados con la embajada de Ucrania desde la Casa Blanca y el Departamento de Estado? Altamente incriminatorios.
Otro regalo de despedida del señor Trump será la aceleración del muro fronterizo. No se quiere ir sin completar al máximo su extensión, aunque nunca tuvo aprobación del Congreso, ni fondos, ni el beneplácito de los estados fronterizos, le agregó unos cuantos cientos de kilómetros. Será un monumento a su gobierno y su rechazo a los mexicanos, a los centroamericanos y a otros migrantes.
Los nombramientos de Biden apuntan a dos prioridades: equilibrio económico, impulso a clases populares y desfavorecidas, y combate al Covid. Si a eso agrega usted todos los esfuerzos para unir a un país dividido y confrontado, ya con eso, tendrá trabajo suficiente. Afortunadamente, tendrá un equipo de primer nivel, de arranque, con la central figura de Kamala Harris como vicepresidenta, quien jugará un papel de relevancia en el próximo gobierno.