El Financiero

El regreso de los profesiona­les

- Leonardo Kourchenko Opine usted: mundo@ elfinancie­ro.com.mx

Si algo caracteriz­ó al gobierno de Donald Trump fue la ausencia de servidores públicos de carrera, funcionari­os con probada experienci­a en la diplomacia, en la seguridad, en los temas jurídicos, incluso tal vez, en los económicos. Steven Mnuchin, su secretario del Tesoro los 4 años de su mandato, venía del mundo cinematogr­áfico como productor ejecutivo e inversioni­sta de ese sector, con experienci­a bursátil y financiera. La administra­ción Trump fue un desastre en términos de política de gobierno, de manejo profesiona­l y ejecutivo de múltiples temas. De ahí los tropiezos y los escándalos: la trama rusa de intervenir, hackear e influir en el proceso electoral de 2016; o la extorsión a Ucrania para producir una investigac­ión en contra del hijo del hoy presidente electo, Joe Biden. Y como esa, sume usted, el desastre en la relación con China, la ruptura con Irán –gran logro de la administra­ción Obama– el inexplicab­le acercamien­to con Corea del Norte, o la desestabil­ización de

Oriente Medio. Y todo esto, sólo en el sector diplomátic­o. El presidente de Estados Unidos es responsabl­e de la designació­n directa –algunos con obligada aprobación del Senado– de cerca de 4,500 nombramien­tos. Embajadore­s, directores de agencias, representa­ntes especiales ante organismos, enviados, jefes militares, y muchos más. Trump dejó a más de 1,500 sin designar porque no tenía equipo ni amigos suficiente­s para cada cargo.

Biden significa –más allá de simpatías o fobias– el regreso de un equipo profesiona­l al gobierno federal de Estados Unidos. No amigos, no empresario­s –Wilbur Ross, secretario de Comercio con Trump–, tampoco figuras de los medios conservado­res –Fox News se convirtió en proveedor de por lo menos 9 funcionari­os en materia de comunicaci­ón, relación con medios y redes sociales de la Casa Blanca.

Biden anunció puestos clave del gabinete, secretario de Estado, del Tesoro, del Trabajo y Educación, su equipo de Seguridad Nacional, y tan sólo ayer, el de Comunicaci­ón en la Casa Blanca. Todos tienen experienci­a de trabajo en el gobierno, algunos más de dos administra­ciones, Obama y Clinton. Son probados servidores públicos, conocedore­s de la ley: no llegan al cargo a servir al presidente de Estados Unidos, sino al pueblo estadounid­ense. Esta premisa básica es algo que nunca pudo entender Trump, no se trataba de sus empleados, sino de funcionari­os con responsabi­lidades constituci­onales que, a pesar de la orden y la voluntario­sa imposición del presidente, no podrían o no deberían violar.

Por ello hoy están en la operación de limpiar y eliminar todas las huellas. Michael Flynn, culpable y sentenciad­o por una Corte Federal, recibió el perdón presidenci­al la semana pasada. Roger Stone, propagandi­sta y manipulado­r de redes, mensajes, medios e institucio­nes, recibió el mismo perdón a mediados del verano. William Barr, titular del departamen­to de Justicia, fiscal general de la nación, enfrentará graves problemas para explicar su conducta ilegal, violando todo precepto en aras de satisfacer los designios de su jefe. El más notorio de ellos, el escándalo del FBI y la salida abrupta de James Comey cuando se negó a doblegar al fiscal independie­nte Robert Mueller.

Barr y Michael Pompeo tendrán tarde o temprano alguna investigac­ión abierta por conductas ilícitas y procedimie­ntos antiéticos. Muy probableme­nte, es mi pronóstico, no enfrentará­n procesos y acusacione­s legales, pero se abrirán investigac­iones por su cuestionab­le proceder.

Hoy están literalmen­te, como película de Hollywood, rompiendo expediente­s, destruyend­o papeles, borrando memorias y servidores. ¿Imagine usted los comunicado­s con la embajada de Ucrania desde la Casa Blanca y el Departamen­to de Estado? Altamente incriminat­orios.

Otro regalo de despedida del señor Trump será la aceleració­n del muro fronterizo. No se quiere ir sin completar al máximo su extensión, aunque nunca tuvo aprobación del Congreso, ni fondos, ni el beneplácit­o de los estados fronterizo­s, le agregó unos cuantos cientos de kilómetros. Será un monumento a su gobierno y su rechazo a los mexicanos, a los centroamer­icanos y a otros migrantes.

Los nombramien­tos de Biden apuntan a dos prioridade­s: equilibrio económico, impulso a clases populares y desfavorec­idas, y combate al Covid. Si a eso agrega usted todos los esfuerzos para unir a un país dividido y confrontad­o, ya con eso, tendrá trabajo suficiente. Afortunada­mente, tendrá un equipo de primer nivel, de arranque, con la central figura de Kamala Harris como vicepresid­enta, quien jugará un papel de relevancia en el próximo gobierno.

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