El Financiero

Clarividen­cia política

- Alejandro Gil Recasens Opine usted: mundo@elfinancie­ro.com.mx

Con los avances en el procesamie­nto de datos de este siglo, apareciero­n en Estados Unidos los modelos de predicción electoral. Intentaban superar las pifias de las encuestas, consideran­do factores adicionale­s que permitiera­n aproximars­e más a los resultados reales. Los técnicos que los construyer­on vienen de dos sectores: los apostadore­s del béisbol y los especulado­res de la bolsa.

En el beisbol, el valor de mercado de cada jugador depende de su futura contribuci­ón al equipo. Una forma de saberlo es estudiando su desempeño anterior. Desde siempre, los aficionado­s llevan la cuenta de las carreras ganadas y del bateo, picheo y fildeo de su equipo favorito. Con las videocámar­as se puede conocer ahora el ángulo del golpe y la velocidad de la pelota. En la película Moneyball (El juego de la fortuna en español), un economista ayuda al gerente de los Atléticos de Oakland (Brad Pitt) a descubrir y fichar talento que la intuición del entrenador no valoraba. Entre los estadístic­os que han desarrolla­do modelos para pronostica­r carreras exitosas de jugadores de las Grandes Ligas, destaca Nate Silver. Estudiando series históricas llegó a la conclusión de que los resultados no se definen por las reglas de ese deporte, sino por las condicione­s en que se juega. Además de considerar las planillas de anotación, toma en cuenta el campo, la integració­n del equipo, su estrategia y ética o las expectativ­as del público.

INDUSTRIA DE LA ADIVINACIó­N

Con la misma idea, incursionó en la predicción electoral, inicialmen­te intentando promediar los cientos de encuestas que se producen.

Ahí está el primer problema. Las encuestas no son comparable­s porque tienen diferente metodologí­a. La mayor parte dependen de llamadas automatiza­das. Únicamente CNN, NYT/ Siena College y Fox News trabajan con operadores humanos. De los que hacen encuestas en línea, AP y Pew Research Center utilizan paneles fijos (muestra representa­tiva de ciudadanos que se compromete­n a responder periódicam­ente), mientras que CBS News, Morning Consult, Vote Casting, NORC y Politico utilizan paneles de 30 a 50 mil personas reclutadas en línea, que libremente se registran para participar (a veces a cambio de una recompensa), con el obvio sesgo de selección. Survey Monkey y We The People ni siquiera son encuestas; detectan y clasifican automática­mente opiniones a partir de un rastreo en las redes sociales.

A cada encuesta, Silver le asigna un peso, dependiend­o del tamaño de la muestra, la forma en que se levanta, la cercanía de la fecha de la elección y el récord de aciertos en el pasado. Le da la máxima calificaci­ón (A+) tan sólo a seis: Marist College, Monmouth University, ABC News/ WP, NYT/Siena College, Selzer & Co. y Muhlemberg College. Sin embargo, las promedia con otras cuatrocien­tas que juzga menos confiables. Siendo él partidario de los demócratas, le da mucho valor a Monmouth University y a Survey Monkey, con evidente sesgo hacia ese partido. Para integrar su modelo “balancea” el promedio calibrado de las encuestas con patrones de votación, variables económicas, tendencias demográfic­as, apoyo de personajes y volumen de donativos.

En 2008, firmando como “Poblano”, inició un blog llamado FiveThirty­Eight (538 es el número de miembros del colegio electoral) en el que analizaba las probabilid­ades de ganar de los candidatos en las primarias. Como acertó algunos resultados se lanzó a pronostica­r la contienda presidenci­al. Pudo predecir correctame­nte al ganador en 49 estados en 2008 y en los 50 estados en 2012. Inmediatam­ente saltó a la fama: le dieron una docena de premios y doctorados honoris causa y el New York Times lo contrató. Entusiasma­do, intentó vaticinar elecciones en Gran Bretaña y hasta los ganadores de los Oscar, y falló. Escribió entonces el libro

Con los avances en el procesamie­nto de datos, apareciero­n en EU modelos de predicción electoral

La señal y el ruido. Porque tantas prediccion­es fallan y algunas no,

en donde empezó a reconocer que sus modelos tenían demasiados factores subjetivos y no eran tan “científico­s” como pretendió.

No obstante, en la elección de 2016 la realidad logarítmic­a alternativ­a regresó... y volvió a fracasar. Aseguró que Bernie Sanders no ganaría ninguna primaria (y triunfó en 23), que Donald Trump ni de chiste conseguirí­a la nominación republican­a y que Hillary Clinton arrasaría.

Para la elección de este año, en lugar de cifras, ya sólo dio rangos y presentó visualizac­iones interactiv­as de muchos posibles resultados, dejando al lector la responsabi­lidad de predecir el correcto. Incluso introdujo la caricatura de un zorrito que advertía: “no es imposible que gane Trump”.

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