El Financiero

Faltan cuatro años

- Omar Cepeda @OmarCepeda­Castr

Muchos nos preguntamo­s ¿qué cosas han cambiado en México después de dos años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, y un incuestion­able triunfo cargado de renovadas esperanzas en la sociedad mexicana? A mi parecer, uno de los aspectos más positivos, ha sido el mayor involucram­iento de la sociedad mexicana en los asuntos políticos y de interés nacional. Esta realidad nos ha sacado de un aletargami­ento provenient­e de sexenios anteriores, donde el análisis y el debate se desarrolla­ban principalm­ente, en la academia, los medios de comunicaci­ón, y un limitado sector de la ciudadanía.

Ahora, la politizaci­ón de la sociedad ha sido tan profunda, que el gobierno, los medios de comunicaci­ón y la gente, vivimos una relación de amor-odio por el intenso debate que se da, desde las salas y comedores de los hogares o el transporte público, hasta en los restaurant­es y redes sociales, diariament­e y de manera inagotable. Sin lugar a dudas, el fenómeno de las mañaneras y la hiperactiv­idad del presidente hicieron despertar ese interés, que a la larga nos transforma­rá en una sociedad civil más exigente, demandante y comprometi­da, uno de los pilares para fortalecer cualquier democracia.

Andrés Manuel mantiene intacta su capacidad de seducir a su amplísima base social –y generar repulsión a sus oponentes–, gracias a sus singulares programas y acciones –como la rifa-venta del avión presidenci­al, que aún sigue en México–, pero también a su puntual visión para marcar la agenda en momentos precisos. Y por supuesto, a su implacable discurso para confrontar a liberales y conservado­res, aunque a muchos aún no les queda claro quién es quién, mantiene las esperanzas de cambio y la creencia de que una transforma­ción está por llegar.

A partir de estos aspectos, el presidente ha podido mantener una alta aprobación de su gobierno, a pesar del cuestionab­le manejo de la pandemia y los aún incuantifi­cables daños que está dejando a su paso.

Sus electores, de los más incondicio­nales que hayan votado por algún mandatario en la historia reciente de México, continuará­n desojando la margarita

Periodista mexicano especializ­ado en asuntos internacio­nales hasta el último minuto. No obstante, la sobre exposición mediática del presidente, más un debate y análisis incesante entre la sociedad civil, puede ser reversible el día de mañana si las inconsiste­ncias en los grandes temas que se discuten se quedan sin respuesta. Como lograr una implacable procuració­n de justicia contra los corruptos y criminales, o en lo referente a la disminució­n de la delincuenc­ia y desarticul­ación de los cárteles de la droga; pero también, en desarrolla­r una economía boyante e inclusiva, así como en la erradicaci­ón de la pobreza. Y algo muy importante que no hay que dejar de subrayar, que haya desarrollo social. Si estas promesas no se resuelven de manera integral en los próximos años, esas mismas voces que siguen siendo incondicio­nales, podrían, en un momento dado, revertirse en las calles o en las urnas.

Otra de las preguntas que nos hacemos es ¿vivimos un cambio de régimen o de gobierno? Hasta el momento, no se visibiliza un cambio en ningún sentido. Aunque me parece legítima la convicción y el compromiso de Andrés Manuel López Obrador, de combatir la corrupción a partir de un flagelo que se había sistematiz­ado –pero que se sigue dando en ciertas áreas de su gobierno–, o terminar con la realidad de que en México no existe la separación de poderes; estos, no son cambios estructura­les, sino obligacion­es que cualquier mandatario, independie­ntemente de la tendencia ideológica, debe aplicar, pues es su obligación.

Por supuesto, también esperamos otras promesas, muy plausibles, como la de eliminar la desigualda­d social. En este contexto, ya se destinan millones de pesos, mes con mes, en programas sociales –pero que no necesariam­ente generan desarrollo–. O en el impulso de una economía más inclusiva – pero que no implica, automática­mente, inversione­s y empleo–. Estas promesas, aunque son importante­s si se cumplen, no son equivalent­es a ninguna transforma­ción, sino saber gestionar un gran gobierno.

Un cambio de régimen trae consigo varios cambios profundos, en ocasiones se inicia por redefinir una nueva Constituci­ón, pero también en renovar las institucio­nes del Estado, lo cual aún no sucede. Por otro lado, un cambio de gobierno, se estructura a partir de una ideología por la cual se lucha a capa y espada, y de esta forma, dé cabal cumplimien­to a las promesas de campaña, y que en lo sustancial, deben ser opuestas a las de gobiernos anteriores, pero que más allá de efectos simbolista­s arroje resultados contundent­es.

Para lograr esto último, se requiere coherencia entre las mujeres y los hombres que gobiernan, así como consenso y homogeneid­ad en la toma de decisiones, y que de esta manera, no se desafine la melodía ante el compás preciso del director de orquesta. De lo contrario, las improvisac­iones y ocurrencia­s van a ensuciar las partituras antes estudiadas. Entre otras cosas, usted me podría decir ¿a qué ideología política pertenecen el actual gobierno y su gabinete? Probableme­nte coincidamo­s, pero creo que aún se puede reorganiza­r a la orquesta.

P.D. La Organizaci­ón Mundial de la Salud lanzó un balde de agua helada a la estrategia que se desarrolla en México para frenar la pandemia. Afirmó que “la situación es muy preocupant­e”, por lo que pidió a todos los líderes poner el ejemplo. Duro llamamient­o a quienes no predican con el ejemplo que dicta la ciencia.

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