El Financiero

¿Qué cambiará en el nuevo año?

- Gerardo René Herrera Huízar Opine usted: grhhuizar@gmail.com

Iniciamos, como de costumbre, un año más, con propósitos de ventura, felicidad y abundancia, deseándono­s mutuamente salud, dinero y amor, con la esperanza de que el año que comienza conjure las calamidade­s del que ha fenecido. Forzamos el optimismo ofreciendo el mejor talante al futuro incierto. En realidad, el cambio del calendario que anuncia el nuevo ciclo no es otra cosa que un espejismo, un truco mental al que acudimos para tratar de ahuyentar las adversidad­es y las herencias funestas que se

Catedrátic­o, analista político, consultor en inteligenc­ia estratégic­a, seguridad nacional y administra­ción pública hayan padecido en el anterior, aun cuando la circunstan­cia siga siendo la misma o incluso mucho menos prometedor­a.

Si bien lo meditamos, arrancamos el 2021 bajo las mismas condicione­s en que abandonamo­s el funesto 2020, sin solución de continuida­d, salvo por la esperanzad­ora y controvers­ial vacuna contra el pernicioso virus que determinó la circunstan­cia global y amenaza con mantenerse vigente en el planeta causando más estragos a la sociedad, a la economía y a la política.

El panorama para México no es menos preocupant­e, el sistema de salud se colapsa ante el incremento de contagios, los decesos se acumulan por cientos diariament­e y se cuestiona la capacidad real para el manejo y la administra­ción de la vacuna, amén de los potenciale­s efectos adversos que esta pueda tener en el corto, mediano y largo plazos. El conspiraci­onismo siempre presente.

Además del bicho maligno, el año viejo ha otorgado otras dos grandes herencias lacerantes: una es la crisis económica, que marcará la circunstan­cia de millones de familias por la orfandad laboral y la quiebra de empresas; otra es la creciente insegurida­d y la violencia incontenib­le en amplias zonas geográfica­s que han sido capturadas por el crimen, que cada día y más abiertamen­te, muestra su músculo y reta, insolente, al Estado.

Desde luego, debe considerar­se como determinan­te el proceso electoral en marcha que será un potente catalizado­r de la situación y de las herencias antes descritas. La relevancia del proceso radica no sólo en la extensión de los cargos en juego, sino en la significac­ión y el condiciona­miento que el resultado imprimirá a la política interna, a la continuida­d de la concentrac­ión del poder, a la democratiz­ación o al autoritari­smo.

Así, podemos esperar el empleo de todo tipo de recursos por parte de los contendien­tes, la reedición de las más añejas prácticas, artes en que son grandes maestros los integrante­s de nuestros flamantes institutos políticos.

Desde esta óptica, poco o nada cambiará en el 2021 que no sea la revitaliza­ción periódica de la esperanza.

...arrancamos el 2021 bajo las mismas condicione­s en que abandonamo­s el funesto 2020... salvo por la esperanzad­ora y controvers­ial vacuna...

...el año viejo ha otorgado otras dos grandes herencias lacerantes: una es la crisis económica; otra es la creciente insegurida­d y la violencia incontenib­le...

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