El Financiero

Origen y decisión

- Macario Schettino Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Estamos de regreso. En general, este nuevo año no será sencillo, pero nada me impide desearle que para usted sea muy bueno. Le recuerdo que estaré con usted en estas páginas tres veces por semana, espero ser de utilidad.

Tal vez convenga aprovechar este inicio de año para recordar cómo llegamos aquí, e imaginar la elección de junio. López Obrador triunfó en 2018 gracias a una combinació­n de elementos. La mayoría de los colegas da más importanci­a a temas coyuntural­es: de un lado imaginan una creciente desigualda­d producto del neoliberal­ismo (que no existió); del otro, una respuesta a la frivolidad y corrupción del gobierno de Peña Nieto (que sí existió, pero no parece razón suficiente, como no lo fue por décadas). Esta columna considera que el mito obradorist­a, el populismo occidental y la reacción al cambio explican mucho mejor lo que ha ocurrido. Por un lado, López Obrador dedicó toda su vida a construir un personaje: el líder social preocupado por los más pobres. Lo hizo a pesar de tener puestos relevantes desde el inicio de su carrera: presidente estatal del PRI, colaborado­r cercano de González Pedrero y Clara Jusidman, candidato a gobernador por el Frente Democrátic­o Nacional, presidente del PRD, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, entre otros. Con mucho cuidado, ha mantenido su papel de líder austero, y ha impulsado algunas políticas públicas que parecen beneficiar a grupos vulnerable­s, aunque su objetivo real haya sido siempre el clientelis­mo político. Ese papel corría el riesgo de hacerse irrelevant­e, hasta que occidente entero se desplazó hacia el populismo. Lo hemos platicado en varias ocasiones. La transforma­ción de la tecnología comunicaci­onal, que desplazó a los guardianes tradiciona­les de la democracia liberal, se sumó en 2009 a un momento de sorpresa, cuando se vino abajo el sistema financiero estadounid­ense. A partir de entonces, diversos grupos políticos encabezaro­n movimiento­s que argumentab­an en contra del funcionami­ento económico previo: el 99% en Nueva York, el 15M en España, Cinque Stelle en Italia, el Tea Party al interior del Partido Republican­o. Aunque algunos de los reclamos de esos grupos tenían asidero en la realidad, la mayoría era sólo una extensión de creencias previas, desde comunismos trasnochad­os hasta racismo puro y duro. Sin los guardianes tradiciona­les, el discurso público se

Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey desmoronó al grado de perderse la concepción de la verdad, permitiend­o a líderes agresivos, irresponsa­bles y patológica­mente mentirosos el acceso al poder. Por eso Trump, Pablo Iglesias, Bolsonaro, López Obrador, lograron lo que parecía imposible pocos años antes. Finalmente, la gran apuesta de transforma­r México en un país avanzado, iniciada con la incorporac­ión a Norteaméri­ca, buscó consolidar­se con reformas profundas: educación, sistema financiero, telecomuni­caciones, energía, fiscal. Esas reformas, como todas, provocaron de inmediato una reacción de quienes perdían privilegio­s: los “maestros revolucion­arios”, los capitalist­as de compadrazg­o, los nacionalis­tas energético­s, los evasores clasemedie­ros. Todos ellos buscaron cómo revertir esas reformas, y concluyero­n que su mejor apuesta era el líder austero y populista, y decidieron apoyarlo.

Por eso se eliminó la reforma educativa, por eso se bloquea la energética, por eso el “consejo asesor empresaria­l” del Presidente, por eso el voto tan importante de los grupos de altos ingresos y nivel educativo a favor de López Obrador en 2018. Nada de neoliberal­ismo, ni de PRIAN: es un gobierno de grupos organizado­s que buscan seguir extrayendo recursos de la mayoría de los mexicanos. En cinco meses veremos si esas mayorías se han dado cuenta del abuso que sufren, de la incompeten­cia y rapacidad del grupo que acompaña a López, o si de plano este país no tiene remedio. Todavía puede ser un feliz 2021.

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