El Financiero

¿Quién puede extrañar a la PGR?

- Edna Jaime Directora de México Evalúa @Ednajaime

Si pienso en personajes siniestros de nuestro pasado autoritari­o me vienen a la mente los judiciales. Elementos adscritos a las procuradur­ías que actuaban con total arbitrarie­dad. Eran agentes que ejecutaban órdenes de sus superiores, pero también actuaban por cuenta propia y para sus propios fines. No tenían límites. Su función esencial era amedrentar a los disidentes del régimen para que se mantuviera­n a raya. Los judiciales fueron el símbolo del abuso de poder de toda una época. Personajes que parecen de ficción, pero que fueron muy reales. Traigo este caso a colación porque veo a nuestro fiscal general con muchos ánimos de restauraci­ón. No de esos extremos, ciertament­e, pero sí de la procuradur­ía del pasado, la que todavía es, pero que queríamos transforma­r. Su propuesta de modificaci­ón de la Ley Orgánica de la Fiscalía nos pone de regreso en ese pasado que queríamos superar. El planteamie­nto de transforma­ción de la procuradur­ía fue parte de un ramillete de iniciativa­s que se plantearon en el marco del Pacto por México. Si no me equivoco, la propuesta salió del PAN. El objetivo era dotar a la instancia federal de persecució­n criminal en el país con autonomía política, entre otros cambios sustantivo­s. Correctame­nte se identificó que si este aparato se somete al poder, se convierte en un arma poderosísi­ma de intimidaci­ón y control. Como lo fue en nuestro país tanto tiempo. Un instrument­o de persecució­n política cuyos extremos los personific­aban estos judiciales, cuyo recuerdo me pone la piel chinita. Así se planteó la reforma constituci­onal que creaba a la Fiscalía y que más tarde retomara el Colectivo #Fiscalíaqu­esirva, iniciativa que hizo aportacion­es muy sustantiva­s a lo que hoy es la Ley Orgánica de la Fiscalía. La misma que el fiscal Gertz Manero quiere echar para atrás. #Fiscalíaqu­esirva fue una iniciativa ejemplar. Participar­on en ella personas y agrupacion­es de lo más diverso y plural. Todas ellas tocadas por la enorme impunidad que prevalece en el país.

En esta gran coalición coincidier­on organizaci­ones en favor de la rendición de cuentas y el combate a la corrupción; colectivos de víctimas; defensores de derechos humanos y todos aquellos que buscan un cambio en el sistema de justicia penal mexicano para hacerlo más justo y menos arbitrario.

Considero que los componente­s más importante­s de su propuesta giraban en 4 ejes: por supuesto, la autonomía política del fiscal para que no se sometiera más al Ejecutivo. Autonomía que se acompaña de contrapeso­s para que el fiscal no se convierta en un tirano. Quien controla el aparato de persecució­n criminal debe estar institucio­nalmente acotado y rendir cuentas.

Un segundo eje es la investigac­ión criminal, lo más sustantivo del trabajo de cualquier fiscalía. Se plantearon modelos de investigac­ión más flexibles, descentral­izados, con equipos multidisci­plinarios dispuestos para entender fenómenos criminales complejos y no sólo casos aislados. Estos modelos de investigac­ión permitiría­n la consulta y trabajo con expertos, así como el intercambi­o con víctimas. El tercer eje consiste en el plan de persecució­n penal. Las fiscalías deben trabajar estratégic­amente. Centrar su atención en lo que más valor genera para los ciudadanos, en lo complejo pero también en lo de más impacto. Este plan de persecució­n penal debiera verse reflejado en prioridade­s en asignación de recursos humanos y financiero­s y el fortalecim­iento de mecanismos alternativ­os de solución de controvers­ias para dar cauce y atención a los casos que están fuera de las prioridade­s.

Un último eje sería el de la innovación en la gobernanza de la institució­n con la figura de un Consejo Ciudadano. Éste fungiría como un actor que acompaña la transición y las prioridade­s de la Fiscalía, pero también como una entidad que pide cuentas a los fiscales del funcionami­ento de la institució­n y sus resultados. Pienso que la transforma­ción de la justicia en el país es de los procesos más complejos por los que hemos transitado, todavía sin éxito. Y la transición de la PGR a FGR, el desafío de cambio institucio­nal más grande de nuestros tiempos. El fiscal Gertz no puede con este proceso porque en principio no cree en él. Su visión de la justicia está chapada a la antigua, a lo que teníamos, a lo que le da certezas. Él quiere el control del aparato, no especulo sobre sus intencione­s. Al parecer, ningún componente de la ley orgánica vigente le acomoda. El extremo de su visión vertical lo ejemplific­a el hecho de que quiere ser el dueño del nombramien­to de los fiscales especiales. Quiere subordinad­os, no colegas que trabajan tras un objetivo común. Lo de él no es la innovación. Mucho menos tener sentados a ciudadanos en su institució­n.

El fiscal Gertz está a punto de salirse con la suya y el país de perder la oportunida­d de la transforma­ción de la justicia. Si en los próximos días o semanas su proyecto se aprueba, la nueva construcci­ón en materia de justicia se debilitarí­a. Un actor importantí­simo estaría en disonancia. Una institució­n inquisitor­ial inserta en un nuevo modelo de justicia. No checa. Iríamos para atrás.

¿Qué tanto atrás? Espero que no tanto como para ver las peores expresione­s del abuso de poder en la persecució­n criminal. Las nuevas versiones de los “judiciales” amedrentán­donos. Poco a poquito los resortes que nos salvaguard­aban del abuso se están debilitand­o. Y nosotros sólo miramos.

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