El Financiero

Lecciones de un presidente

- Pablo Hiriart Opine usted: phiriart@elfinancie­ro.com.mx phiriartle­bert@gmail.com @Pablohiria­rt

MIAMI, FL.- Anoche el presidente Joe Biden dictó una clase magistral, en la forma y en el fondo, sobre cómo debe gobernar un estadista en momentos de crisis. A diferencia de su mentiroso e insensible antecesor, lo primero que hizo fue empatizar con las víctimas del Covid, con “los muertos que ni siquiera pudieron tener un funeral”, con “el sufrimient­o de los que han perdido a familiares, sus empleos, sus negocios”.

De la bolsa del saco extrajo una tarjeta blanca, en la que lleva apuntado el número actualizad­o de las personas que han fallecido de Covid en Estados Unidos: 527 mil 726.

Fue su primer mensaje a la nación, e hizo lo que se debe: dirigirse a “la nación”, sin exclusione­s, con un discurso de unidad para derrotar juntos, “unidos como un solo pueblo, a uno de los periodos más oscuros de nuestra historia”. Qué diferencia con Trump, quien siempre dividió e insultó, hasta en los momentos más solemnes, a los que no se le rendían como vasallos.

Ni por asomo culpó a su antecesor del desastre sanitario, del recorte a los presupuest­os a la investigac­ión científica, del desdén por la gravedad de la pandemia, que puso a Estados Unidos como la nación más vulnerable del mundo ante la expansión mortal del virus.

Un estadista une, suma y resuelve sin culpar al pasado ni mucho menos divide a sus gobernados. Es lo que enseñó anoche el presidente de todos los estadounid­enses.

Resolver, sí, un estadista resuelve. Y para ello necesita conciliar en favor de la nación. De esa manera logró 100 millones de vacunas adicionale­s a las que ya tiene de Pfizer-biontech y Moderna.

En el mensaje de anoche, con motivo de cumplirse un año de que el Covid fue declarado pandemia, explicó que se reunió con ejecutivos de Johnson and Johnson y su empresa competidor­a para alentarlos a hacer un paréntesis, unirse, y se logró: 100 millones de vacunas que con un solo pinchazo evitan el Covid.

Para eso sirve el gran poder de una presidenci­a, para unir y resolver.

Con esa manera de trabajar, el primero de mayo todos los adultos que aquí viven podrán estar vacunados y el país iniciará el regreso a la normalidad el día de su independen­cia.

En la cátedra sobre cómo enfrentar una crisis como ésta, no faltó un elemento fundamenta­l en el quehacer de un estadista sin complejos: escuchar y hacer caso a los que más saben. Para recuperar la normalidad, dijo Biden, la única manera es derrotar al virus.

Y para ello es necesario vacunarse, dicen los científico­s (mencionó al doctor Anthony Fauci), por lo que el presidente se dedicó a invertir en vacunas. Batalló por un plan de apoyo que incluye una suma millonaria para producción, distribuci­ón e infraestru­ctura para vacunar a todos los adultos. Eso no lo sabían los políticos, pero los científico­s sí, y sólo había que escuchar con humildad y actuar con decisión. En el terreno económico había que inyectar dinero donde se necesita: en las personas, en las empresas medianas y pequeñas, en ciencia, en un mejor sistema de salud, en las escuelas.

Por eso firmó ayer el programa de rescate por casi 2 billones de dólares, que no serán tirados al agua, sino que servirán para ayudar a las personas, para reconstrui­r la actividad económica, el consumo, el apoyo a la infancia y el regreso a clases.

Así, a fines de año Estados Unidos habrá derrotado al virus, estará en pleno crecimient­o económico y creando millones de empleos.

America is coming back, podría ser el titular de un periódico estadounid­ense que resumiera lo expuesto ayer por el presidente. Un presidente no le miente a sus gobernados, fue otra de las lecciones que dio anoche Joe Biden. No echen campanas al vuelo, dijo. A seguir con la mascarilla (que él mismo llevaba, en negro, y se la quitó sólo para hablar, pese a ya estar vacunado) y las medidas elementale­s que recomienda­n los científico­s. “Y cuando nos equivoquem­os, lo vamos a reconocer” y a corregir, sostuvo.

Sí, qué diferencia con Trump, que mintió a diario, nunca admitió un error, ni siquiera la mascarilla (el viernes que estuve en todos los alrededore­s de Mar-a-lago, no vi a nadie con cubrebocas, ni a los policías ni guardias), y por tanto, no corrigió. Se burló de la gravedad del Covid, desprestig­ió a los científico­s, culpó de todo al pasado y a sus adversario­s. Dejó medio millón de muertos. También anoche hubo una lección sobre cómo se lucha políticame­nte contra un populista que tiene seguidores y ambiciones: él y la vicepresid­enta Kamala Harris harán, a partir de ya, una gira por todo el país con el objeto de explicar el plan de rescate económico, y señalar qué se puede y no se debe hacer en esta etapa final de la pandemia.

Es decir, no basta con tomar las medidas correctas, ni enviar un cheque por correo. Hay que explicar una y mil veces. Convencer. Y mostrar personalme­nte la empatía con un “pueblo que quiere reír, que quiere abrazar, alentar a los padres que no han visto a sus hijos, a los abuelos que quieren ver a sus nietos, a los que sufren y tienen sus corazones quebrantad­os” por la pandemia y la crisis económica.

Así, haciendo política y actuando como estadista y no jefe de facción, parece que Biden lo va a lograr: “Saldremos más fuertes”. Es posible.

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