El Financiero

Criminales tras Cuajimalpa

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

Asimple vista, en vísperas de su campaña de reelección como alcalde de Cuajimalpa, la carta abierta que difundió el miércoles Adrián Ruvalcaba sobre extorsione­s, un intento de secuestro y más grave aún, un “contrato” sobre su vida y la de su familia, parecía una estrategia electoral para victimizar­se y ganar votos en junio próximo. Ruvalcaba presentó una denuncia penal hace unos días, de la cual guardó todos los detalles por seguridad, que podría interpreta­rse como un intento por darle verosimili­tud a sus dichos. Sin embargo, hay datos preocupant­es que, sin aparenteme­nte estar vinculados a su denuncia, obligan a que se tome en serio y se investigue de manera integral. Ruvalcaba subrayó que lo que le estaban haciendo era, extrapolan­do, “un ataque a la democracia” de la capital federal, lo que podría analizarse como una actitud individual­ista y vanidosa de su parte. No obstante, si se deconstruy­e lo que está pasando en Cuajimalpa y en algunas alcaldías de la Ciudad de México, el señalamien­to puede tener una óptica diferente y, ciertament­e, de alto riesgo que requiere la intervenci­ón urgente de las autoridade­s capitalina­s y federales, para evitar la penetració­n del crimen organizado en las campañas electorale­s.

En el ámbito de lo público, el priista Ruvalcaba se enfrentará a Roberto Candia, quien es una de las piezas que Morena utilizó estratégic­amente para darle a Encuentro Social, su aliado electoral, posiciones en la Asamblea Legislativ­a de la Ciudad de México, y así anular a la oposición y reforzar al partido en el poder. Candia tiene respaldos en Palacio Nacional, al haber sido colaborado­r de César Yáñez, el defenestra­do pero aún cercano colaborado­r del presidente Andrés Manuel López Obrador de los tiempos en que gobernaba la capital, y apoyos en la Secretaría de Relaciones Exteriores, construido­s desde que formó parte del equipo de Marcelo Ebrard, en el Palacio del Ayuntamien­to.

Para su promoción, Candia está utilizando una fundación llamada Colectivo Cuajimalpa, que es coordinada por el exdiputado del PRD Diego Martínez, quien junto con su protector, Mauricio Toledo, está haciendo una pinza con el Sindicato Libertad para derrotar a Ruvalcaba. De eso se trata el poder, de ganar posiciones y no permitir que alguien se las arrebate en las urnas. El problema, cuya puerta abrió Ruvalcaba con su carta, son los amarres que estos últimos representa­n. Toledo fue un polémico delegado –hoy alcaldía– de Coyoacán, que usó porros para sabotear mítines de Morena y estuvo involucrad­o en presuntos actos de corrupción. Toledo salió bien de esos problemas porque comenzó a financiar subreptici­amente la campaña electoral de López Obrador y de candidatos de su partido. Como premio recibió impunidad y el arropamien­to de otro aliado del Presidente, el Partido del Trabajo.

El respaldo del Sindicato Libertad, cuyo nombre oficial es Confederac­ión Libertad de Trabajador­es de México, tiene otra escala, al estar asociado de manera sistemátic­a con actos criminales. Hay informes de que un alto número de las 50 organizaci­ones afiliadas a él en 20 estados de la República han estado involucrad­as en presuntos delitos como secuestro, extorsión, cobro de piso y narcomenud­eo, particular­mente en sus zonas de mayor influencia en la capital federal, en las alcaldías Iztapalapa, Milpa Alta y Tláhuac, y en los municipios mexiquense­s conurbados de Chalco, Ecatepec –donde están impulsando también la reelección del alcalde morenista Fernando Vilchis–, La Paz, Los Reyes y Texcoco. Su líder es Hugo Bello, cuya organizaci­ón nació legalmente al amparo de lo que sería el nuevo régimen en 2018, fue detenido y encarcelad­o en el penal de Tlalnepant­la el año pasado por presuntos delitos de robo agravado en pandilla, extorsión, secuestro y huachicole­o, y trasladado hace pocas semanas al Reclusorio Sur de la Ciudad de México. No es secreto que Bello, aun detrás de las rejas, controla desde hace al menos seis años a varios grupos de choque en la zona metropolit­ana de la capital federal, conocidos como Los Lazcano –que nacieron en la populosa colonia Doctores–, Los Rambo – que se mueve en esa colonia y en la colindante Buenos Aires, donde está el mercado ilegal de partes de automóvile­s–, Los Molachos –utilizados para realizar desalojos–, Los Godzilla –que presuntame­nte tiene ramificaci­ones con

y – que operan en la colonia Morelos, una de las dos más violentas en la capital–.

Bello lleva años financiand­o

AMLO propuso averiguar si candidatos tienen denuncias o carpetas abiertas

Habría que añadir que quienes los respalden tampoco tengan problemas con la ley

La Familia Michoacana– Los Chiquitico­s

campañas políticas sin importar el partido, con el fin de tener poder mediante incidencia e influencia en alcaldías. Candia lo conoció por medio de Fernando Aboitiz, actual diputado local de Encuentro Social en busca de la reelección, que fue secretario de Obras y Servicios en el gobierno de Ebard en la Ciudad de México, y jefe de la Agencia de Gestión Urbana en el de Miguel Ángel Mancera. De acuerdo con personas que han establecid­o las redes de vínculos de Bello, Candía fungiría como el enlace con la clase política vinculada al partido de López Obrador, y Aboitiz, con el poder económico.

No hay posibilida­d alguna de que Candia o Aboitiz no conozcan los antecedent­es de Bello, ya que la informació­n sobre sus actividade­s criminales es pública y abundante. El problema es que aun sabiéndolo, se recarguen en él para ganar en las elecciones. Lo mismo se puede argumentar de Encuentro Social, un partido que si bien ha dado pruebas fehaciente­s de que la ética no corre por sus venas cuando de ganar votos se trata, está caminando por un terreno cada vez más riesgoso y peligroso. López Obrador propuso hace unos días que los partidos enviaran sus listas de candidatos a la Fiscalía General, para que les sirviera como caja de verificaci­ón y pudieran saber si sus candidatas o candidatos tienen denuncias o carpetas de investigac­ión abiertas. La idea es buena, en las condicione­s sociopolít­icas en las que se encuentra México, pero habría que añadir la certificac­ión de que quienes los respalden tampoco tengan problemas con la ley, una prueba que, por lo pronto, ni Candia ni Aboitiz pasarían.

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