El Financiero

De mariguana y cigarros… ahí viene el coco

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

En el mismo mes en que el Congreso de la Unión abrió la posibilida­d de reducir la criminaliz­ación del consumo de cannabis, los legislador­es de Morena preparan una bola rápida que podría coartar al máximo la venta del tabaco en cualquiera de sus presentaci­ones. Así que mientras parecía que por fin México arribaría a un mundo donde cada quien decide si se mete o no mariguana, se fragua una ley para limitar la libertad de fumar cigarrillo­s convencion­ales o electrónic­os.

Fue un poco surrealist­a ver que en la tribuna de San Lázaro, hace días, se hablaba de liberaliza­r la mariguana como si estuviéram­os dando un paso gigante y no apenas corrigiend­o un atraso (de hecho, los diputados ni siquiera cumplieron cabalmente lo que les impuso al respecto la Suprema Corte de Justicia, pues se siguen dejando espacios a la criminaliz­ación o a la discrecion­alidad de las policías). Algún día consumir mariguana será como ir a la licorería por un tequila o un whisky. Algo público, regulado y que paga impuestos. O no, porque en una de esas la mariguana se queda en un limbo mientras en el horizonte lo que se avizora es un intento gubernamen­tal de un drástico tutelaje en el acceso al tabaco y sus derivados.

Circula desde inicios de semana en las comisiones de Salud y Economía un proyecto de iniciativa que, entre otras restriccio­nes, busca que los cigarros no puedan ser mostrados en los puntos de venta –se tendrán que guardar lejos de la vista–; asimismo las cajetillas tendrían un empaquetad­o único: sí, nada de distintivo­s, ni siquiera tonos cromáticos; mismo color y misma tipografía. Usted no podrá saber con sólo mirarlos sin son Delicados o Camel. Todas las cajetillas serán genéricas. Y del vapeo y similares, nada: prohibidos.

Claro que el tabaco tiene efectos perjudicia­les. El alcohol también, por cierto. Y otras sustancias que alteran el ánimo. Pero la inquina contra el tabaco parece más una cruzada de este gobierno en donde parece claro que no buscará ni un debate informado, ni negociació­n con todos los sectores involucrad­os.

Productos como el alcohol o el tabaco tienen efectos secundario­s que luego pagamos todos. Enfermedad­es que pueden sangrar presupuest­os públicos por atención sanitaria. Combatir esas consecuenc­ias se hace, en los países más avanzados, tasando mayores impuestos a tales productos, alejando la publicidad de los niños y dejando que sólo adultos sean quienes deciden si consumen o no los mismos.

Al mismo tiempo, hay larga experienci­a de que hacer demasiado restrictiv­o el consumo de esas mercancías sólo lleva a incentivar un mercado negro de las mismas y, por supuesto, empoderar a mafias contraband­istas en un país que, como México, no necesita dar más incentivos a los criminales.

Si hay algo que revisar de la regulación del tabaco y sus derivados, que se haga, para eso es el Congreso. Pero está medio raro que en el gobierno que se queja de “ideas” venidas del extranjero, haya una versión que asegura que la iniciativa que circula fue redactada por una ONG internacio­nal. ¿O sea que ni la chamba hicieron en casa? Si ya había antes proyectos de iniciativa de varios partidos, ¿por qué no sumar lo mejor de cada una de ellas?

Este asunto demanda encontrar un equilibrio entre mercado –¿o quieren golpear a las miles de familias que dependen de esos productos legales, incluidos los autoservic­ios?–, responsabi­lidad sanitaria y libertades.

Ojalá Morena no vuelva a las andadas: que no apliquen sabadazo, que no se crean que ellos son los únicos que saben lo que nos conviene a todos.

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