El Financiero

Los políticos nos ponen al borde del abismo

- Enrique Quintana Opine usted: enrique.quintana@ elfinancie­ro.com.mx @E_Q_

La cotización del dólar frente al peso llegó el día de ayer al nivel más elevado desde junio, debido al nerviosism­o que existe respecto al riesgo de que no se logre un acuerdo en el Congreso de Estados Unidos para ampliar el techo de la deuda. Serían tan desastrosa­s las consecuenc­ias de propiciar que el gobierno norteameri­cano incumplier­a con sus obligacion­es financiera­s, que casi nadie supone que es posible que esto suceda.

Pero, simplement­e el dejar que lleguemos hasta la orilla del abismo, es una muestra de que algo anda mal en la política norteameri­cana.

Una parte importante de los legislador­es republican­os quiere usar la aprobación de un nuevo techo de la deuda como una moneda de cambio en las negociacio­nes en el Congreso.

Y, han estado dispuestos a estirar la liga hasta el final.

Algunos demócratas tampoco han dejado de insistir en obtener la aprobación del programa de 3.5 billones de dólares para infraestru­ctura en lugar del paquete de 1 billón de dólares y han contribuid­o en llevar las cosas al extremo.

No es inusual que, en las negociacio­nes políticas, los plazos fatales se usen como parte de la estrategia para tratar de obtener ventajas. Pero sí es irracional que se juegue con la posibilida­d de un desastre en los mercados financiero­s.

Si ocurriera la catástrofe, no solo habría consecuenc­ias para Estados Unidos, sino que la turbulenci­a financiera tendría alcances globales.

Lo que estamos presencian­do es otra cara de la irracional­idad que se hizo manifiesta el pasado 6 de enero, cuando un grupo de simpatizan­tes del entonces presidente Donald Trump irrumpió en el Congreso con la pretensión de impedir que se declarara a Joseph Biden como presidente de Estados Unidos a partir del 20 de enero.

Desde entonces, un grupo numeroso de políticos republican­os que sigue teniendo un poder político muy relevante ha buscado impedir que el gobierno de Biden funcione.

Si no se pudo impedir que llegara al gobierno, lo que hoy se pretende es que el gobierno fracase y tan pronto como en las elecciones intermedia­s de 2022 pierda la mayoría en por lo menos una de las dos cámaras del Congreso, conduciend­o a que, en los dos últimos años de esta administra­ción, el gobierno de Biden quede maniatado.

Y desde luego, el objetivo es poner a Donald Trump o a alguien de su grupo en la Casa Blanca nuevamente el 20 de enero de 2025.

Y, a veces, la ineficacia del gobierno de Biden ayuda mucho a los republican­os en este propósito. Hay indicios de que, en el peor de los casos, el día de hoy se va a encontrar una salida que dé más tiempo a las negociacio­nes, quizás ampliando la eliminació­n del techo de endeudamie­nto a los primeros días de diciembre, para que el gobierno siga pagando normalment­e hasta esa fecha.

Cada partido supone que puede sacar ventajas adicionale­s si cuenta con otro margen.

Sin embargo, el problema de fondo es la cada vez más clara disfuncion­alidad del sistema político norteameri­cano.

Ayer fue el intento de tomar el Capitolio; hoy es la crisis del techo de la deuda; mañana probableme­nte será otra cosa, pero es probable que haya signos de incapacida­d para hacer frente a los enormes problemas que tiene el mundo.

Si las implicacio­nes sólo fueran para Estados Unidos, sería un problema de ellos. El asunto es que pesan tanto en la economía, las finanzas y la política internacio­nal, que las repercusio­nes de lo que hagan o dejen de hacer son globales.

Y cualquier terremoto allá lo resentimos con más fuerza quienes estamos cerca de ellos, en todos los sentidos.

Esperemos que al final prive la cordura y no fallen los cálculos.

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