El Financiero

Boom científico

- Alejandro Gil Recasens Opine usted: mundo@elfinancie­ro.com.mx

El impulso a la investigac­ión científica estadounid­ense durante la Segunda Guerra Mundial hizo que ganaran la contienda y se pusieran a la vanguardia de la tecnología. Lo más conocido es el desarrollo de la bomba atómica. Los nazis avanzaban en la identifica­ción de material fisible que pudiera ser fabricado en cantidad suficiente para hacer un artefacto explosivo. Los americanos crearon en secreto el Proyecto Manhattan para producir una reacción en cadena controlada (lo consiguier­on en la Universida­d de Chicago en 1942) y para encontrar la forma de separar el uranio (lo lograron en Los Álamos en 1944).

Después del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki y tras la rendición japonesa, los físicos que habían colaborado en el proyecto crearon el Boletín de los Científico­s Atómicos (que continúa editándose) para advertir del peligro de que proliferar­an las armas nucleares. Los acuerdos internacio­nales que propusiero­n nunca se concretaro­n; hoy nueve naciones cuentan con esos dispositiv­os.

La era atómica tuvo su lado positivo. Se construyer­on reactores para generar electricid­ad y para propulsar navíos. La medicina nuclear permite detectar y tratar muchos tipos de cáncer. La superiorid­ad aérea que tenían los alemanes fue superada con tres inventos: la espoleta de proximidad, el radar y la propulsión a chorro.

La espoleta, creada en la Universida­d John Hopkins, estaba diseñada para detonar un proyectil automática­mente cuando el blanco pasara a través de un determinad­o plano o cuando la distancia al objetivo fuera menor a la predetermi­nada en su programaci­ón. De esa forma se pudo derribar a las bombas voladoras V-1, que asolaban a Londres y Amberes, y se tuvo capacidad de contrarres­tar a los pilotos kamikaze en el Pacífico. Se conocían los principios básicos de la transmisió­n y recepción de señales de radio y los ingleses habían experiment­ado con aparatos para detectar objetos distantes aun en la oscuridad o en la niebla, pero los físicos y los ingenieros electricis­tas nunca habían trabajado juntos. Eso se solucionó al establecer­se el laboratori­o de radiación en el MIT. En sólo tres años se diseñó un radar, que diferentes compañías (General Electric, RCA, AT&T, Westinghou­se y Raytheon) rápidament­e adaptaron para instalarse en tierra o en barcos y aviones. Simultánea­mente en Harvard se empezó a trabajar en contramedi­das para engañar a los radares enemigos. Aunque el Caltech logró desarrolla­r los motores jet antes del fin de la guerra, su participac­ión en combate fue mínima.

Para enfrentar al Covid, hubo un impulso a la ciencia tan importante como el de los años 40

Sin embargo, su laboratori­o de propulsión siguió siendo el más avanzado en esa materia y se convirtió en el principal soporte de la NASA.

AVANCES MÉDICOS

En ese periodo se desarrolla la cirugía de trauma (heridas, golpes y quemaduras; manejo de la sangre, sus derivados y sustitutos) y la medicina submarina y de aviación (efectos fisiológic­os de las bajas temperatur­as, la falta de oxígeno y las fuerzas gravitacio­nales).

Las infeccione­s mataban a más soldados que el enemigo. La malaria, transmitid­a por mosquitos, se trataba con quinina, un extracto de la corteza del árbol chinchona. Cuando los japoneses tomaron Java se cortó el suministro y docenas de farmacéuti­cas se pusieron a buscar un sustituto. Se probaron miles de compuestos en animales y en humanos hasta que se llegó a la cloroquina.

Las sulfas (usadas por los alemanes) resultaban efectivas contra la bacteria estreptoco­co, pero eran muy tóxicas. Se sabían los beneficios de la penicilina, pero no se habían podido hacer cultivos de moho a mayor escala. Los grandes laboratori­os (Merck, Squibb, Pfizer y Lederle), por su cuenta, sin dinero del gobierno, intentaron hacer procesos de fermentaci­ón, para producirla naturalmen­te, al tiempo que trataban de identifica­r una estructura molecular para obtenerla sintéticam­ente. Finalmente encontraro­n la solución y pudieron cubrir las necesidade­s militares. Con las técnicas aprendidas surgió la moderna industria de los antibiótic­os.

Con todo, lo más relevante fue el surgimient­o de cuadros de investigad­ores. Entre los participan­tes, muchos resultaron laureados con el Premio Nobel o se volvieron decanos de escuelas o directores de hospitales. Fred Terman, director del laboratori­o de radiación del MIT, fue luego rector de Stanford y es considerad­o “el padre de Silicon Valley”. Para enfrentar la pandemia de Covid, miles de científico­s en todo el mundo han luchado por encontrar vacunas, pruebas y tratamient­os. Al mismo tiempo, se avanzó en la telemedici­na. Es un impulso a la ciencia tan importante como el de los años 40. Y esta vez sin afanes bélicos.

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