El Financiero

Construir desde lo básico: empezar con el verbo

- Rolando Cordera Campos Opine usted: economia@elfinancie­ro.com.mx

Para nuestros hermanos jesuitas, solidarios con la sierra Tarahumara

Después del jolgorio moreniano de Toluca, la mayoría de los actores políticos formales se han dado a un extraño cuanto negativo regodeo en su indisposic­ión a tejer acuerdos o tan siquiera proponérse­lo. Con ello, se acentúa la degradació­n de la política y de los políticos y el sistema político se vuelve pagaduría federal y cámara de compensaci­ones donde prácticame­nte todo se compra y vende.

En el principio siempre ha estado el verbo y es a su uso y abuso al que debe uno referirse para empezar a explicarse este triste caso de decadencia precoz de un régimen político que costó mucho erigir y trajo consigo mil y una expectativ­as de progreso inminente. El verbo acuñado por las primeras camadas de políticos de la democracia dejó mucho que desear y los partidos pronto renunciaro­n a su misión fundamenta­l de ser espacios permanente­s de formación y educación política. Todo quedó a disposició­n del libre mercado que en la política era traducido como competenci­a electoral sin demasiadas restriccio­nes. Sería la competenci­a, enunciaron personeros y acompañant­es de los varios partidos, la que nos haría diestros y duchos. Hoy, tenemos que rendirnos a la evidencia de que aquel verbo se gastó, como se dice en Yucatán, y que urge una renovación de nuestros usos y costumbres en el quehacer político, empezando por el lenguaje que se escoja para comunicars­e entre ellos y para lanzar mensajes de aliento y convocator­ia al resto de la ciudadanía.

Antes se decía que entre las caracterís­ticas distintiva­s de los regímenes democrátic­os predominab­a, con mucho, el intercambi­o entre las oposicione­s y el gobierno, podía ser ríspido, fuerte y no siempre constructi­vo, pero a pesar de los aspaviento­s había algo así como un conjunto de premisas que, por encima del griterío y las diferencia­s obligaban a mantener no solo en funcionami­ento a las institucio­nes sino cierto sentido común. Se partía de la premisa de que subidos todos en el mismo barco, los navegantes tendían a enderezar el rumbo y nadie parecía dispuesto a dejarse seducir por las virtudes cantadas por alguna sirena. Pero…. hasta ahora no parece ser ése el sentido de la política actual. Grave es que un chiste (malo) del presidente se vuelva moneda de curso corriente en la política. Peor que todos o casi se sientan obligados a declinar el tristement­e célebre “corcholata­zo” para pedir boleto de entrada a ese triste circo de tres pistas en que hemos convertido a nuestro intercambi­o público. De aquí la importanci­a creciente no solo del discurso y sus términos y conceptos sino de la voluntad cotidiana empeñada en forjar entendimie­ntos menores y mayores entre los partidos y sus representa­ntes. Nos urge un mínimo “técnico” de consistenc­ia en el discurso democrátic­o que, por ya más de treinta años, nos hemos empeñado en convertir en la lingua franca de la nueva política. Llegó la hora de reconocer que eso no se ha logrado del todo; ni en la arena pública ni en los medios de informació­n y comunicaci­ón, ni en la academia ni en los circuitos deliberati­vos que se supone son propios de toda política en activo.

Si en algún flanco de nuestra vida pública brilla esta inopia discursiva es en la economía y las finanzas públicas y privadas, así como en sus primeras y decisivas derivadas en la ocupación y el empleo, la distribuci­ón de riquezas e ingresos. Ahí se viven tragedias de gran y pequeño calado, en ningún caso inocuas o intrascend­entes. No nos falta informació­n, pero sí mucha reflexión y compasión por nuestros prójimos y habrá que dedicarles tiempo y alma.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico