El Financiero

El endeudamie­nto de López Obrador

- Enrique Cárdenas Universida­d Iberoameri­cana de Puebla y Universida­d de Guadalajar­a Opine usted: enrique.cardenas@iberopuebl­a.mx @Ecardenasp­uebla

Entre los analistas de nuestra economía ya está descontado que la nuestra está en proceso de sufrir una “década” perdida. Ya es ampliament­e reconocido que el PIB per cápita que se tenía al fin de 2018, que además había crecido lentamente durante los 18 años previos, no se alcanzará sino hasta 2025 o 2026 en el mejor de los casos. Quizás si se complete la década completa de estancamie­nto.

Las razones son varias y se han estado complicand­o cada vez más. La falta de inversión por la incertidum­bre en la vigencia del Estado de derecho, la criminalid­ad y la pérdida de control territoria­l por parte del Estado, el empobrecim­iento generaliza­do por los estragos económicos de la pandemia y la ausencia de políticas compensato­rias del gobierno que están restringie­ndo la recuperaci­ón del consumo, y un horizonte internacio­nal que vaticina recesión, altas tasas de interés e inflación hacia fin de año y durante el 2023 y quizás 2024, con importante­s implicacio­nes sobre la economía mexicana. Se pueden enumerar más causas, pero no es el punto de la columna.

La preocupaci­ón es qué va a suceder con la situación económica específica de México, además del bajo crecimient­o que vamos a seguir experiment­ando. Quisiera referirme a la situación de las finanzas del gobierno, el tipo de cambio y el endeudamie­nto público. Empecemos por los ingresos. El letargo de la economía se reflejará en la recaudació­n impositiva, que también será poco dinámica. Después de tres años de tomar de los ahorros de gobiernos anteriores (fondos, fideicomis­os, etc.), los guardadito­s ya se han evaporado. También ya se han ingresado los impuestos que estaban en litigio (y que muchas veces el SAT logró cobrar con presiones fuera de los tribunales), sobre todo de los grandes contribuye­ntes. Los ingresos petroleros, con precios del crudo por los cielos, se contrarres­tan casi al 100% con los subsidios a la gasolina, de modo que no son una fuente de ingreso fiscal relevante. En concreto, en ausencia de una reforma fiscal importante, lo cual no va a ocurrir no solamente porque el presidente así lo ha dicho sino porque la economía no lo permitiría, el margen para aumentar de manera significat­iva los recursos fiscales son magros.

Son los egresos los que atraen los nubarrones. Primero, es necesario comentar que las reduccione­s de presupuest­os son cada vez más limitadas. Se han eliminado programas y muchas institucio­nes han sufrido recortes presupuest­ales. Ya no hay mucha tela de dónde cortar. Por el contrario, hay varios componente­s del gasto público que ya se sabe que van aumentar, de manera estructura­l, y no hay mucho que se pueda hacer para evitarlo. Los principale­s son pensiones y el servicio de la deuda.

En cuanto a las pensiones, Carlos Urzúa nos hizo un cálculo del costo de las pensiones universale­s en una columna el año pasado. Los datos no han cambiado mucho. Él calcula que el gasto necesario para cubrirlas en 2024 será de 360 mil millones de pesos (en lugar de los 120 mil millones que se gastaron en 2020). El aumento se debe tanto a la reducción de edad decretada por López Obrador de 68 a 65 años, como por el aumento al doble del monto de la pensión universal para llegar a 6 mil pesos bimestrale­s. A ese gasto se requiere aumentar los montos destinados a las pensiones de los trabajador­es y beneficiar­ios del IMSS, ISSSTE, Pemex, CFE y de las Fuerzas Armadas. Este monto crece por el número de personas que llegan a edad de jubilación y por la inflación. Para estas otras pensiones se calcula que el gasto público adicional llegará a por lo menos 380 mil millones de pesos a fin de 2024, que representa­rá al menos el 1.2% del PIB en 2024.

Y en cuanto al servicio de la deuda pública, el aumento de su monto como el de las tasas de interés presionará la cantidad de recursos que se destinen a su pago. Para 2024, de mantenerse el tipo de cambio y las tasas de interés que se esperan para fin de este año, se calcula que el aumento del servicio de la deuda será de al menos 200 mil millones de pesos, o alrededor de 0.7% del PIB actual.

Así, en conjunto, el gasto que irremediab­lemente aumentará es de unos 820 mil millones de pesos para 2024 (sin contar la inflación), que equivaldrá a alrededor de 3% del PIB en ese año. ¿De dónde sacará los recursos el gobierno federal para cubrir ese gasto adicional? Ya vimos que los ingresos no podrán aumentar significat­ivamente, y que será difícil disminuir otros gastos. Por tanto, el camino que le queda al gobierno es el endeudamie­nto público, que lo llevará a por lo menos el 54% del PIB a fines de 2024. Ello significa que, durante el sexenio de López Obrador, el endeudamie­nto habrá aumentado del 44.9% del PIB que dejó Enrique Peña Nieto (el cual lo tomó en 37.2% del PIB en 2012), al 54% del PIB que dejará López Obrador al dejar la Presidenci­a. A pesar de la retórica oficial, López Obrador habrá endeudado al país más que De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto. El nivel de su endeudamie­nto correspond­erá a los montos en que nos endeudaron José López Portillo y Luis Echeverría, cuyos periodos se conocen como la docena trágica de nuestra historia contemporá­nea.

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