El Financiero

AMLO: un sexenio de muerte

- Alejo Sánchez Cano Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

En días recientes, el presidente Andrés Manuel López Obrador le respondió a un periodista extranjero que le cuestionó sobre los asesinatos a comunicado­res ocurridos en este sexenio: “no hay impunidad, y si tú opinas lo contrario me lo pruebas”. La dura contestaci­ón al periodista no refleja la verdad: la impunidad en el país es lacerante y es un aliciente para el crimen organizado.

La narrativa oficial en torno a la seguridad pública durante este gobierno ha estado basada en señalar que “se está trabajando”, que el alarmante incremento en los delitos de alto impacto en el país “se está atendiendo”, y que la estrategia consiste en atender las causas que originan la violencia y la insegurida­d. Pura palabrería.

A la luz de los resultados vistos desde las cifras oficiales, las reuniones del Gabinete de Seguridad que se llevan a cabo todos los días de seis a siete de la mañana en Palacio Nacional no sirven para nada. En esta semana se rebasaron los 120 mil homicidios dolosos en lo que va de la actual administra­ción, cifra registrada a lo largo de todo el sexenio de Felipe Calderón.

El criterio del gobierno para la actuación de las Fuerzas Armadas es dejar actuar al crimen organizado. El gobierno asume que al no combatir a los grupos delincuenc­iales, éstos se portarán bien. El crimen organizado parece tener licencia para actuar, y para matar. El gobierno de López Obrador se está convirtien­do en un sexenio de muerte.

Ese horror provocado desde la autoridad ya tocó a la iglesia católica. Los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora fueron asesinados al interior de la iglesia de la comunidad Cerocahui, en la sierra Tarahumara de Chihuahua, cuando daban refugio a un hombre que era perseguido. Los cuerpos de los dos sacerdotes y del hombre perseguido, Pedro Palma, que estaban desparecid­os, fueron localizado­s ayer. Además, en un evento paralelo, otras cuatro personas fueron secuestrad­as en la misma comunidad.

Uno de los principale­s líderes de los jesuitas en la sierra Tarahumara, Javier Ávila, lamentó que el horror que vive el pueblo mexicano haya tocado ya a la iglesia. “Vivimos constantem­ente amenazados y hostigados, pero nunca habíamos llegado a este extremo”, declaró a la prensa. “Esto nunca se va a entender, porque no tiene ninguna lógica. Es el fruto de una cerrazón oficial frente a una realidad muy trágica. El país, no sólo la zona Tarahumara, está arropado por una impunidad grosera y alarmante. Duele mucho, pero es una realidad”, dijo Ávila al diario español El País.

López Obrador dijo sobre el tema: “estamos ahora atendiendo este asunto. Parece que se tiene ya informació­n sobre los posibles responsabl­es de estos crímenes”. Lo cierto es que al presidente parece no interesarl­e combatir a los grupos delincuenc­iales. Lo que sí le interesa es tener una estrategia que le aporte votos a su partido.

El mensaje que desde el poder se envía es que si hay más homicidios o no en el país, depende solamente de la voluntad de los grupos criminales y no de la actuación del gobierno. El senador Ricardo Monreal, líder de la bancada morenista, pidió revisar la estrategia de seguridad del gobierno de López Obrador y reflexiona­r respecto a los niveles de violencia, sin intereses partidista­s. La respuesta fue de risa: el nombramien­to de Clara Luz Flores, excandidat­a morenista al gobierno de Nuevo León, como titular del secretaria­do ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Nombrar a alguien sin experienci­a en temas de seguridad en ese cargo, ¿qué podría salir mal?

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