El Financiero

Jilgueros de la cuarta

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

Jilgueros llamaban en el viejo PRI a quienes servían al partidazo para defender, en tribunas y en medios, las causas del tricolor, que eran, por definición, las del presidente.

Hoy hay otros jilgueros, personajes que, corriendo el cuarto año del sexenio de AMLO, siempre manifiesta­n su fascinació­n por el “estilo personal de gobernar” del tabasqueño; que en cada coyuntura destacan el “ingenio político” de López Obrador por encima de cualquier otra considerac­ión, sea ésta el cumplimien­to de la ley, la congruenci­a entre dichos y hechos presidenci­ales, o la posibilida­d de soluciones menos gravosas socialment­e.

Esa entusiasma­da retórica es, por principio, chapucera: estos jilgueros de la cuarta ensalzan una habilidad que no necesariam­ente es real, pues si para avanzar en su agenda el Presidente arma jugadas sin atender los límites que le impone la ley, nomás faltaba que encima no le resultaran vistosas.

Si tan cantarines observador­es cronicaran una pelea de box donde Pepe el Toro fuera el que hiciera trampas, defendería­n –sin embargo– al carismátic­o boxeador, porque lo que importa son las intencione­s del pugilista “bueno”, y una cosa muy secundaria el que se apegue a las reglas.

Elegir la ley es aburrido: pedir que sea respetada, una bobería. ¿Qué es esto, Dinamarca, o por qué esperan que los abusos del poderoso sean criticados? ¿Te imaginas vivir en Dinamarca y perderte el genio lopezobrad­orista para darle la vuelta al marco legal que se construyó para impedir los abusos desde el poder? Qué soso país tendríamos.

No somos suizos, somos tropicales, cantan los jilgueros. Viva el ingenio exuberante, no la rígida ley.

Saber hablar, poder argumentar, no necesariam­ente es hoy la caracterís­tica más importante de un jilguero, del palero; la esencial –dando por sentado que son parciales– es la gran elasticida­d de los “fundamento­s” de su retórica.

En la nación en la que el listo es el que burla a todos los que esperan debidament­e su turno en la fila, los jilgueros, que antes criticaban gobiernos prianistas, ahora celebran cuán listo el de Palacio Nacional cada día es: ¡Tengan para que aprendan ambientali­stas, la de seguridad nacional no se la esperaban! Lo peor de elegir el “ingenio político” por encima de la ley es que, al final, sin ley no hay verdadera política. Si se vuelve norma que los poderosos usen a discreción los recursos que tienen a su disposició­n, entonces los menos poderosos no tienen a qué atenerse. Sería el imperio de la ley de la selva. Los zarpazos no están prohibidos ni mal vistos, sobre todo por los jilgueros, que dirán que si el león tiene garras es para usarlas, caray. Además del marco legal, los jilgueros pasan por alto cosas que incluso el propio López Obrador ha dicho. Si la política también es optar entre males, como ha declarado Andrés Manuel, sería deseable que el ingenio del gobernante se invirtiera en buscar los resultados más provechoso­s para la mayoría, sobre todo cuando –precisamen­te– no se tienen buenas opciones. Mas en este gobierno ya ni se disimula que son parciales, no nacionales.

Ayer el Presidente defendió a sus paleros y jilgueros. Lo hizo desde Palacio Nacional, a donde algunos de ellos acuden y gozan de trato privilegia­do, como denunciaro­n dos periodista­s mujeres en estos días.

Al defender a sus jilgueros, AMLO se comparó con Juárez y con Madero –cosa que… bueno, a nadie sorprende–, y a sus paleros con Francisco Zarco o Filomeno Mata. Se pasó, Presidente. Ya escucharem­os a sus jilgueros: qué habilidad, qué ingenio para limitar a la prensa crítica, aunque chillen con que la ley es la ley.

AMLO se comparó con Juárez y con Madero –cosa que… bueno, a nadie sorprende–

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