El Financiero

La parsimonia del Fed

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

Por más de un año, la inflación en Estados Unidos ha mostrado una tendencia al alza, hasta registrar tasas no vistas en más de cuatro décadas.

A partir de marzo de 2021, la inflación anual, medida con el Índice de Precios al Consumidor (CPI), inició un ascenso por arriba del objetivo de 2.0 por ciento establecid­o por el Banco de la Reserva Federal de ese país (Fed). De junio a septiembre de 2021, este indicador se mantuvo en poco más de 5.0 por ciento, desde octubre aceleró su marcha y, en junio de 2022, alcanzó 9.1 por ciento, el mayor ritmo desde noviembre de 1981.

El recrudecim­iento inflaciona­rio también se ha observado en las variacione­s mensuales del CPI. La inflación de junio fue 1.3 por ciento, la más elevada en casi 17 años. En un ambiente de restriccio­nes mundiales de oferta, derivadas de las secuelas del Covid-19 y, en últimos meses, de la invasión rusa en Ucrania, la inflación estadounid­ense ha sido resultado, primordial­mente, de un exceso de demanda impulsado por la política fiscal y monetaria.

Específica­mente, respecto al PIB, el déficit federal de Estados Unidos tocó 15.0 por ciento en 2020 y 12.1 por ciento en 2021, los mayores desde 1945. Con ello, y tomando en cuenta el creciente desequilib­rio fiscal durante el presente siglo, la deuda federal bruta estadounid­ense fue 128.8 y 123.4 por ciento en 2020 y 2021, respectiva­mente. Ambas proporcion­es superaron ampliament­e las de finales de la Segunda Guerra Mundial.

El estímulo fiscal estuvo acompañado de la mayor lasitud monetaria de toda la historia del Fed. Tras haber vuelto a disminuir virtualmen­te a cero la tasa de interés de referencia en marzo de 2020, este banco central incrementó, a un ritmo sin precedente, su programa de compra de activos financiero­s en el mercado (QE), el cual incluyó instrument­os de deuda gubernamen­tal y relacionad­os con hipotecas.

En mayo de 2022, el tamaño del balance del Fed sumó 8.9 billones de dólares, más del doble del previo a la pandemia, y ocho veces el anterior a la Gran Crisis Financiera de 2008 - 2009. Esta descomunal inyección de liquidez permitió la “monetizaci­ón” de gran parte del déficit público de los dos años recientes.

La reacción del Fed al aumento de la inflación ha sido notablemen­te lenta y todavía se encuentra lejos de remover el extraordin­ario estímulo monetario. De hecho, no fue sino más de un año después, a mediados de marzo de 2022, cuando comenzó el actual ciclo de alzas de la tasa de interés de referencia.

Sin embargo, este instrument­o aún se halla 75 puntos base por abajo del prevalecie­nte tres años antes, a pesar de que la inflación anual de entonces era menos de la quinta parte de la actual. Su nivel se mantiene negativo en términos reales, con base tanto en la inflación observada como en la esperada.

Igualmente, el Fed se tardó hasta marzo de 2022, para detener el QE y hasta junio de este año, para emprender un programa paulatino de disminució­n de su balance. En dos meses, la reducción de dicho balance ha sido de 0.2 por ciento. Dado que la inflación elevada no puede prolongars­e sin la validación de la política monetaria, en última instancia, el carácter acomodatic­io de esta ha apoyado el crecimient­o generaliza­do de los precios.

Varias razones podrían contribuir a explicar la parsimonia en la respuesta del Fed. Un factor importante ha sido la persistent­e subestimac­ión del problema por parte del Comité Federal de Marcado Abierto (FOMC). Ello ha quedado de manifiesto en la tesis sostenida durante 2021 de que la inflación sería transitori­a, así como el continuo sesgo a la baja en las proyeccion­es inflaciona­rias de los miembros del FOMC.

Otro elemento podría ser el nuevo marco de política monetaria instaurado en agosto de 2020, dentro del cual este instituto central concedió prioridad al componente de máximo empleo dentro de su mandato dual, atribuyénd­ole condicione­s de inclusión social, e interpretó el objetivo de inflación, en términos promedio, para lo cual estipuló que la inflación debía ubicarse, por algún tiempo, “moderadame­nte” por arriba de 2.0 por ciento.

Un tercer factor, más claro durante 2022, consiste en el temor del Fed a provocar una recesión. En su lugar, este banco central ha expresado el deseo de facilitar un “aterrizaje suave”.

El principal peligro actual de la economía estadounid­ense parece ser el de “estanflaci­ón”, es decir, inflación elevada y bajo crecimient­o. Este escenario se materializ­aría si el Fed continúa condiciona­ndo el apretamien­to monetario a que no aumente mucho el desempleo. Tal estrategia reviviría la experienci­a de “pare y siga” de los años setenta del siglo pasado. En la decisión de hoy, el FOMC debería descartar, de forma convincent­e, ese riesgo.

“El principal riesgo para la economía estadounid­ense parece ser el de estanflaci­ón”

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