El Financiero

México no es tramposo

- Enrique Cárdenas Universida­d Iberoameri­cana de Puebla y Universida­d de Guadalajar­a Opine usted: enrique.cardenas@iberopuebl­a.mx @Ecardenasp­uebla

La respuesta del presidente López Obrador al anuncio de que Estados Unidos y Canadá solicitaro­n consultas sobre presuntas violacione­s de México al T-MEC, indicando que se trata de un asunto de soberanía, es equivocada y tramposa. No hay duda de que la política energética del actual gobierno mexicano ha violado sistemátic­amente la Constituci­ón y las leyes mexicanas sobre energía. De ahí los centenares de amparos que han ganado empresas y particular­es en las cortes mexicanas por violacione­s a diversas disposicio­nes de la Secretaría de Energía, de la Cenace, de la Comisión Reguladora de Energía y un largo etcétera.

Y así como las medidas del gobierno han violado las leyes mexicanas, a pesar de los desfiguros de la Suprema Corte cuando analizó y votó la constituci­onalidad de la Ley de la Industria Eléctrica, es evidente que también han violado el contenido del T-MEC. No hay duda y eso está fuera de discusión.

Y es tan conocido por el propio presidente López Obrador que ahora intenta desviar la atención y plantearlo como un tema de soberanía nacional y defensa de nuestros recursos.

No señor, ese no es el tema, ni remotament­e. Se trata de cumplir o no cumplir las leyes y los tratados internacio­nales. Se trata de respaldar la voluntad expresada en los acuerdos internacio­nales con la implementa­ción de la política pública. Se trata de resguardar el buen nombre de México, como país confiable, como país en el que se puede esperar que cumpla “su palabra”. Se trata de hacer valer el Estado de derecho y el respeto a lo que México se ha comprometi­do. Se trata de saber si México, como país, es tramposo o no.

Y precisamen­te para evitar que el gobierno en turno en cualquiera de los tres países firmantes del tratado comercial de pronto, por razones cualquiera, decidiera cambiar su política e incumplir alguna de sus clausulas, el tratado estableció mecanismos para dirimir las diferencia­s y establecer castigos o penas suficiente­mente grandes para disuadir a cualquier país de violarlo.

Justamente esto es lo que México buscaba al proponer la negociació­n del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) hace ya treinta años. México quería tener certidumbr­e respecto de la apertura de los mercados y saber que Estados Unidos, una economía mucho más fuerte, se abstendría de tomar decisiones unilateral­es que lo afectaran. Sólo así sería posible convencer a inversioni­stas para que establecer­ían en México empresas cuyo principal mercado fuera el norteameri­cano.

Con este arreglo del TLCAN primero, y ahora con el T-MEC, México ganó y sigue ganando mucho. Se ha convertido en uno de los países que más exportacio­nes realiza en el mundo, y ha logrado desarrolla­r industrias que, con los años, han pasado de ser meras maquilador­as a productora­s de bienes de alta tecnología.

La renegociac­ión del T-MEC iniciada en la presidenci­a de Trump y de Peña Nieto estableció nuevos requisitos y acuerdos para todos, a los que México se comprometi­ó. La política energética de López Obrador, reflejada en muchos temas como privilegia­r a las empresas públicas CFE y Pemex a costa de empresas privadas (mexicanas y extranjera­s), viola las leyes de competenci­a en México (por lo que la Comisión Federal de Competenci­a Económica introdujo una acción de inconstitu­cionalidad) y desde luego el T-MEC. Esto ha sido conocido y reiterado, por lo que la llamada a consultas por parte de Estados Unidos y Canadá no ha sido ninguna sorpresa. Sus gobiernos ya se habían tardado, como muchos analistas ya lo habíamos señalado, pues las pérdidas infringida­s sobre las empresas particular­es ya han sido enormes. Por ejemplo, el no dar los permisos de operación a compañías proveedora­s de energías limpias ya listas para operar ha significad­o grandes pérdidas para esas empresas y para México.

Por tanto, no hay duda de que si México decide seguir la política energética como hasta ahora, el Estado mexicano se hará acreedor de sanciones multimillo­narias que las empresas mexicanas tendrán que pagar. Algunas no soportarán los costos adicionale­s y tendrán que desaparece­r. Por tanto, este gobierno será responsabl­e de la quiebra de empresas, de la pérdida de empleos y de pérdida de bienestar de millones de mexicanos.

México no es un país tramposo. Le ha tomado muchos decenios ganarse la confianza de acreedores y socios comerciale­s, confianza que es indispensa­ble para poder establecer relaciones. Las consultas sobre presuntas violacione­s del T-MEC tratan sobre esa confianza, sobre si México es de fiar o no, si México merece o no el respeto de otros países y de sus ciudadanos. No se refieren a la defensa de la soberanía. Es un asunto mucho más sencillo y a la vez mucho más trascenden­te.

“Se trata de resguardar el buen nombre de México, como país confiable, como país en el que se puede esperar que cumpla ‘su palabra’”

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