Esperando el milagro
presidente, Andrés Manuel López Obrador, quiere nacionalizar la energía para que ésta no siga siendo explotada ni robada por las potencias colonizadoras modernas. Como el Presidente de México repite de manera reiterada –con razón o sin ella– que México no es colonia de nadie y está haciendo todo lo que está en sus manos para dejar claro ese argumento.
El Presidente de México tiene derecho a cambiar de opinión. Tenía también derecho a no firmar el T-MEC. Estaba en su derecho de imponer las condiciones de retroactividad, considerando la afectación global por Estados Unidos y por Canadá, y el hecho de que, si querían tener tratos con nosotros, debían aceptar la proclamación de nuestra independencia. Sobre todo, debían aceptarla con base a las dos instituciones sagradas y que más parece apreciar nuestro Presidente, que son: Pemex y CFE. No obstante, no hizo nada de esto. Estampó su firma en un tratado en el que, si no leyó lo que estaba firmando, sería un hecho inadmisible y, si sí lo leyó, hemos de entender que cuando lo firmó estaba dispuesto a respetarlo. Sin embargo, después de dos años de espera, después de querer entender y de ir una y otra vez el cántaro a la fuente, se ha roto.
Ahora mismo, nuestros dos socios del TMEC saben que ellos no nos gustan y que su manera de hacer las cosas no son las nuestras. Pero, sobre todo, queda claro que para nuestro Presidente el futuro y el éxito de la 4T está en la redefinición del principio de soberanía nacional basado en el aspecto energético. Como consecuencia de ello, todo lo firmado hasta aquí, toda la validez legal de la reforma de Peña Nieto y todo lo que pasó antes es algo que hay que denunciar, quemar y no cumplir.
Sobre las remesas, que es dinero que nuestros paisanos ganan en Estados Unidos, ya que no lo pueden ganar en nuestro país, y que es el dinero con el que se alimentan y viven sus familiares que viven en México, se espera que este año se obtenga una cifra superior a los 50 mil millones de dólares. Éste es un tema en el que al presidente López Obrador, mañana tras mañana, le encanta autocongratularse. Sin embargo, estoy seguro de que él sabe que las remesas son más bien una prueba de nuestro fracaso económico. Las remesas son una prueba del éxito de nuestros compatriotas y de su perseverancia y esfuerzo para luchar en uno de los países más competitivos del mundo. Aunque estoy seguro de que si le preguntáramos a quienes envían esas remesas dónde preferirían trabajar, nos responderían que aquí en México. El problema es que en nuestro país no tendrían trabajo ni los recursos para poder darle de comer a los suyos.
En 2021, el intercambio comercial entre Estados Unidos y México fue de más de 661 mil millones de dólares, siendo el mayor intercambio registrado hasta la actualidad, y consolidándose como nuestro principal socio comercial. Por otra parte, el año pasado el comercio bilateral entre México y Canadá fue de más de 33 mil millones de dólares, cifra que permitió que nos convirtiéramos en su tercer socio comercial.
Nuestra realidad económica, la de los mexicanos, tiene un gran soporte desde la época en la que se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o también conocido como TLCAN. Desde esos tiempos se ha contado con una seguridad y una base al momento de tratar y negociar sobre la relación comercial preferente con nuestros vecinos del norte, aunque, sobre todo, con quien es nuestro principal socio comercial. Sin embargo, todo esto parece no tener importancia y como es muy difícil pensar que vamos a volver a los caminos de terracería, que podemos cerrar los aeropuertos porque vamos a dejar de volar y volveremos a tener el caballo como el medio de transporte nacional, inevitablemente no me queda de otra más que pensar y esperar que el Presidente tenga un plan alternativo. Y es que, si finalmente el presidente López Obrador acaba abandonando el T-MEC o fuerza y pide cosas que no le pueden dar, ¿con qué o, más bien, con quiénes sustituirá la relación comercial preferente que tiene con Estados Unidos y Canadá? Tal vez lo haga firmando un tratado comercial preferente con China. O, probablemente, opte por incrementar la relación económica, política y de todo orden con Rusia. ¿Qué planea el Presidente?
Ése es el escenario previsible. ¿Se trata de un escenario que la situación geopolítica mundial y la situación interna de nuestros vecinos del norte permitieron que se diera? Desde mi punto de vista, no. Estamos esperando un milagro. Yo creo que el milagro –como en el caso de los españoles– es que comprendan que más vale ser buenos, pedirnos perdón y hacernos caso en todo aquello que pedimos. Y es que, al final de cuentas, como dicen las canciones de Jorge Negrete y de Vicente Fernández, “amor con amor se paga” y “como México no hay dos”.
Estamos esperando el milagro. La pregunta es: ¿llegará?