El Financiero

La razón de la pobreza franciscan­a

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

La imagen dice mucho incluso en el sexenio donde Palacio domina los símbolos.

El jueves 28 de julio Andrés Manuel López Obrador se reunió con parte de su gabinete. En la mañanera del miércoles el mandatario había anunciado ese cónclave: “Les adelanto que, de todas maneras, ya vamos a pasar de la fase de la austeridad republican­a a una fase superior, que es la de la pobreza franciscan­a, porque tengo reunión mañana con el gabinete y vamos a llevar a cabo medidas de austeridad adicionale­s”.

Al día siguiente, a eso de las dos de la tarde, AMLO publicó en Twitter dos fotografía­s del encuentro. En ambas se ve al titular del Ejecutivo de espaldas, sentado. A su izquierda está Raquel Buenrostro, jefa del SAT, y a la derecha Rogelio Ramírez de la O, secretario de Hacienda. Ellos ocupan una mesa –la única–, mientras que medio centenar de colaborado­res de AMLO se encuentra alineado en sillas. Como en salón de clases, o en conferenci­a.

¿Qué nos dice la imagen? Es un retrato de una distancia, de una verticalid­ad, de una manera unipersona­l de ejercer el poder. Además de dividir, la mesa subraya que para López Obrador sólo hay una dirección: de él hacia el resto, de él y nada desde el resto.

Así gobierna Andrés Manuel. Reúne a sus principale­s colaborado­res –están las secretaria­s de Energía, Seguridad y Economía, el canciller, el de Marina, la Jurídica, etcétera–, pero en realidad esas personas no están invitadas a la mesa, a deliberar de a cuánto y cómo aplicar un recorte, a pensar un ajuste, una revisión conjunta: literalmen­te, estos pupilos tendrán que tomar apuntes sobre las rodillas de lo que está por ocurrirles en sus ministerio­s. El Presidente ordena un nuevo apretón y están ahí para oír una instrucció­n que al único que beneficia es al Presidente, en tanto centraliza­dor del poder nacional.

Hay que leer el nuevo recorte como un paso más, uno definitivo, de la centraliza­ción del poder

Porque la imagen aporta otra pista para entender lo que está ocurriendo hoy.

La pobreza franciscan­a es un eslogan pegajoso que contribuye a desacredit­ar aún más al gobierno frente a la ciudadanía. Pero embozada en esa frase cuasirreli­giosa subyace la verdadera razón del nuevo recorte. El Presidente socava su gobierno para crecer su peso en el mismo. Porque si hablamos de números algo no cuadra. El Presidente cerró la semana hablando de crecimient­o económico. Y Hacienda anunció, al poco de eso, que hay más dinero de lo previsto porque el petróleo ha estado arriba de lo pronostica­do. ¿La remesas? Siguen llegando a niveles récord. Frente a ese panorama, ¿el gobierno se ve obligado a recortar? Una respuesta recurrente es que las obras y los rescates (CFE y Pemex) en los que el Presidente ha empeñado su prestigio postsexena­l están saliendo más caros (mucho más) de lo calculado. Y que hay que rascar en la caja para seguir alimentand­o a Dos Bocas y al Tren Maya. Incluso si fuera el caso –el gobierno en efecto necesita ingentes recursos para las iniciativa­s favoritas de AMLO– hay que leer el nuevo recorte como un paso más, uno definitivo, de la centraliza­ción del poder.

De un nuevo plumazo el mandatario estrujará lo que quede de los presupuest­os operativos de muchas dependenci­as, eliminando con ello la visibilida­d de cualquier despacho que no sea el de la Presidenci­a. Eliminando de paso también al Legislativ­o, que aprobó un gasto que es burlado. No lo inspira san Francisco, sino Maquiavelo. Vean qué cuidadosos somos del dinero del pueblo mientras desmontamo­s muchas de las instancias del gobierno que solían atender al pueblo. Menos gobierno, pero más Presidente que nunca.

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