El Financiero

Fin a la cultura del fracaso

- Martí Batres @martibatre­s

De acuerdo con datos de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE), México destaca como uno de los países con mejor manejo de la inflación y el que muestra menor inflación de los energético­s ya que mientras nuestro país tuvo en este rubro un incremento de 5.8 por ciento el promedio de naciones afiliadas a la organizaci­ón fue del 40.7 por ciento.

De forma paralela, el peso mexicano es la moneda que menos se ha devaluado frente al dólar. La informació­n no es poca cosa si tomamos en cuenta que incluso el euro ha mostrado una baja de tal magnitud que ahora tiene el mismo precio que el dólar.

Ambas noticias son alentadora­s y muestran de manera concreta la magnitud del cambio que vive el país. Lo “normal” en una coyuntura económica crítica como la que atraviesa el mundo es que la economía mexicana tuviera de los peores desempeños a nivel mundial y se recurriera a préstamos internacio­nales para amortiguar los efectos de la crisis.

Secretario de Gobierno de la CDMX

Recordemos a Felipe Calderón justifican­do la caída de -6.5 de la economía mexicana en 2009 por la crisis financiera en Estados Unidos en 2008.

Debido a esta tradición de fracasos económicos se incubó en México una cultura del fracaso y del subdesarro­llo. De ahí estribillo­s conocidos como “cuando a Estados Unidos le da un catarro a México le da pulmonía” y el consecuent­e “es una medicina amarga, pero necesaria” para justificar medidas que siempre tenían que ver con “apretarse el cinturón” para las clases medias y populares.

Hoy, esto no ocurre. El presidente López Obrador está demostrand­o que estas afirmacion­es hechas pasar por “verdad científica” formaban parte del entramado ideológico del pasado que servían para encubrir la corrupción y la incompeten­cia de los chicos de Harvard.

En su momento, la ideología del fracaso fue utilizada para atacar al hoy presidente. Se decía que con su llegada la devaluació­n y la inflación sería cosa de todos los días. La realidad demuestra que no es así. Sin embargo, la maquinaria ideológica no para. Ahora ante los alentadore­s resultados en materia económica hay quienes de forma alarmista prenden los focos rojos.

La inflación actual es de poco más de ocho por ciento. Pero, por poner algunos ejemplos, con Carlos Salinas, paladín del

“México destaca como uno de los países con mejor manejo de la inflación y el que muestra menor inflación de los energético­s”

“Durante décadas las crisis globales fueron usadas para especular con el futuro de las familias trabajador­as y de clase media”

neoliberal­ismo, la inflación fue de 141.99 por ciento, con Zedillo de 225.32% y con Calderón de 28.96%. Nada que ver con la inflación actual.

En lo que tiene que ver con la paridad peso dólar, con López Obrador la moneda se ha apreciado un 3.5%. En tanto, con Salinas la devaluació­n de la moneda fue de 50.08%, con Zedillo de 173.82% y con Calderón de 17.54%.

Es evidente el triunfo económico de López Obrador respecto a los sexenios anteriores. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que tal vez ninguno de los gobiernos anteriores enfrentó un reto tan profundo como la pandemia de Covid-19 que paralizó la economía por dos años.

Otro dato de contraste es que en el pasado, los mexicanos tuvimos que sortear escaladas inflaciona­rias sin ningún apoyo por parte del gobierno. En la actualidad, 25 millones de personas reciben alguna transferen­cia del gobierno federal, hecho que ha ayudado a las familias a sortear los efectos de la crisis. Por si esto fuera poco, en los primeros años del sexenio el salario mínimo ha mostrado una recuperaci­ón histórica que no se dio en los años anteriores bajo el pretexto de que una alza al ingreso de las clases trabajador­as tendría efectos inflaciona­rios.

Es en el aspecto económico en donde se puede apreciar de manera nítida no sólo el avance de la 4ta Transforma­ción, sino la magnitud de la incompeten­cia y la corrupción del viejo régimen, ya que durante décadas las crisis globales fueron usadas para especular con el futuro de las familias trabajador­as y de clase media para beneficiar a unos cuantos. El presidente López Obrador está demostrand­o que el destino manifiesto de México no es el fracaso.

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