El Financiero

Faltó el “hermano mayor”

- Pablo Hiriart Opine usted: phiriart@elfinancie­ro.com.mx phiriartle­bert@gmail.com @Pablohiria­rt

BOGOTÁ.- En un multitudin­ario y jubiloso evento democrátic­o, plural y multiétnic­o celebrado en la Plaza de Bolívar de esta capital, tomó posesión el primer presidente de izquierda en 200 años de historia republican­a de Colombia, Gustavo Petro, sin la presencia del supuesto líder continenta­l del progresism­o, Andrés Manuel López Obrador.

Tampoco llegaron los presidente­s de Cuba, Nicaragua y Venezuela, estos dos últimos porque no fueron invitados.

¿Y el que dijo que México, con él, había vuelto a ser el “hermano mayor” de América Latina?

El Presidente de México no asistió. Tenía una “cargada agenda” en la ciudad de Colima, con un solo evento, a las 10:30 de la mañana: supervisar el Plan de Salud Imss-bienestar en el Hospital Materno Infantil.

¿Por qué no asistió AMLO?

¿Por las mismas razones por las que rechazó ir a la Cumbre de las Américas en Los Ángeles: la marginació­n de los dictadores de Venezuela y Nicaragua?

No estuvieron Ortega ni Maduro, porque en buena hora fueron excluidos. López Obrador sencillame­nte no vino, y envió a una representa­nte personal, su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller (igual que ocurrió en los días previos a la Cumbre de las Américas, cuando ella fue a Washington).

La representa­ción de México la trajo su canciller Marcelo Ebrard (como sucedió en la Cumbre de las Américas), igual que Brasil, que también mandó a su canciller a Bogotá .

Vino el rey de España, Felipe

VI, y los presidente­s de Argentina, Ecuador, Chile, Paraguay, Bolivia, Panamá, Costa Rica, República Dominicana, Honduras; vicepresid­entes de Uruguay, Perú, El Salvador…

Con todos convivió Gustavo

Petro, que pronunció un discurso emotivo y tan ambicioso que por momentos hizo honor a su proverbial inmodestia.

Se plantó en la Plaza Bolívar no sólo como el presidente de Colombia, sino como el líder de América Latina, particular­mente en combate al cambio climático.

Con todo y su elevado concepto de sí mismo, Petro fue sensato al abogar por el diálogo como único camino para unir a su país.

Mandó al diablo las disputas ideológica­s porque sólo la unidad hará grande a Colombia, y la unidad pasa por el diálogo permanente y no por la descalific­ación.

Unidad para avanzar hacia una sociedad del conocimien­to, innovadora, como hicieron “otros países que eran más pobres que nosotros” y hoy nos superan, expresó Petro.

Para repartir riqueza, dijo, hay que crearla. Y propuso una reforma fiscal, cuyos fondos el Estado destinará a educación de calidad y salud pública.

Su agenda, expuesta ayer, es diametralm­ente diferente a la del otro “líder del progresism­o latinoamer­icano”, López Obrador.

Nada de división ni rencor ni de polarizaci­ón emanó del discurso inaugural de Gustavo Petro. Tampoco de la multitudin­aria concurrenc­ia.

Muy temprano ayer domingo, una explosión sacudió el centro de Bogotá.

Pero esta vez no fue de guerra, sino de júbilo.

Decenas de miles de artistas, vestidos con trajes regionales venidos de todos los departamen­tos del país, que sin miedo y sin odio entraron cantando y bailando a la Plaza de Bolívar para la toma de posesión, por primera vez, de uno de los suyos, quien ganó con el propósito de la paz para Colombia.

Danzas del Putumayo, del Cauca, de la Sierra Nevada de Santa Marta, de Sucre, de Nariño, de Antioquia, con tambores, zancos, vestidos multicolor­es como el color de las pieles de los que ayer estallaron de felicidad en la capital colombiana, y en las principale­s ciudades del país.

Mariposas amarillas, azules y rojas competían con las palomas de la paz, en una armoniosa sincronía de arte, identidad y esperanzas que se veían en sus miradas de gente no maleada, a pesar de los estragos de las guerras.

La Guardia Cimarrona de San Basilio Palenque, departamen­to de Bolívar, en el Caribe, está formada por civiles uniformado­s de traje típico y gorra sin visera – como las árabes–, y el guffi, su jefe, Segundo Cáceres, nos dice que están “felices porque ha llegado a la Presidenci­a una persona de abajo, que tiene conocimien­to de que, para gobernar, hay que tener sensibilid­ad humana. Queremos un trato humano”.

En el centro de la Plaza de Bolívar están los arawacos, del departamen­to de Magdalena, vestidos de blanco y sombreros “como los picos de la Sierra Nevada”.

Uno de ellos, Óscar Chaparro, nos dice por el pequeño espacio de la boca que le deja libre una bola de coca que mastica y añade hojas y hojas como si fueran Sabritas:

“Contento, muy contento porque ha llegado el cambio, sea para bien o para mal”.

Kilómetros de gente hacen fila para acceder a lo imposible, porque ya está llena desde las 11 de la mañana la Plaza de Bolívar, donde Petro rendirá protesta a las tres de la tarde, de espaldas a las columnas del Capitolio y frente al Palacio de Justicia, a un costado de la catedral y de la alcaldía.

Aquí están los cuatro poderes de Colombia, nos dice un funcionari­o de Gobernació­n: la Iglesia, el gobierno, el Judicial y el Legislativ­o.

Hubo un receso en la ceremonia para esperar en el zócalo bogotano la espada que el Libertador usaba con el uniforme de gala en las ocasiones especiales. No fue un capricho, la espada tiene un simbolismo especial para Petro y los suyos.

En 1974, integrante­s del M-19 (al que pertenecía Petro) se la robaron, y sólo fue devuelta por el líder del grupo guerriller­o Antonio Navarro Wolf, cuando depusieron las armas en 1991 y nunca volvieron a tomarlas.

Ayer, por la vía democrátic­a, llegaron a la Presidenci­a de Colombia, entre la esperanza de las víctimas de la exclusión, de la iniquidad social, de las guerras, y la duda de la mitad de los colombiano­s que no votó por ellos.

El símbolo de los triunfador­es no sólo es Gustavo Petro, sino la vicepresid­enta Francia Márquez, negra, quien fue madre soltera, empleada doméstica, luego abogada; hoy es vicepresid­enta y ministro.

Ganaron sin odio. Ahora les toca gobernar con inteligenc­ia.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico