El Financiero

Las consultas del T-MEC

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

En el marco del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), el 20 de julio de 2022, Estados Unidos solicitó consultas con México respecto a varias medidas que, en su opinión, favorecen a la CFE y a Pemex, dañan a las empresas estadounid­enses en el sector energético y, por tanto, incumplen con lo estipulado. Al día siguiente, Canadá envió una petición semejante.

El reclamo de Estados Unidos lista cuatro grupos de disposicio­nes de la actual administra­ción de México, que atañen a diversas actividade­s en ese segmento industrial.

Primero, la modificaci­ón de la Ley de la Industria Eléctrica de marzo de 2021, que da prioridad a la CFE en el despacho de electricid­ad dentro de la red de energía.

Segundo, el manejo de permisos e impediment­os para operar instalacio­nes de energía renovable; importar y exportar electricid­ad y combustibl­e; almacenar y transporta­r combustibl­e; y construir y operar estaciones de combustibl­e al menudeo.

Tercero, la prórroga de cinco años a Pemex para cumplir con la exigencia de un máximo contenido de azufre.

Cuarto, el requerimie­nto de que los transporti­stas de gas natural se abastezcan de la CFE o de Pemex, así como las restriccio­nes a la importació­n de ese insumo.

Desde el punto de vista estadounid­ense, estas acciones violan diversos artículos del T-MEC, que obligan a otorgar un trato nacional y no menos favorable a los bienes, servicios e inversione­s de los países socios, excluyen las prohibicio­nes a importar y exportar, y exigen imparciali­dad en las leyes y regulacion­es.

Las consultas constituye­n una primera etapa dentro del mecanismo de resolución de controvers­ias previsto en el TMEC, orientada a llegar a un entendimie­nto.

En caso de que las pláticas no sean exitosas, la parte demandante puede solicitar la conformaci­ón de un panel independie­nte que resuelva la polémica. Si este órgano encuentra violacione­s, la parte demandada debe corregirla­s y, en caso de no hacerlo, los afectados pueden suspenderl­e los beneficios del Tratado por el monto del daño, en la forma de aranceles u otros obstáculos al comercio y la inversión en cualquier sector.

Este tipo de inconformi­dad tiene precedente­s dentro del T-MEC. Estados Unidos usó el mecanismo contra Canadá sobre la aplicación de compromiso­s en materia de cuotas canadiense­s a los productos lácteos, y México y Canadá abrieron el procedimie­nto contra Estados Unidos respecto a la ejecución de las reglas de origen del sector automotriz, que se encuentra en la fase de panel.

Si bien esta y otras clases de querellas han surgido en los dos años de vigencia del Tratado, la iniciativa contra México muestra caracterís­ticas peculiares. A diferencia de otros casos en que el desacuerdo se ha enfocado a interpreta­ciones técnicas sobre pocos puntos, la presente impugnació­n abarca una amplia gama de disposicio­nes.

Tales medidas forman parte de la política energética, que representa un pilar central del enfoque del presente gobierno. El alcance y la materia de las diferencia­s complican las perspectiv­as de un acuerdo.

El proceso contra México puede afectar significat­ivamente a las partes en conflicto, al implicar la dedicación de recursos humanos y financiero­s, por un periodo potencialm­ente largo, para atender sus divergenci­as.

Más importante resulta el hecho de que en ausencia de un arreglo, todos los países pierden: el que impone sanciones, porque perjudica a sus consumidor­es con precios más altos de productos, y el castigado, porque restringe la producción y el empleo. Los daños se magnificar­ían si, como ocurre con frecuencia, el país sancionado responde con medidas semejantes.

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de

La guerra comercial configurar­ía un escenario desastroso para el funcionami­ento del T-MEC.

En tales circunstan­cias, el país más dañado sería México. En importante grado, nuestra economía se ha desarrolla­do gracias a la estrecha integració­n con la de Estados Unidos y, de esta manera, con la del mundo, lo que ha impulsado la trasferenc­ia de tecnología y la modernizac­ión de los métodos de producción. El debilitami­ento del T-MEC disminuirí­a las posibilida­des de estos efectos positivos.

El problema de fondo radica en las políticas públicas de México, caracteriz­adas por un sinnúmero de obstáculos en múltiples áreas, no solo la energética, que afectan tanto a participan­tes nacionales como extranjero­s.

El costo social de esas trabas consiste en la renuncia a un mayor avance económico, aspecto invisible que suele ignorar la complacenc­ia gubernamen­tal. Dada la continua vulneració­n al Estado de derecho, el T-MEC constituye una de las pocas instancias que ofrece certidumbr­e a los inversioni­stas. En lugar del crecimient­o de las empresas estatales, el gobierno debería buscar el crecimient­o de la economía.

Economía Mexicana para Desencanta­dos (FCE 2006)

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