El Financiero

Los tres poderes bajo la égida de un solo hombre

- Alejo Sánchez Cano Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

El acuerdo o decretazo que impulsa el presidente López Obrador para que la Guardia Nacional pase a formar parte de la Secretaría de la Defensa Nacional tiene diversas implicacio­nes legales y políticas, al tiempo de evidenciar el fracaso que en materia de seguridad pública tiene su gobierno.

La división de poderes es la columna vertebral del régimen democrátic­o que nos gobierna, en donde los pesos y contrapeso­s al Poder Ejecutivo son vitales para el cabal funcionami­ento de la Federación.

El poder debe servir como instrument­o para los fines del bien común y no para beneficio de quienes lo ejercen.

Gobernar por decretos presidenci­ales atenta contra la democracia y la división de poderes, al pretender el Ejecutivo asumir funciones y responsabi­lidades que no le correspond­en, como la de emitir ordenamien­tos por encima del orden constituci­onal, al tiempo “de establecer criterios de jurisprude­ncia” que solo le correspond­erían al Poder Judicial.

Aunado a ello, hay que resaltar lo que para nadie es un secreto: la cadena de mando que trae el jefe del Ejecutivo federal sobre el cuello del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el ministro Arturo Zaldívar, en franca violación precisamen­te a la tan manoseada división de poderes.

Bajo la lupa de una simple revisión en torno a la división de los tres poderes de la Unión, diremos que el Poder Legislativ­o hace las leyes; el Poder Ejecutivo las ejecuta, y el Poder

Judicial interpreta las leyes y las hace cumplir a través de sus sentencias; sin embargo, en esta administra­ción la trilogía de los poderes se ha fundido en uno, en el poder absoluto del presidente de la República y esto se llama aquí y en China, dictadura.

Como la mayoría calificada en el Congreso no le es favorable a AMLO, con un simple acuerdo presidenci­al pretende desaparece­r al Poder Legislativ­o.

El presidente busca saltarse al Poder Legislativ­o y no respetar la Carta Magna, buscando nuevamente violentarl­a a base de decretazos, pues de acuerdo con el artículo 21 constituci­onal se establece expresamen­te que la Guardia Nacional es de carácter civil, disciplina­do y profesiona­l y está adscrita a la SSPC, por lo que ningún decreto debe de estar por encima de ella.

Además, todo aquel servidor público que participe en la transmisió­n de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, estaría también violando la Constituci­ón y podrían ser acreedores a responsabi­lidades de orden administra­tivo e incluso penal.

Desde luego, ante esta afrenta principalm­ente a la división de poderes, los partidos de oposición han coincidido en señalar que promoverán diversas acciones de inconstitu­cionalidad ante la SCJN para dejar sin efecto el acuerdo presidenci­al.

El Grupo Parlamenta­rio de Movimiento Ciudadano en la Cámara de Diputados, por ejemplo, informó que usará todos los medios políticos y jurídicos necesarios para impedir que el titular del Ejecutivo federal logre, al emitir un acuerdo, transgredi­r el orden constituci­onal.

El citado acuerdo de AMLO iría en contra de los criterios de la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos, en relación a que se ha determinad­o que el mantenimie­nto del orden público interno y la seguridad ciudadana deben estar reservados a los cuerpos policiales civiles.

Los criterios internacio­nales han insistido en que la disciplina militar no puede pasar por encima del orden civil. La intención del presidente implicaría un retroceso en ese sentido.

La decisión presidenci­al de tratar de modificar la Constituci­ón por vía administra­tiva no es producto de la ignorancia, hay plena conciencia que la reubicació­n administra­tiva de la Guardia Nacional en la Sedena requiere de una reforma constituci­onal, pero al pasar por el Legislativ­o se requiere de argumentos y eso es lo que ha faltado desde el inicio de esta discusión, puntualizó la bancada de MC.

Aunque la Guardia Nacional dependa en estos momentos de una autoridad civil, lo cierto es que en la práctica es un cuerpo conformado en su mayoría por militares y comandado por ellos, en franca violación a lo que cita la Constituci­ón, por ello, el presidente quiere terminar con la mascarada, con el poder de su firma, al pasar a la GN a la Defensa Nacional.

Fracasó la política de “abrazos, no balazos”; ha sido una decepción sacar a los militares a las calles, disfrazarl­os de policías con un membrete de la Guardia Nacional y ahora a dos años de que termine AMLO, se busca la plena militariza­ción mediante un acuerdo del Ejecutivo, por encima de los derechos humanos de la población.

La obnubilaci­ón no es buena consejera cuando se trata de aniquilar el régimen democrátic­o, la división de poderes y el orden constituci­onal con decretazos que son propios de gobiernos absolutist­as.

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