El Financiero

AMLO se traiciona

- Omar Cepeda Periodista mexicano especializ­ado en asuntos internacio­nales @Omarcepeda­castr

En plena campaña contra el gobierno de Felipe Calderón, en el ya lejano 2009, Andrés Manuel López Obrador, quien dictaba cátedra en cuanto a la conformaci­ón de una nueva izquierda, progresist­a y necesaria para el país, afirmó:

“El presidente Juárez sabía que no podíamos apostar a una República militar, sino civilista (…) no es con el Ejército como se pueden resolver los problemas de seguridad y de violencia (…) cuando se habla del Gabinete de Seguridad, en lugar de estar pensando que en ese gabinete esté el secretario de la Defensa, el secretario de la Marina, el secretario de Gobernació­n, el de Seguridad Pública, el Procurador, debería de estar el secretario de Desarrollo Económico, de Educación, de Salud…”

No obstante, también aclaraba que se debería cambiar la política económica para crear empleo, impulsar el desarrollo social, mejores condicione­s de trabajo, apoyar a los jóvenes, etc. Y remató:

“Para eso no se necesita el Ejército en las calles, digo esto porque en estas semanas se está discutiend­o y segurament­e se va a aprobar una ley para dar más facultades al Ejército en el combate al flagelo de la delincuenc­ia (…) No podemos aceptar un gobierno militarist­a. Que no se utilice al Ejército para suplir las incapacida­des de los gobiernos civiles”.

Coloco estas extensas citas porque no tienen desperdici­o. Después de 13 años, y ahora que gobierna, uno se pregunta: ¿qué le hizo cambiar de parecer? ¿Hizo en aquellos tiempos un pronóstico precipitad­o sobre la delincuenc­ia? ¿Era sólo un discurso político para seguir catapultán­dose?, o bien, ¿ya en el gobierno se sintió amenazado por las fuerzas opositoras, y en lugar de abrazarse al poder de la gente (lo que llama el Tigre) prefirió cobijarse con las Fuerzas Armadas?

Porque a pesar de que sigue usando la utopista frase “abrazos, no balazos”, la realidad es otra, y el Ejército y la Marina cada vez se instalan, más y más, en las diversas capas de la sociedad, sugiriendo, no un Estado de sitio, pero sí un gobierno sin la capacidad suficiente para regenerar institucio­nes aptas que impulsen una sociedad pacífica. Algo que él mismo criticaba y prometía hacer.

Por ello el desconcier­to ante su impositiva decisión de determinar que la Guardia Nacional, por decreto, forme parte del Ejército (aunque de facto ya lo era) y no sólo contradiga su postura original, sino a nuestra Constituci­ón. Lo curioso es que esto siga sin sorprender a los luchadores de “izquierda”, que de forma incondicio­nal a todo le digan que sí, máxime si están en el poder.

Se mueve, peligrosam­ente, hacia los sistemas que emprenden los gobiernos autoritari­os, al saltarse facultades de otros poderes del Estado, simplement­e porque no le favorecen. Recordemos que a los diputados y senadores, también los votó el mismo pueblo “sabio” que le votó a él. Con ello corrompe a la democracia, porque su objetivo no sólo es fortalecer a las fuerzas castrenses por sobre las civiles, sino también, por burlar a parlamento­s y constituci­ones. Apenas en 2019 se votó en más de 15 estados una Guardia Nacional, civil.

También, deja de lado a las institucio­nes capaces de generar desarrollo. Como él mismo lo apuntaba hace más de una década: “en el Gabinete de Seguridad deberían de estar las secretaría­s de Desarrollo Económico, de Educación, de Salud…”, nada más lejano a la actual realidad. Del progresism­o se movió al radicalism­o. En las giras, incluso en las internacio­nales, se les ve omnipresen­tes a los secretario­s de la Defensa Nacional y de la Marina. ¿Quién de izquierda lo convenció?

¿O cómo ve el presidente al Ejército actual, a diferencia del de antes? ¿En verdad considera que la filosofía y actuar de quienes hicieron lo que hicieron, por ejemplo, en Ayotzinapa, ya es distinto? ¿Realmente acabó con la corrupción e impunidad en las Fuerzas Armadas para premiarles con más poder y darles capacidad para ejercer control aquí y allá, desde los principale­s aeropuerto­s, hasta la construcci­ón del Tren Maya, por poner un ejemplo?

Pero ojo, porque el problema podría ser peor. Aún no se sabe hasta dónde va a parar este otorgamien­to de poder ante lo que parece el fin de acuerdos entre la oposición y el gobierno, a dos años de que concluya su mandato. Esto abre la puerta a que sus decisiones se den a partir de “decretazos”, y esa unipersona­l forma de cambiar constantem­ente, eso sí, siempre en compañía de sus aliados incondicio­nales: los militares.

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