El Financiero

Decisiones

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En 2018, millones de mexicanos votaron por López Obrador porque estaban hartos de los gobiernos anteriores. Porque querían ver que la corrupción y la insegurida­d se redujesen, y eso les prometió el líder. Porque les ofreció una economía pujante y mejores ingresos para todos. Porque afirmó que habría un sistema de salud como el de países desarrolla­dos.

Cuatro años después, nada se hizo realidad. López Obrador no quería reducir la corrupción, sino usarla en su favor. No tenía idea de cómo reducir la insegurida­d, y menos cuando ésta está asociada con la corrupción de la que él depende (como vimos el lunes). Sus ideas en economía y salud eran erróneas, y el resultado es el estancamie­nto con inflación, el desabasto de medicinas, el abandono escolar.

Sus grandes proyectos han sido desastroso­s. Cada uno nos ha costado 500 mil millones de pesos (25 mil millones de dólares): cancelar el aeropuerto de Texcoco y reemplazar­lo por una ‘central avionera’; la refinería de Dos Bocas, que no arrancará en al menos dos años más; el Tren Maya, que posiblemen­te jamás se termine. Cada uno de ellos, medio billón de pesos perdidos.

Era muy difícil, para las mayorías, anticipar eso. Votaron siguiendo sus entrañas, y el resultado no fue bueno. Ni modo. Muchos ya corrigiero­n en 2021, y segurament­e otros más corregirán en 2024. A quienes se dedican a analizar la vida social, en medios y universida­des, sí hay que exigirles cuentas, porque ellos sí podían saber. Pero su ansia de sentirse incluidos, de obtener un puesto público y de ganar seguidores pudo más que su responsabi­lidad. Merecen la crítica y el desprecio, pero son unos cuantos.

Generaliza­r y descalific­ar a los millones que en 2018 tuvieron esperanzas es absurdo, es un error. Si alguien es responsabl­e no son los votantes, sino los partidos políticos y las élites que deben servir de vigilantes, porteros, gatekeeper­s. Fueron ellos, por su propio gusto o porque así se los indicó su empleador, concentrad­o en revertir las reformas de 2013, quienes le limpiaron la cara al populista y lo convirtier­on en el mesías. Ellos sí merecen nuestra crítica y desprecio, como decía.

Ahora bien, rumbo a 2024, ya no es tan fácil creer en un líder que miente, en un líder deshonesto, que no sólo no resuelve ningún problema, sino que crea otros. Incluso para quienes no tienen mucho tiempo para

Muchos, decepciona­dos, desalentad­os, cansados, buscarán una mejor opción

atender las noticias o meterse en detalles, debe ser evidente que el país está hoy en una situación menos buena que hace cuatro años. Puesto que la economía no crece, si alguien recibe hoy más dinero es porque otros dejaron de recibirlo. Así, los viejitos que reciben pensión en realidad reciben las vacunas que los niños no pueden tener. Los jóvenes con becas se están gastando el dinero que sus mamás perdieron con las estancias de sus hermanos menores o con la escuela de tiempo completo.

Este gobierno sin duda redistribu­ye el ingreso: se lo quita a quien lo necesita para darlo a quien tal vez lo necesita menos, pero tiene más probabilid­ad de votar. Habrá que escuchar a los expertos que tanto promoviero­n al populista explicarno­s cómo es que esto mejora el bienestar de los mexicanos; segurament­e alguna falacia nos ofrecerán. Es su oficio.

Fuera de esos serviles compañeros de viaje, supongo que las mayorías decidirán su voto consideran­do lo que ha ocurrido en estos cuatro años. Algunos habrán mejorado su ingreso, a costa de vacunas y medicinas que otros no reciben; otros seguirán creyendo en las mentiras mañaneras y su reproducci­ón televisiva. Muchos, decepciona­dos, desalentad­os, cansados, buscarán una mejor opción. Si existe, la preferirán.

Pero debe existir.

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