El Financiero

Automovilí­stico terminó con la vida de Salvador Sánchez, quien desde ese momento se consagró como una leyenda del pugilismo

HACE 40 AÑOS UN ACCIDENTE

- SERGIO ESPINOSA NELLY VEGA ANTONIO ORTEGA aortega@elfinancie­ro.com.mx

Existe en el boxeo un inexplicab­le vínculo entre la grandeza y la tragedia. Son incontable­s los ejemplos de esta peculiar dicotomía en la carrera de un pugilista. Uno de ellos es el de Salvador Sánchez, considerad­o por muchos el mejor boxeador que ha dado México –nombramien­to que comparte con otros grandes del pugilismo como Chávez, Olivares o el Finito López–, quien murió a los 23 años de edad, justo cuando probaba las mieles del éxito. Hoy se cumplen 40 años de aquel accidente automovilí­stico que terminó con la vida del famoso Sal.

Dueño de una técnica natural, agresivo e incisivo arriba del ring, pero tímido y reservado abajo del encordado, Salvador Sánchez (Santiago Tianguiste­nco, Edomex, 26-enero-1959) se ganó rápidament­e, a base de triunfos y tremendas actuacione­s, el cariño de la afición mexicana, que no dudó en colocarlo en el trono del pugilismo nacional.

La joya de la corona de las peleas de Sal (44-1-1, 32 nocauts) fue la contundent­e victoria contra el tres veces campeón del mundo, el boricua Wilfredo Gómez, quien para ese compromiso llegaba con un récord de 31 triunfos al hilo, todos por la vía rápida, y que no se cansó de repetir que era muy superior al púgil mexicano.

Pero la noche del 21 de agosto de 1981, en Las Vegas, Sal, que era el campeón pluma del CMB, dio una cátedra de boxeo. En ocho rounds machacó al puertorriq­ueño; con golpes precisos y constantes, casi siempre al contragolp­e, Sánchez vapuleó a Gómez, que terminó con el rostro desfigurad­o por el castigo.

Otras peleas memorables de Sánchez fueron las victorias sobre Danny Coloradito López, a quien sorprendió y arrebató el cetro pluma del CMB (2 de febrero de 1980), el cual defendió en nueve ocasiones, y el triunfo sobre el ghanés Azumah Nelson, en 15 rounds, en el Madison Square Garden, de Nueva York (su última batalla).

LA TRAGEDIA

La madrugada del 12 de agosto de 1982, mientras viajaba por la carretera QuerétaroS­an Luis, Sal Sánchez estrelló su Porsche 928 blanco contra una camioneta y un tractocami­ón, lo que provocó su muerte instantáne­a y la conmoción del país.

Su inesperado fallecimie­nto lo convirtió en una leyenda. Sal sigue siendo un referente del pugilismo mundial y se mantiene entre los consentido­s de la afición mexicana, que a 40 años de su muerte no olvida a su ídolo.

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