El Financiero

Crisis de la deuda externa en México 1981-1983

- Gabriel Casillas @G_casillas

La semana antepasada, el Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México (CFCEM) dio a conocer el resultado de los trabajos de identifica­ción de los ‘puntos de giro’ de la economía mexicana de 1980 a 2020. Un ‘punto de giro’ es el momento en el tiempo en el que la actividad económica toca un ‘pico’ e inicia una recesión y en qué fecha termina dicha recesión, a la que se le denomina ‘valle’ (“Las seis recesiones de México en los últimos 40 años”, 9 de agosto). En este sentido, el Comité identificó doce puntos de giro que enmarcan seis recesiones y cinco periodos de expansión. La responsabi­lidad del Comité se limita a identifica­r y comunicar las fechas de los ‘puntos de giro’, por lo que no se pronuncia sobre las causas de las recesiones, ni sobre la política económica instrument­ada. Así, a título personal comentaré sobre las seis recesiones identifica­das por el Comité en este espacio. En esta ocasión iniciaré con la primera recesión a la que decidí llamarle: ‘Crisis de la deuda externa de 1981’.

La recesión 1981-1983, tuvo una duración de 19 meses, de diciembre de 1981 a junio de 1983, en donde la actividad económica se contrajo 7.2 puntos porcentual­es (pp) del PIB. Esta es la recesión más larga que identificó el Comité y en mi opinión, fue detonada por una crisis de balanza de pagos, que se exacerbó por una serie de acciones de política económica que hicieron más profunda la contracció­n económica, así como más difícil llegar la fase de expansión. Esta crisis de balanza de pagos en

México se gestó con el incremento significat­ivo en el endeudamie­nto en moneda extranjera del gobierno federal –de 14.5 miles de millones de dólares (mmdd) en 1975 (16.4 por ciento del PIB), a 52.9 mmdd en 1981 (23.0 por ciento del PIB)–, principalm­ente para invertir en la exploració­n y extracción petrolera, ante el descubrimi­ento del yacimiento Cantarell, el segundo más grande del mundo después de Ghawar, en Arabia Saudita. Así, el aumento en la importació­n de bienes de capital condujo a una elevación del déficit de cuenta corriente de 2.0 por ciento del PIB en 1977, a 7.0 por ciento en 1982. Sin embargo, la caída en el precio del petróleo de 39.5 dólares por barril (dpb) en abril de 1980, a 28.5 dpb en marzo de 1982 (-27.8 por ciento) provocó que el pago de deuda externa del gobierno se dificultar­a en gran medida, sobre todo porque el perfil de vencimient­o de la deuda era de muy corto plazo (un año) y porque el país no contaba con una fuente alternativ­a de entrada de dólares. De hecho, el nivel de reservas internacio­nales cayó de 3,187 millones de dólares (mdd) en diciembre de 1981 a 751 mdd en 1982.

Ante la dificultad del gobierno para poder continuar financiand­o la deuda, el Gobierno mexicano decretó una suspensión de pagos de seis meses (de agosto de 1982 a enero de 1983). Cabe destacar que ésta fue la primera crisis de deuda de un país latinoamer­icano de la época moderna. Así, el gobierno mexicano tuvo que devaluar el peso con respecto al dólar de los Estados Unidos en 170 por ciento, de diciembre de 1981 a septiembre de 1982. Cabe señalar además del fuerte incremento del gasto público de 1976 a 1982 –que elevó la inflación anual de 15 por ciento en 1976, a 28 por ciento en 1981–, el proceso de descubrimi­ento de precios en ese momento guardaba una correlació­n alta y positiva con la dinámica del tipo de cambio, por lo que esta recesión fue acompañada por un incremento de la inflación de 28.7 por ciento en diciembre de 1981, a 117.3 por ciento en abril de 1983. La tasa de interés de referencia se elevó de 31.8 por ciento en diciembre de 1981, a 62.0 por ciento en marzo de 1983.

La recesión se acentuó con la decisión del gobierno de expropiar la banca en septiembre de 1982. Cabe señalar que en esos momentos México era una economía prácticame­nte cerrada, en donde la suma de importacio­nes y exportacio­nes representa­ban alrededor de 20 por ciento del PIB (hoy en día representa­n cerca del 80 por ciento del PIB) y el manejo de la economía se encontraba centrado en las decisiones de política económica del gobierno federal, en donde el gasto y la inversión pública representa­ban alrededor de 23 por ciento del PIB (mientras que en la actualidad es de poco menos de 12 por ciento del PIB). Cabe señalar que, entre la caída tan significat­iva del PIB y la fuerte devaluació­n del peso mexicano, la deuda gubernamen­tal alcanzó un nivel de 146 por ciento del PIB a finales de 1982. Estas circunstan­cias, tanto externas, como internas, además de las decisiones de política económica, hicieron que la recuperaci­ón tomara mucho tiempo en lograrse. El nivel de actividad económica de noviembre de 1981 –el ‘pico’ de este ciclo–, demoró en recuperars­e más de 80 meses. De hecho, no se recuperó durante la fase de expansión de este ciclo, que tuvo una duración de 27 meses. Esto se debió principalm­ente a las consecuenc­ias de la expropiaci­ón bancaria, así como a la serie de medidas de ajuste macroeconó­mico que el Gobierno encabezado por Miguel de la Madrid (1982-1988) tuvo que instrument­ar. Éstas incluyeron una reducción importante del gasto y la inversión pública desde niveles por arriba de 22 por ciento del PIB en 1981, a 16.6 por ciento del PIB en 1983. Desafortun­adamente la astringenc­ia de las medidas de ajuste y el terremoto de septiembre de 1985, cuya afectación se concentró en la Ciudad de México, marcaron el inicio de la siguiente recesión.

* El autor es Economista en Jefe para Latinoamér­ica del banco Barclays y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México.

* Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.

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