El Financiero

“Mis” médicos

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

Hace unos días me noté una mancha nueva en el rostro. Como ya pasé esa edad donde uno simplement­e se encoge de hombros ante novedades en la epidermis, recordé que un amigo, hace no tanto, me dijo de una dermatólog­a que te encuera y revisa de cabo a rabo para ver si no portas un traicioner­o lunar.

Pedí a mi amigo el contacto de su dermatólog­a. Uso el “su” porque en México algunos caemos en el engaño de creernos privilegia­dos: no es “la” dermatólog­a del sistema público de salud a la que cualquiera ha de consultar; es una doctora –como cualquier otro, nada personal– para quienes puedan pagar, para quienes se sientan en capacidad de contratar atención médica.

Mas la realidad es que en temas de salud, si la cosa se complica en serio, pocos, muy muy pocos en nuestro país tendrían los recursos para pagarse una cobertura médica digna de ese nombre.

Retomo el hilo. Mi amigo me envió el contacto de su dermatólog­a. Acto seguido le escribí mensaje solicitand­o informació­n para agendar cita. “¿Le urge?”, me contestó una asistente vía Whatsapp. Pues estaría bien en septiembre, contesté. No sé si del otro lado se rieron mucho o poquito de mí, pero me informaron que me podrían recibir en diciembre. Sí, en cuatro meses.

Tengo varias intervenci­ones quirúrgica­s y al menos de alguna de ellas no salí del todo bien (de ese médico –que se hace llamar eminencia– sí que les podría decir cosas feas).

Pero así y todo me considero sano, aunque haya quien me crea hipocondri­aco.

Y como la vida de periodista no da para estar siempre registrado en el IMSS –casi la mitad de mi paso laboral ha sido como freelance–, pues desde hace mucho tengo experienci­a con médicos privados. Tengo “mis” médicos de cabecera. Algunos de ellos son unos tipazos, otros son pecadores estándar.

El otro día estaba en el estacionam­iento del ABC de Observator­io –“mi” hospital– y vi llegar en una camioneta de esas que uno ni sabía que existen, ni sabría decir marca y modelo, pero que sí atina a saber que son impagables para los mortales, y de ella se bajó un… médico. Ignoro si era el mejor neurociruj­ano, o el mejor cardiólogo mexicano, pero un vehículo de esos… híjole, híjole. Ya saben lo que estoy pensando.

El día de ayer esa fuente de incongruen­cia que es Lópezgatel­l criticó el sistema de atención médica que funciona incrustado en las farmacias (ustedes pongan la marca que gusten, no le voy a ayudar a alguien sin prestigio a desprestig­iar a nadie).

Hay que tener poca vergüenza para ser el mayor responsabl­e de la salud pública en México –su jefe inmediato es un parapeto– y cuatro años después lloriquear desde Palacio Nacional con que esos consultori­os no sirven.

¡Claro que en términos generales son deficiente­s esas farmacias/consultori­os! Vaya descubrimi­ento, señor subsecreta­rio. Ahora díganos, ¿cuánto ha mejorado usted, en cuatro años de poder, en cuatro años donde ha tenido el apoyo, el cobijo y hasta la complicida­d del Congreso con mayorías morenistas, el sistema de salud de México?

Si unos vamos a los médicos privados, de 80 pesos o de 2 mil la consulta, es porque, a pesar de que votamos en 2018 por un cambio para que se reforzara el sistema de salud, éste ha visto cómo se expulsó del mismo a los más pobres, que hoy pagan más por consulta y compran más medicinas (https:// www.elfinancie­ro.com.mx/ empresas/2022/08/09/farmacias-tienen-ingresos-40-superiores-a-los-niveles-precovid/).

Demos gracias por los médicos privados, un sistema con abusos, pero el único al que podemos apelar ante el abandono del gobierno del cambio.

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